El poeta amigo de los vascos
Complicidad intelectual ·
Tuvo especial aprecio por Unamuno y Baroja, a quienes dedicó textos y poemas, así como a Francisco GrandmontagneAntonio Machado, el hombre que dio sello de calidad a la más excelsa poesía del siglo XX, mantuvo especial relación de amistad con dos intelectuales ... vascos de su mismo signo universal y de no menor trascendencia. A Unamuno lo consideró maestro y guía espiritual. A Baroja le definió como un hombre bueno. A ambos les dedicó poemas, textos laudatorios y estima de por vida. A Grandmontagne le escribió también una poesía. Algo que tiene más trascendencia si advertimos que Machado no dedicó apenas poema alguno a colegas contemporáneos. Por amor, dedicó poemas a su esposa Leonor, y por amor superlativo escribió los más excelsos poemas amatorios a su musa y amada mujer a quien puso por nombre Guiomar. Desde Dante o Petrarca hasta hoy, no hay lírica más honda entre las amatorias que pueda igualar las que Machado escribió por y para Pilar de Valderrama.
Unamuno, norma y conducta
Lo que Machado sentía por Unamuno era pasión. Al aprecio humano, añadió un fervor intelectual definitivo. Para don Antonio, el filósofo vasco era guía y norma espiritual. Y es que Machado fue ante todo un filósofo que se aplicó al sentimiento que brota natural y nítido de la sabiduría popular, «decires y pensares». Su predilección por Unamuno, por su manera de expresar el sentimiento y sentir el pensamiento, hace que lo adopte como maestro. Dos psicologías tan distintas, pero tan indeclinablemente atrapadas en lo poético. Ni la Guerra Civil, ni las orillas de la distancia, hicieron variar a Machado de su consideración por Unamuno.
Ya en 1905 Machado escribe un artículo donde hace un retrato extraordinario del libro 'Vida de Don Quijote y Sancho', sobre el que Unamuno dijo haber volcado parte fundamental de su pensamiento. Machado lo abre al azar (posiblemente, sin azar) y se encuentra con este pensamiento: «La verdad no es lo que nos hace pensar, sino lo que nos hace vivir». «Lo que conscientemente admiro en Unamuno -escribe- es su heroica y constante actividad espiritual. Y tal vez esto sea lo que el pueblo, con profundo instinto, llama sabiduría». Celebra Machado que el vasco sea generoso, en contra de lo que se ha dicho, y que en la correspondencia personal exponga todo su pensamiento. Afirma que 'Vida de Don Quijote y Sancho' es un libro bien escrito. «Y Unamuno escribe bien. ¿Y cómo no, si piensa y siente bien?», sentencia.
Machado celebra en Unamuno haber sido precursor de una suerte esencial de una metafísica existencialista.
Baroja, el hombre bondadoso
La opinión de Machado sobre Baroja desdice todos los tópicos dedicados en vida a don Pío, pues para el poeta andaluz, reeducado en el paisaje castellano, Baroja era «una buena persona». Esta bondad la reclamó humildemente también para sí mismo Machado, pero no parece que al advertirlo en Baroja lo hiciera por algún cumplido. La consideración por el escritor donostiarra se resume en los catorce versos de un soneto, en el que Machado celebra la expansión de la mirada y sentimiento universal de Baroja.
«Atrás las manos enlazadas lleva,/ y hacia la tierra, al pasear, se inclina;/ todo el mundo a su paso es senda nueva,/ camino por desmonte o por ruina. Un soneto que remata con dos versos finales: De la rosa romántica, en la nieve, /él ha visto caer la última hoja». Machado valora el psicologismo y la modernidad de la narrativa del autor de 'El árbol de la ciencia', a quien dedicó varios artículos. Reseña lo que llama la «geografía del fracaso» que retrata Baroja en su pensamiento. Y en su libro 'Los Complementarios' hace unos apuntes muy agudos: «Entre Werther, suicida por amor, y Luis Murguía, el resignado por reflexión y vegetarianismo, está el protagonista de las novelas de Stendhal, el sádico mozalbete, el chulo afortunado, nexo erótico entre una aristocracia diezmada por la guillotina y socialmente decaída y la burguesía con zapatos nuevos, emancipada y ascendente».
Nadie como Baroja, afirma Machado, (1922) ha descrito el culto por la acción y «el conflicto entre el pensar y el querer. El personaje central de las novelas de Baroja suele ser un intelectual decididamente anti-intelectualista, que achaca su fracaso a la vida, su insuficiencia biológica y aun su propia inexistencia, a sus hábitos de reflexión».
A Grandmontagne le dedicó Machado un poema con motivo del homenaje que se hizo al escritor vasco en Madrid, después de su periplo americano, donde se dedicó al periodismo. También se comunicó don Antonio con Maeztu. En carta de 1935 Machado le hace saber a Maeztu su opinión negativa sobre su libro 'Defensa de la Hispanidad'. Machado expresa su poco entusiasmo por corriente españolista (sic) alguna.
Soneto dedicado a Pío Baroja
En Londres o Madrid, Ginebra o Roma,
ha sorprendido, ingenuo paseante,
el mismo «taedium vitae» en varios idiomas, en múltiple careta igual semblante.
Atrás las manos enlazadas lleva,
y hacia la tierra, al pasear, se inclina; todo el mundo a su paso es senda nueva,camino por desmonte o por ruina.
Dio, aunque tardío, el siglo diecinueve
un ascua de su fuego al gran Baroja,y otro siglo, al nacer, guerra le mueve,
que enceniza su cara pelirroja.
De la rosa romántica, en la nieve,él ha visto caer la última hoja.
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