Bizkaia vibra con la Vuelta
Miles de personas jalean al pelotón a su llegada a Bilbao y antes lo hicieron a su paso por las pobladas cimas de El Vivero y Arraiz
Los grandes acontecimientos siempre llevan consigo una serie de inconvenientes. La llegada de la Vuelta a España a Bilbao no podía ser una excepción. Cortes de tráfico en las calles de media capital ... , retenciones en algunas de las principales vías de acceso a la ciudad... Las protestas son todas respetables, pero el de hoy ha sido un acontecimiento especial, para privilegiados, que a lo sumo se puede ver una vez al año y no todos los años. Por eso, Bizkaia ha vibrado con la serpiente multicolor desde su entrada en el territorio. No hace falta decir que el ciclismo despierta pasiones en Euskadi – el Tour aún echa en falta aquella marea naranja que poblaba los puertos para impulsar a los corredores del Euskaltel- y su afición ha respondido, como hace siempre, a la llamada de la ronda. Cientos de personas en las orillas de unas carreteras todavía húmedas por una lluvia que por la mañana añadió más emoción a un deporte ya de por sí emocionante con cada golpe de riñón de los corredores. Poder contemplar la subida a El Vivero de ciclistas que parecen dejarse la vida en cada pedalada, jadeos de sufrimiento a los que los aficionados responden con gritos de aliento... Y más aún con los rezagados que viven a cola de pelotón. Con los gregarios, héroes anónimos a los que Roberto Benito González, en su libro 'Elogio al gregario', definía como esos ciclistas «que se enfrentan al miedo de abrir el paso, muestran el camino y vislumbran los peligros antes que nadie»... Y luego retroceden hasta que les reclamen para un nuevo servicio.
Y del Vivero a Arraiz, pasando primero por un Bilbao con miles de personas dispuestas a dejarse la voz para premiar la labor del pelotón. En la última cima, desde primeras horas de la mañana numerosos entusiastas pasaban ya las horas animando a los cicloturistas que trataban de superar el reto: ascender a al cima con desniveles del 11, 12 y hasta el 20%. Esos ánimos se trasladaron luego a los profesionales, que ya con las fuerzas justas afrontaban las enormes rampas con el aliciente de saber que la meta estaba ya a sólo 6 kilómetros.
La Gran Vía les esperaba. Las radios de lo directores de equipos echaban chispas.... Ya no había escapados. Últimas instrucciones. La meta está a un paso y el belga Philippe Gilbert se escapa en plena subida del Arraiz. Parece tener fuerzas. Se desgañita el corredor del Quick Step. A 19 segundos le siguen a toda velocidad Alex Aranburu (Caja Rural) y Fernando Barceló (Euskadi Murias). Parece que le van a atrapar. La diferencia se va reduciendo, 14 segundos, 13, 11... Gilbert enfila Sabino Arana. Y mira atrás. ¿Llegaré? parece preguntarse. Se nota el cansancio, pero cuando se ve la meta tan cerca e interiorizas que la victoria puede ser tuya, ya no pedalean las piernas, lo hace el alma..... Y así fue. Gilbert enfiló la Gran Vía en medio de un enorme griterío. Cruzó la meta en solitario. Bilbao ya tiene un nuevo héroe.
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