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La victoria anoche de los Spurs llegó a través de uno de los cambios de estilo más radicales que se recuerdan. El equipo de Angelo ... Postecoglou ha pagado esta temporada los riesgos de un fútbol atrevido, de ataque, donde sus jugadores se exponen. Y lo han pagado con hasta 25 derrotas. Por eso ver al equipo del norte de Londres ser capaz de defender el gol de la primera parte al más puro estilo del Getafe cuando eliminó al Pontevedra de la Copa con un 16% de posesión supuso toda una contradicción exitosa.
El viaje al mayor éxito del Tottenham desde 2008 llegó desde una traición pura y dura al estilo del técnico australiano, que optó por lo práctico más allá de la valentía. Y le salió bien. Postecoglou ya está en los libros de historia de los Spurs, el entrenador que llegó con la misión de dar aire fresco a una entidad necesitada de alegrías y que tras un año calamitoso en la Premier, ha dado al Tottenham su cuarto título continental, ha cambiado por completo el curso de la temporada y además ha arreglado buena parte de la próxima al conseguir el billete para la Liga de Campeones. Con todo esto, ¿quién no da por bueno un señor cerrojazo como el de la segunda parte de anoche en San Mamés?
De entrada, el técnico que dirigió a la selección de Australia, al Yokohama japonés y al Celtic avisó de sus intenciones al dejar en el banquillo a la gran estrella de los Spurs, el coreano Son. El capitán todavía está falto de ritmo tras una lesión y anoche hacía falta mucho físico para afrontar una final de clubes angustiados por la necesidad de arreglar una temporada muy complicada. Quedó claro desde el inicio que Postecoglou estaba en lo cierto en su planteamiento, porque la primera parte fue una sucesión de faltas, envíos fallidos, poquísimas acciones de ataque y trabajo de presión y contención a toneladas. ¿Un ejemplo? El brasileño Richarlison, uno de esos talentos irregulares capaces de resolver partidos con sus apariciones, en la final se convirtió en todo un símbolo de implicación defensiva. Su labor fue más propia de un pivote que la de un extremo habilidoso, faceta que solo expuso sobre el césped de San Mamés en la primera parte.
Porque el cambio radical del Tottenham llegó en la segunda mitad, después de ese autogol del United que puso en ventaja al club del norte de Londres. Tampoco es que el equipo de la primera parte fuera una loa al fútbol de ataque por el que tanto se le ha criticado esta temporada, pero el que salió de los vestuarios a disputar la segunda parte se convirtió en un once experto en poner en práctica la táctica del murciélago. Poco faltó para ver a los once jugadores colgados del larguero.
Su técnico retrasó cada vez más las líneas y los Spurs pasaron por diferentes fases de contención al United, dibujando un 4-2-3-1, después un 4-5-1, más tarde un 5-4-1 y con el miedo metido en el cuerpo, el último tramo de la final fue capaz de jugar con una línea de seis donde ya no había más espacios para cerrar.
De este modo, las cifras del Tottenham hablaron de que a la hora de partido habían completado 96 pases, que al final estuvieron en 123, que el club londinense remató solo una vez entre los tres palos o que la posesión rozaba el 35%. Los entrenados por Postecoglou, acostumbrados a buscar al rival en campo contrario, a presionar muy arriba, a dar mucha velocidad a su juego, angustiaban a unos aficionados que no veían correr el cronómetro de la final. Lo fiaban todo a alguna salida a la contra, como lo intentaron en un par de ocasiones, ya con el capitán Son en el campo, pero llegó el momento en el que el Tottenham se olvidó por completo de pisar el campo del United. Sólo existía el rechazar como fuera los centros al área de un Manchester que volvió a ofrecer una imagen paupérrima, alejadísima del potencial que se le supone y además, a diferencia de lo que sucedió contra el Athletic en semifinales, incapaz de sacar brillo a su efectividad y al talento de sus mejores futbolistas.
Al final, tras 98 angustiosos minutos para los aficionados y los futbolistas del Tottenham, el colegiado decretó que el espectáculo vivido en La Catedral debía de terminar. Y con ello los Spurs pusieron punto y final a una larga, muy larga travesía por el desierto de un club que hizo grandes apuestas -Pocchetino, Conte- para ganar y no lo hacía desde 2008. Comienza una nueva etapa y lo hace a contraestilo. Pero seguro que todos dan por buena la traición para reinar en Europa. Y disfrutar del sabor de la victoria.
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