Leonardo Padura y el exilio interior
Novela. ·
Una vez más, el escritor cubano levanta acta del desnorte dramático de su propia generación, nacida con la RevoluciónLeonardo Padura representa un caso particular y nada estereotipado de escritor. Es un disidente del régimen cubano, pero sigue viviendo en Cuba, donde mantiene con ... ese régimen una relación paradójica que le ha hecho acreedor de las más destempladas críticas y reproches. Por un lado, el gobierno de la isla no solo le tolera sino que -según sus detractores- le ha convertido en beneficiario de ciertas prebendas que le hacen la vida más que soportable. Por otro lado, no se priva en ninguna de sus novelas de ir levantando la más demoledora acta notarial de las fisuras, las lacras y las miserias de ese sistema heredero del castrismo agónico que hoy se parapeta tras la desprestigiada máscara de Miguel Díaz-Canel. En su pecado iría también su penitencia. A la vez que dicho régimen le consiente, le censura esas novelas que le han dado prestigio internacional y en las que ha convertido su exilio interior y su tristeza ante la sórdida y descarnada realidad cubana en un doloroso, estilístico y magistral manierismo que ha constituido una verdadera poética del desengaño y sus señas de identidad.
Padura nació en La Habana en 1955 y pertenece por tanto a una generación a la que -utilizando sus propias palabras- «le dieron hecha» la Revolución, que triunfó en 1959 y marcaría toda su formación, su participación en la ilusión colectiva, su dilatada decepción y ese duro posicionamiento vital de lacerante testigo del derrumbe que ha conformado el tono y el contenido de su literatura, invariablemente sumida en una inconfundible penumbra melancólica y crepuscular. Entrega tras entrega narrativa, nos ha venido contando, desde distintos ángulos, la historia de esa generación. Y así vuelve a hacerlo en 'Morir en la arena', una obra que se sale de su recurrencia habitual al género negro como metáfora de la violencia institucional que, bajo la coartada comunista, asola a su país.
En esta ocasión, el caso de asesinato no deja de hacer acto de presencia, pero lo hace ya resuelto. Es el que cometió en el pasado un tal Eugenio, apodado 'Caballo Loco', al asestarle ocho martillazos a su propio progenitor. Rodolfo, su hermano, es el verdadero protagonista de la novela. A los recuerdos que aún le atormentan a éste del parricidio familiar se suman los de sus traumáticas vivencias en la guerra de Angola, en la que Cuba participó entre 1975, año en que se independizó de Portugal el país africano, y 1991, enviando 300.000 hombres en lo que se conoció como 'Operación Carlota'.
Rodolfo acaba de jubilarse cuando le llega la desasosegante noticia de que ese hermano suyo, aquejado de un cáncer de páncreas en estado terminal, va a salir de prisión y alberga el propósito de instalarse en el antiguo domicilio familiar. Leonardo Padura sabe sacarle un técnico rendimiento novelesco a esa inquietante y angustiosa espera en la que resucitan los turbadores secretos y los lejanos terrores que su protagonista daba por sepultados. Aunque nos hallamos ante una reapertura emocional del caso que puede aportar nuevas revelaciones, Mario Conde, el detective y alter ego del autor, tiene una presencia más bien fugaz en el libro. Ese discreto papel del héroe, que adquiría más relevancia en entregas anteriores, encaja en ésta en la que el argumento policíaco da paso al drama humano, a la tortura de la espera convertida en toda una atmósfera de tensión, y en la que la tercera persona omnisciente que abre la primera página cede la palabra a una galería de personajes que narran en primera persona sus existencias marcadas por un régimen alienante y un presente de degradación nacional que se manifiesta de modo insoslayable en todo el repertorio de carencias domésticas: cortes de luz y de agua, escasez de alimentos y medicinas, sueldos paupérrimos frente a unos precios desorbitados para los bienes de primera necesidad.
Afortunadamente para Rodolfo, no todo es desalentador, asfixiante y amenazante en su vida. Su reciente jubilación ha venido acompañada de una nueva fase en la relación con su cuñada Nora, que ha revivido un amor mutuo de juventud, una suerte de sentimental asignatura pendiente y el regalo de esas inesperadas posibilidades de felicidad que en nuestra época se han dado en llamar 'segundas oportunidades'. Esa historia de recuperación del tiempo perdido abre una ventana luminosa en un paisaje desolador y en un texto en el que, por otra parte, también arroja abundantes haces de luz el estilo de Leonardo Padura y su jugosa prosa, prolija en descripciones coloristas no exentas del toque de nostalgia que deja la condición de exiliado interior.
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'En torno a 'Paris, Texas' de Wim Wenders' Varios autores
Homenaje a un clásico vivo del cine
Íñigo Linaje
La música espectral de Ry Cooder. Los vagabundeos en solitario de Travis por el desierto. La conversación escalofriante con su mujer en un club nocturno... ¿Quién no recuerda los fotogramas y algunas secuencias de 'Paris, Texas'? Son muchos los cinéfilos que guardan en su retina retazos de aquella cinta -estrenada hace 40 años- que exploraba los abismos de la soledad y la identidad humanas con una mirada gélida pero eminentemente lírica.
