Decepciones y nueva realidad
Duele ver cómo la selección de España de baloncesto regresa del Eurobasket con las maletas vacías de reconocimientos y con la sensación de un deber no cumplido
Cuando las preguntas te asaltan más que las respuestas es que hay motivos suficientes para que la insatisfacción se apodere de tus pensamientos. ¿Por qué? ¿ ... qué habrá pasado? ¿qué hubiera pasado si…? ¿quién es responsable, quiénes quizá? ¿no hubiera sido mejor…? Seguro que a usted, que lleva tiempo viendo baloncesto, se le ocurrirá alguna otra, faltaría más.
Duele ver cómo la selección de España de baloncesto aterriza en nuestro país con las maletas vacías de reconocimientos de este Eurobasket, con la sensación de un deber no cumplido o, al menos, con el no cumplimiento de algunas expectativas que tenían que haberse logrado según el entorno del basket nacional e internacional. Quedar sin opciones de jugar los octavos ha sido un varapalo y más con la sensación de que si desde el primer partido contra Georgia se hubiera competido a un mayor nivel, el equipo hubiera logrado este objetivo inicial.
Se une a ello el fin de un ciclo exitoso liderado por Sergio Scariolo, en especial hasta 2022, junto a una generación que parece que será irrepetible, y con ella la lógica transición de jugadores que deben formar parte de esta plantilla, larga en nombres, si contamos la recién creada selección B, que une algunos jugadores que han formado parte en los últimos cinco años, con una nueva hornada más por necesidad que por voluntad, en especial Saint-Supery y De Larrea, los bases.
La alta dificultad de una selección es la capacidad de alinear las cualidades individuales con el estilo y la identidad colectiva de un equipo para competir cada día. Esta capacidad logra un Equipo con mayúsculas, pero cuando hay discordancias entre estos objetivos, es precisamente el equipo quien más sufre. No sería justo comparar con el evidente talento de la generación dorada de los Gasol, Rudy, Chacho, Llull, Ricky, Navarro, Reyes, etc … sino más bien que el talento y la calidad actual de nuestros jugadores no tiene aún esa característica individual importante en sus equipos de origen. Aquellos jugadores eran también líderes en sus equipos, aún en la NBA; y a ello se unían los jugadores complementarios necesarios para que la rotación no sufriera la ausencia de aquellos líderes.
Hoy, la gran mayoría de estos jugadores no son siquiera las estrellas de sus equipos; todos son muy buenos pero el liderazgo que te da ese plus de llegar a lo más alto sólo se produce si el colectivo, el bloque, el equipo tiene respuestas suficientes para poder competir mejor. Aquí entra la capacidad táctica del cuerpo técnico liderado por Scariolo, que esta vez no ha conseguido sacar el máximo provecho de su plantilla, y no ha encontrado las estructuras de quintetos precisas para las situaciones que requería cada momento. No olvidemos que el rival también juega, es más, los rivales europeos han mejorado su competitividad y su talento en estos últimos años (Alemania, Francia, Serbia, Turquía, etc), con lo cual la dificultad ha sido mayor.
Queda la ilusión por ver cómo Saint-Supery y De Larrea han asumido con riesgo un rol dificilísimo. Queda también la decepción de jugadores que debían ser líderes del grupo que ni siquiera han estado en el campo en los minutos de la verdad. Sólo algunos destellos en momentos puntuales de Aldama, Pradilla y Darío Brizuela han conseguido ilusionar, pero luego la realidad devolvía a un lugar no deseado. Queda esa sensación de que desde el banco tampoco había decisiones que rompieran un espacio para recuperar la confianza en llegar un poco más. Llegarán nuevos tiempos en la selección, y serán momentos de encontrar cuál es el espacio competitivo que encuentren más nuevas respuestas que dudas.
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