Y LA CULPA NO ERA MÍA
El deporte no es ajeno al abuso. Las futbolistas de Primera siguen esperando la firma de ese acuerdo que les garantice poder vivir de su trabajo
¡El violador eres tú! Estos días no me quito de la cabeza esta melodía. Ya saben, la 'performance' chilena de Las Tesis que ha dado la vuelta al mundo y que resuena en la cabeza de todas. La canción potente que nos hace repetir una y otra vez «y la culpa no era mía».
Es todo un logro a nivel mundial que las mujeres tengamos como mantra esta frase ya que desde que Eva mordió la manzana tenemos la culpa de todo y es la primer vez que alguien nos autoriza para cantar a los cuatro vientos que no, la culpa no es nuestra, ni como vestimos, ni lo que hacemos y nos da la oportunidad de señalar y gritar bien alto que el violador eres tú.
Nos proporciona descanso y fuerza. Mucha fuerza. Nos redime de la vergüenza de haber sido abusadas, violentadas de una y mil maneras. Esta 'performance' es un rito sanador multitudinario. Incomoda al que se siente señalado y cuestiona sin fisuras al culpable, tú, el estado, la policía, el presidente...
El deporte no es un oasis de abusos, véase la amenaza de un aficionado a una arbitra en el último partido de primera regional de Fuerteventura «¡Ay esos tobillos. Como te pille fuera, te violo. Te voy a partir la cara», mientras hacia signos de violencia mordiéndose la lengua y el movimiento de pegar con la mano. Violencia verbal en este caso, abusos en otros, sobretodo en deporte de base y violencia estructural en todos los casos.
Las futbolistas de primera división esperan llegar a un acuerdo el 20 de diciembre que les garantice poder vivir de su trabajo. Tener unas condiciones dignas. Ni siquiera están pidiendo hacerse millonarias como sus compañeros. Solo quieren un sueldo mínimo, bajas laborales, permiso de maternidad... vamos, nada del otro mundo, lo mínimo.
Así estamos, a punto de estrenar el 2020, peleando por lo mínimo mientras al Athletic se le llena la fachada de mensajes en lila reclamando «tíos buenos», sin ceder ni un poquito de privilegio. Acciones luminosas para dejar fuera de foco lo que realmente importa. El año pasado pudimos ver jugar al equipo femenino en San Mamés rozando con los dedos un ratito de igualdad, para que nos callemos, para hacer como que hago, para seguir haciendo las cosas igual de mal. ¿Se creen que somos tontas? ¿Se creen que nos vamos a callar? ¿Se creen que hay vuelta atrás?
Notición: ¡Hemos venido para quedarnos! Estamos aquí, presentes y fuertes, y tenemos un mantra «la culpa no era mía, ni cómo jugaba, ni donde lo hacía», queremos las mismas condiciones que los equipos masculinos. Ni más ni menos. Queremos ser reconocidas por los mismos méritos. Queremos titulares. Queremos que nuestros nombres aparezcan en los medios. Estamos trabajando igual que ellos, por eso queremos exactamente lo que es nuestro: méritos, campos, oportunidades, sueldos...
Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía. Y si no estás de nuestro lado, haciendo todo lo que puedes hacer para que esto cambie, el violador eres tú.