«Si veo que tengo razón, ya pueden venir chinos, rusos y americanos que no me van a callar»
José Luis Korta | Leyenda del remo ·
En la hora de su retirada, el oriotarra habla de sí mismo y repasa seis décadas de triunfos y controversiasJosé Luis Korta ya está recogiendo sus cosas en las instalaciones del club de remo de Castro. Después de medio siglo como profesional será la ... última vez que haga este tipo de trabajo, casi siempre triste, propio de las despedidas. El oriotarra, sin embargo, no parece afectado. A sus 76 años, él lo sigue haciendo todo con la energía arrolladora, casi hipnótica, que le ha acompañado a lo largo de su vida. Nada más escucharle -lo primero que cuenta entre carcajadas es que el día anterior salió a pescar jibiones y uno de ellos le mordió «el muy cabrón»-, el periodista se dice a sí mismo que hablar de Korta y de retirada es un oxímoron, que este hombre vehemente, locuaz y frontal, despertador de filias y fobias, este competidor visceral que no dejaría indiferente ni al koala más dormilón de Australia, seguirá siempre en activo, de un modo u otro. Esta mañana de finales de agosto le toca una entrevista personal, a modo de repaso biográfico. La charla comienza por el principio. Hablamos de Ortzaika, el barrio ribereño de Orio donde en 1949 nació quien es, sin duda, la mayor leyenda viva del remo.
– Ahora se le llama Ortzaika a todo el barrio, pero antes era solo el caserío nuestro. Aquello ha cambiado mucho.
– Hábleme de sus padres y de su abuelo Manuel, que era todo un personaje.
– Mi abuelo tenía un astillero y hacía barcos de pesca. Mi primer sueldo lo gané allí. Cien pesetas por recoger clavos y tornillos. 'Ortzaika Haundia', le llamaban. Era un tiarrón de la hostia. Sin uñas, era capaz de hacer la marca en la madera apretando. Era de otra pasta. Los de los últimos sesenta o cincuenta años somos yogurines comparados con aquellos hombres. Fumaba puros, bueno la mitad se los comía y la otra mitad los fumaba, ja, ja. Eran fuera de serie. Aita era de San Juan y ama de Orio. Aita trabajó en una fábrica de muebles en Zarautz y luego en la mar.
– Usted también fue pronto a la mar.
– Con catorce años.
– Antes iría al colegio.
– Empecé a estudiar con 8 años. La verdad es que iba poco a clase. Dos o tres días al mes.
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– ¿Y le dejaban?
– No, no. Joder. Cuando se enteraban en casa, cobraba allí lo que no cobraba en el colegio.
– Sospecho que cobraban mucho en el colegio en esa época.
– La hostia. Te daban con un mazacote de madera, el del cepillo de limpiar la pizarra. Pero, bueno, a los 12 años ya acabé la carrera. Con sobresalientes, ja, ja.
– ¿Y qué hizo entonces?
– Trabajar en el astillero y en la conservera hasta que pude ir a la mar.
– ¿Heredó el carácter de sus padres o de su abuelo?
– El difunto Trabuko, que vino como entrenador a Kaiku, me decía que era igual que el abuelo: «Gritar y hacer lo que quieres». Ja, ja. Eso me decía.
– ¿Siempre ha sido tan competitivo?
– Siempre. En esta vida todo es deporte. Lo fácil es vivir debajo de un puente, pero quieres una casa buena, un coche bueno... Y eso cuesta. Lo bueno es difícil y hay que pelear.
– Usted siempre ha sabido hacerlo.
– A lo único que no he ganado es a las carreras de burros porque tenía un vecino, Gastañazpi, que tenía un burro como un caballo. Pero lo demás, en todo. Tengo trofeos en txingas, en tiro al plato, en ciclo cross...
– Ganando tanto, ¿cómo llevaba perder? Supongo que lo pasaría fatal. ¿Podía dormir?
– Se duerme peor cuando crees que puedes ganar y estás pendiente de eso, en tensión. Cuando sabes que no puedes ganar, estás tranquilo. Lo aceptas.
– Vamos, que ha sabido perder cuando le ha tocado.
– Sí, sí. A mí felicitar no me cuesta nada. Otra cosa es que me hayan ganado con trampas, como en muchas banderas que me han quitado. Trampas muy graves. Pero la vida es así. Los que gobiernan no quieren saber nada de eso. Del dopaje estamos hablando.
Profesional
– Antes de hablar de traineras, hagamos un inciso en el banco móvil, donde usted fue una leyenda, nueve veces seguidas campeón de España de skiff y olímpico en Moscú. ¿Qué recuerda de aquellos Juegos?
