La Vuelta rescata a Gaudu, ganador sorpresa de la tercera etapa
El francés, en un año para olvidar, hace un interior a Vingegaard en la última curva y bate a Pedersen en los metros finales de otro sprint cuesta arriba
En Ceres apenas hay espacio para instalar la meta. Es un pueblo de poco más de mil habitantes ubicado entre los Valles de Lanzo y ... con más de 20 iglesias. Dicen que hay una por cada 50 habitantes. Entre ellas, zigzaguea el pelotón, estirado como si hiciera cola para entrar. A 80 metros de la meta, Gaudu se coló. Se sintió un motorista, llevaba gas. Apuró la frenada en una última curva cerrada para hacerle un interior a Vingegaard y trazó tan bien que a la salida estaba emparejado con Pedersen. Salió más rápido. Gas. Y brazos arriba. A la cabeza. «Es una sorpresa», insistía. «Creía que esta etapa era para Pedersen». En el autobús del Groupama-FDJ le dijeron que era para él. Le tenían fe.
El menudo bretón, que ya dejó su sello en La Vuelta del 2020 con triunfos nada menos que en La Farrapona y La Covatilla, perdió toda la confianza a principios de año. Todo iba normal hasta que a finales de febrero se chocó con un animal entrenando. En la Tirreno abandonó por caída y un excompañero le atizó otro golpe. «Es un tipo horrible. Se cree un campeón y no lo es», dijo Alexys Brunel, ahora en el Total Energies tras retirarse un año, cuando pasó al UAE. En ese momento, Gaudu, que hace directos en Twitch como Luis Enrique, había contado que no le gustaba como gregario porque llegaba tarde y jugaba demasiado al pádel. Brunel se sintió ridiculizado.
El Giro, el gran objetivo del año de Gaudu, fue un calvario. Se cayó en la primera etapa para los favoritos, la que ganó Ayuso. Mientras el médico le atendía, el juez de carrera le llamó la atención por agarrarse demasiado. «¿Eres tonto? ¡Tengo un agujero en la mano!», exclamó con furia. Veía su propio tendón. Acabó la carrera a duras penas. Y acudió a La Vuelta sin saber que esperar. Sin fe. Sin presión. Lejos ya de esa etiqueta del próximo francés que ganará el Tour. Fue cuarto en 2022. Puede hacer podio en esta Vuelta.
Criado a los pies de los Montes de Arrée por un padre apasionado a la mountain bike, fue nombrado el sucesor de Pinot.Su mejor actuación llegó en la París Niza de 2023. Tuteó a Pogacar y terminó segundo, por delante de Vingegaard. Ayer en meta recordaba otro de sus grandes momentos. «No había ganado una carrera World Tour desde el Dauphiné en el que batí a Van Aert (2022)». Fue un sprint similar. «¡Ahora puedo sumar a Mads! Es una anécdota, pero es muy positivo todo lo que pudo sacar». Ya no duda.
Una etapa titubeante le resolvió muchas dudas al galo. Había un puerto duro a medio camino y muchas cuestas después. Pasos entre valles, viñedos y montes repletos de rutas de montaña con buen desnivel. Ese terreno en el que se cambia más de plato que un restaurante de lujo. Menú ideal para las escapadas. El Visma parecía dejar el banquete. Con el trajín de la mañana, con el robo de las bicis y el abandono de Zingle, querían ir al hotel pronto a descansar. Pero nadie lo quiso aprovechar.
La fuga se hizo rápido: Sean Quinn (EF), Alessandro Verre (Arkea), Luca Van Boven (Intermarché) y Patrick Gamper (Jayco). Pero en estos tres primeros días, apenas les dejan dos minutos de margen. Esto mina la moral de los escapados, que termina por hacer la guerra por su cuenta. Verre quiere ser el mejor escalador y tiene dotes. Fue pasar por el pueblo de Issiglio, que da nombre a al puerto de segunda, y poner ritmo exigente. Enseguida eliminó a Luca Van Boven, segundo en el sprint de la Itzulia en Lodosa, y Gamper, contrarrelojista. Quinn le aguantó, pero no le quiso pelear al paso por la cima. Le bastaba con estar ahí y sentirse en la pomada. Apenas había competido diez días antes de la salida de la Vuelta.
El excampeón de Estados Unidos siempre ha tenido alguna molestia en la rodilla izquierda. Debutó este año en Mallorca y le dolía la otra. Fuerte. Le diagnosticaron el síndrome de plica, un pliegue que no suele causar problema a no ser que seas ciclista. Cuando se inflama, se nota. Pasó por el quirófano. Inició la recuperación. 20 minutos de rodillo. Paso para atrás. Una rehabilitación dura. «No es que me atropellara un autobús. Tuve suerte en ese sentido». Siempre ha sido de quedarse con las cosas positivas. Aprovechó el tiempo. Se puso a producir música, su otra pasión. Lanzó dos sencillos. Y tiene más en mente. Su género es el EDM, que se traduce como 'música electrónica de baile'. Cuando le capturaron a 19 kilómetros de meta, sonrió. Promete más baile.
En el puerto, el Lidl-Trek comenzó a ejecutar su plan. El eritreo Amanuel Ghebreigzabhier se echó a la espalda a todo el pelotón en una hilera. Philipsen y sus compañeros fueron perdiendo posiciones, luego metros, millas. En cuanto llegó el descenso aceleraron, recortaron y volvieron al grupo. Pero el terreno repechero le costó al belga, que a principios de agosto estaba en tomándo el sol en el Mediterráneo. También a Vernon, su mayor oponente en el sprint del primer día en Novara.
Una vez superaron esas carretera que de golpe no tiene raya divisoria entre carriles, el asfalto se amplió, se allanó y los sprinters trataron de respirar. Volvieron al grupo, pero les faltaba aire. La aproximación a Ceres, catalogado de puerto de cuarta, picaba hacia arriba. Como todos los valles. A falta de cinco kilómetros Philipsen y Vernon desconectaron. A falta de tres, el pujante Aular pareció pedir a sus compañeros del Movistar ir más lentos. El Visma aceleró más. Sin Zingle, su hombre rápido, pero con Vingegaard. A mil metros, Ganna peleaba el hueco con Pedersen.
Ganó el danés ese duelo, lanzado por Ciccone, sentado durante la ascensión, durante el sprint. Boca abierta. Agonía. «Las piernas se me han hinchado un poco en esa última curva», dice Aular. Vingegaard a su rueda. Compatriota y líder ante la curva a derechas a 80 metros. Titubeó. Gaudu no. «Me hizo un divebomb en la última curva». El galo, transalpino para los italianos, les pasó a los dos y comienza a enmendar un mal año. Tercera etapa en La Vuelta, tras las dos de 2020, y roza el maillot de líder. Mismo tiempo que Vingegaard, pero peor puesto. Mañana la carrera abandona el Piamonte y llega a su país. Al otro lado de los Alpes. Se sube el Lautaret, pero el final de etapa es de lo más llano.
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