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Ha sido una semana deslumbrante que hemos seguido por televisión: todos los mandamases del mundo occidental reunidos en Madrid con motivo de la cumbre de ... la OTAN. Dejando de lado los acuerdos logrados, la verdad es que ver a los jefes de gobierno en Madrid, como si fuesen los alumnos de un colegio en su viaje de fin de curso, ha resultado espectacular. Y ahí estaban las teles, unas más que otras, como era previsible, para mostrarnos el acontecimiento. Y como no podíamos colarnos en las reuniones y poner la oreja para escuchar, nos hemos quedado con sus llegadas, sus saludos, sus idas y venidas, incluyendo a sus consortes, que tenían mucho más tiempo libre. Seguro que si usted estaba con un amigo extranjero de cañas en un bar y la televisión estaba mostrando las imágenes, le habrá dado un codazo a su amigo diciéndole: «Mira, mira lo bien que lo hacemos».
Me quedo con esas imágenes de los mandamases escuchando a la Orquesta Sinfónica de Kiev, cenando en el Museo del Prado, entre Velázquez y Goyas. La cultura como arma de disuasión masiva contra la guerra. ¿Se les habrá pegado algo? Entre los análisis que se han hecho de tantas imágenes, me quedo con el lenguaje visual de los líderes de la OTAN que mostraron en 'Más vale tarde' (La Sexta). Resulta que Joe Biden es un 'tocón' (palabra de ellos): Pasando la mano por la cintura a cuanta fémina atractiva se le puso a tiro, hasta con la esposa de Sánchez, atreviéndose incluso con la reina Letizia. Aquí no había protocolo que le contuviese. Vaya con el abuelito, cuya nieta (adoptiva) se presentó ante la reina en chandal. Y todo esto en una escalada bélica que no augura nada bueno. ¿Será cierto que en la guerra, como en el amor, todo está permitido?
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