– Yo no salía casi a la calle. A veces me iba a ver entrenar a los boxeadores cubanos. O iba a la pista de atletismo a ver correr a los negros, que ya no sé si se puede decir así. Bueno, los negros, los morenos, los tostados, los africanos... Era impresionante. Corrían hablando. Y recuerdo que un día vi a un italiano haciendo estiramientos y posturas raras. No sabía quién era. Pues era Pietro Mennea, que ganó los 200 metros.
– Nada más empezar en las traineras, gana con Orio tres banderas de La Concha seguidas en 1970, 71 y 72...
– Y podíamos haber ganado por medio minuto en el 68 y el 69, pero los que mandaban no quisieron sacar trainera. Recuerdo que cuando ganamos la bandera, nos la dio el pequeño en el Azor.
– Franco.
– Sí. Entonces entregaban la bandera en la mar y venías con ella adentro cuando las demás traineras ya se habían retirado. Te esperaban a ti solo. Lo de ahora es un error. Un atasco.
– ¿Recuerda algo del pequeño, como dice?
– Me acuerdo de que en el Azor pasaban una bandeja con bebidas para los militares y las autoridades. Y que él cogió una copa de vino y, trac, se la bebió de un trago. Yo bebí un KAS.
– Tras ganar la tercera bandera de La Concha, decidió irse a Lasarte-Michelin porque le ofrecían mejores condiciones.
– Qué va, qué va. Entonces no había condiciones ni hostias... No ganábamos nada. ¡Pero si nos pagábamos hasta las camisetas! De Orio me echaron.
– ¿Por qué?
– No me querían. No les caía bien. Yo era el que protestaba, el que ponía la cara. Y era de Ortzaika, y ya sabes. Entre los de Ortzaika y los de Orio siempre ha habido guerra. Pero, bueno, yo me descojonaba. Siempre que me han echado de un sitio, las cosas me han ido mucho mejor.
– En 1976 le ficha Kaiku y se convierte en profesional.
– Sí. Entonces sí. Me llamó Basilio Vázquez, me fichó y yo dejé el trabajo. Y eso que tenía un trabajo cojonudo en Gurelesa repartiendo por las tiendas. ¡Cuántos yogures me comí!
– Usted ha sido un profesional muy estricto y exigente con independencia de cuál fuera su club. Orio, Lasarte-Michelin, Kaiku, Zierbena, San Juan, Castro...
– Yo siempre he intentado hacer las cosas lo mejor posible en todas partes. Dar lo máximo. Eso sale de uno. ¿Tú crees que cuando uno está remando se acuerda con qué camiseta va? Solo quiere ganar lo antes posible. Hombre, si ganas con el equipo de tu pueblo, pues mejor.
Dentro de la trainera
– Korta ha sido sinónimo de triunfo. Ha llegado a clubes en crisis y en poco tiempo los ha levantado y los ha puesto en la cima. ¿Cuál ha sido su secreto?
– El trabajo. Hacer el entrenamiento que hacía yo, dentro de la trainera. En la batalla, el general tiene que estar allí, no afuera dando órdenes. Si viene una bala, que le mate a él primero.
– Estando dentro del bote, las habrá tenido tiesas con los remeros.
– Ja, ja. Los remeros me han llamado de todo. Negro...
– ¿Negro? Será negrero.
– No. Negro. Y mongol. Y atento.
– ¿Atento?
– Sí, es que yo les decía: «Atento, que te voy a castigar». Y un día vinieron con unas camisetas con mi cara que ponía «Atento», ja, ja.
– Su palmarés es extraordinario. Resumiendo mucho y olvidando el banco móvil, 16 Conchas como remero, patrón o entrenador. ¿Cuál es la victoria que más recuerda?
– Muchas. En Orio se van a enfadar, pero me acuerdo mucho de la remontada con Castro en La Concha, en la primera jornada remando y en la segunda de patrón.
– ¿Y alguna espina clavada?
– Las que me han robado por dopajes. Ir a La Concha con la mejor tripulación del mundo por medio minuto y no poder seguir a los tres botes en la tanda de honor. Pero, bueno, aquí se tapa todo.
– ¿En qué ha mejorado o empeorado el remo?
– Ha empeorado en casi todo. En lo que ha ganado es en poderlo ver desde casa. Los que llevan la ACT también han ganado mucho, pero para los clubes es una ruina. Ahora sólo vale el que tiene el dinero y puede hacer fichajes. Como en el fútbol. Para salvar el remo se necesitarían al menos 10 canteranos. Habría un minuto del mejor al peor con diez canteranos.
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