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Desde El Vivero: «Se ponen los pelos de punta al verlos pasar»
Cientos de aficionados arropan a los corredores en su subida al puerto
El ciclismo en vivo es una cosa curiosa, que implica varias horas de espera y nerviosa anticipación y apenas unos minutos de espectáculo real, en ... los que estalla la ilusión y se desborda la tensión acumulada. Es lo que acaban de vivir los cientos de aficionados que han arropado a los corredores en su ascensión a El Vivero. «Se te ponen los pelos de punta al verlos pasar», resume Unai Goti, que ha acudido con su cuadrilla a presenciar la etapa. Ha sido el remate a una jornada que ha arrancado perezosa en este alto de Galdakao, con asistencia inferior a la esperada, pero que se ha ido animando a partir de la comida.
En cierto modo, en la subida a El Vivero se disputaban hoy dos carreras. La primera era la oficial, la etapa de la Vuelta, pero la otra también tenía su encanto y su emoción: hay que hacerse con un buen sitio, uno de esos puntos del recorrido en los que los aficionados tienen a los ciclistas casi como invitados a su mesa. Y la verdad es que, quizá por el atractivo que tiene este año la subida a Arraiz, esa competencia por lograr parcela con parking y buenas vistas se ha visto hoy menos reñida de lo previsto. Los más previsores, los primeros de El Vivero, no han tenido mucho problema para instalarse en sus lugares predilectos.
Porque, en esto de asistir a pruebas ciclistas, hay auténticos especialistas que dejan poco espacio a a la improvisación. José Mari Suárez, Fernando Bilbao y Luis Zubero, el popular exprofesional de Zeberio, ya hicieron el recorrido anteayer para elegir el punto ideal para instalarse, y a las diez de la mañana estaban en plena acción, con el hornillo encendido, el tocino comprado en Lemoa en proceso de churruscarse para el almuerzo y la botella mediada de Viña Albina encima de la mesa plegable. También tenían tortillas encargadas en el bar de arriba, una botella de ron en el coche y una tele portátil: «Otra cosa es que logremos hacerla funcionar», se reía José Mari. ¿Por qué han elegido El Vivero? «Por comodidad, porque aquí tenemos intendencia. La etapa de hoy tiene mucho aliciente. Es cortita pero tiene muchas trampillas, es ratonera, complicadilla», valora Zubero. Oiga, Luis, ahora que no nos oye nadie, ¿el ciclismo no se ve mejor por la tele? «Es donde mejor se ve, pero no aprecias el gesto que llevan los ciclistas, la carita que traen algunos. ¡Mira, mira este que sube!».
Los aficionados que cubren el recorrido en bici horas antes de que lleguen sus ídolos sirven de entretenimiento a los tres amigos, que los examinan con aire experto, como exigentes jurados de un concurso televisivo. «¡Aupa, Zubero!», le saluda alguno con su último resuello. Para la sobremesa, después de zamparse las tortillas, el travieso José Mari quiere montar un pequeño campeonato de tiragomas, pero Fernando, que es estanquero, cuenta con sus propios planes, también de campeonato: un Partagás serie D del número 4.
Dark e Isis
A media altura, tres caravanas han logrado aparcar en un claro de la cuneta. En una viajan ingleses, otra la ocupan belgas y la tercera corresponde a Stéphane Tillet-Cannegrand y su esposa Colette, un matrimonio de Burdeos apasionado del ciclismo, al que acompañan sus perritos Dark e Isis. En la trasera de su autocaravana, un gran póster rinde tributo a Julian Alaphilippe. «Lo conocemos un poco», comenta la pareja francesa, que consagra su verano a las pruebas ciclistas: «La Vuelta, el Giro... El Tour no, porque hay demasiada gente y prefiero verlo por la tele. Pero el ciclismo son mis vacaciones: no se trata solo de ver pasar a los corredores, sino de hacer marchas y visitar sitios todos los días», explica Stéphane.
Arriba, en el aparcamiento situado junto al bar, han hecho noche una docena de autocaravanas. Una hilera se compone exclusivamente de franceses (con su bandera y su cartel de ánimo a Pierre Latour), pero la siguiente la forma un grupo de familias amigas de Navarra, Gipuzkoa y Bizkaia. Pertenecen a un club de autocaravanistas y, esta semana, se dedican a seguir la Vuelta: a la tarde, en cuanto tengan paso libre, partirán hacia el Valle del Pas. «¡Somos ricos y jubilados, nos lo podemos permitir!», bromea Rosa Zubeldia. Junto a Mertxe Uribe, Mari Ángeles Zabala y Yolanda Oiartzun, está estudiando la manera idónea de colgar de un árbol la jaula de Juanito Valderrama, el cantarín canario de la última. Los maridos, que andan desesperados con una avería mecánica en uno de los vehículos, son los responsables últimos de la itinerancia deportiva de estos días, pero las cuatro mujeres también se declaran amantes del ciclismo. «Y, aquí, disfrutas además del ambiente, de la salsa. Es un mundillo muy agradable», elogian.
-¿A quién animarán esta tarde?
-Al que pase el primero, eso seguro.
-¿Y al último no?
-¡A ese con más motivo!
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