Galardonada en 1984 con la Palma de Oro en el Festival de Cannes, 'Paris, Texas' se reestrenó hace meses en las salas y, tanto la película como su director han sido objeto de múltiples homenajes. Conducida por la guitarra de Cooder, y con guion del inolvidable Sam Shepard, la película posee un evidente poso literario. Así lo han visto los responsables del volumen colectivo 'En torno a Paris, Texas, de Win Wenders', coordinado por el poeta David Mayor y los cineastas Vicky Calavia y Javier Estrella. Dividido en cuatro apartados, este libro exquisito y coral aborda el film desde tres prismas: el ensayo, el relato y la poesía. Además de los estudios pormenorizados de Sandra Santana y Alejandro Ratia, hay que destacar el acercamiento a Wenders de la periodista Conxita Casanovas y los textos autobiográficos de Marta Armingol y Eva Puyó. Si a eso sumamos la prosa de Ortiz Albero y los poemas de Nacho Escuín y Brenda Ascoz, tenemos un excelente menú para cinéfilos y amantes de la literatura.
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'Los nuevos' Pedro Mairal
Mairal y una novela de formación
Iñaki Ezkerra
En 'Los nuevos' el escritor argentino Pedro Mairal nos brinda una excelente novela de formación a tres bandas que tiene como fondo la ciudad de Buenos Aires, aunque termina en la capital de España, y que está protagonizada por tres muchachos que se hallan en ese tramo problemático que va de la adolescencia a la juventud: Thiago, Bruno y Pilar. Los tres habían llegado a formar una suerte de familia sustituta de la propia a la que la vida y las diferentes circunstancias han acabado disgregando. El fuego narrativo lo rompe el primero de los tres cuando despotrica en primera persona contra la terapeuta que le trata en un psiquiátrico al que ha ido a parar después de un incidente doméstico en el que casi mata a Vini, un hermanito que tiene de cinco años y al que adora por otra parte.
Thiago tiene dieciocho años. Hace ya uno que perdió a su madre y no se lleva bien con un padre que se ha echado una novia nueve años menor que él. Entre sus cuitas está la gran añoranza que siente por Bruno, un amigo bajista en cuyo hogar sienten un absoluto desprecio por sus inquietudes musicales y le han impuesto el destino de Wisconsin para estudiar Economía. Recluido en lo que Thiago llama la Era del Hielo, Bruno se las tiene que ver con un idioma que no domina y «va engordando de selfie en selfie con la comida gringa». Cierra el trío Pilar, que quiere dedicarse a la cinematografía; que siente algo más que una debilidad especial por Thiago y que siempre ha actuado de eje cohesionador del grupo.
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'Cervantes íntimo' José Manuel Lucía Megías
Don Miguel de Cervantes al desnudo
Julio Arrieta
El estreno de 'El cautivo', la última película de Alejandro Amenábar, ha convertido en tema de debate (sorprendentemente bronco en algunos casos) la vida privada de Miguel de Cervantes, sobre todo la parte más íntima de la misma, su sexualidad. La película plantea la posibilidad de que el autor de El Quijote pudo haber tenido algunas experiencias homoeróticas durante su cautiverio en Argel, una idea que ya expuso hace casi cuarenta años (y sin cosechar tanto escándalo) Arrabal. José Manuel Lucía Megías, asesor de Amenábar para su largometraje, aborda en 'Cervantes íntimo' esta cuestión, que él mismo reconoce haber descuidado hasta ahora. Autor de una monumental biografía de Cervantes en tres volúmenes, presidente pasado de la Asociación de Cervantistas y coordinador académico del Centro de Estudios Cervantinos, Lucía Megías dedica este libro a diseccionar y exponer las piezas del 'Cervantes mito' para buscar al 'Cervantes hombre', oculto bajo capas y capas de lugares comunes, manipulaciones, distorsiones y mentiras más o menos interesadas. Algunas de ellas, por cierto, creadas por el propio Cervantes. La mayor parte del texto se dedica a explicar cómo se construyó su personaje, el del genio de la literatura universal heroico e inmaculado. Su sexualidad y su presunta homosexualidad -que Lucía Megías c0onsidera un mito- se exploran en la segunda parte del libro, un ensayo fascinante, escrito con humor, rigor y sin prejuicios.
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'La palabra que vence a la muerte' Rob Riemen
Cuentos filosófico-dramáticos
María Bengoa
El libro de Rob Riemen es un híbrido entre el ensayo y el relato de escaso pulso narrativo, que exige acompasar la lectura a su grandilocuencia
Este es un libro híbrido cuya ambición queda patente en el subtítulo, 'Cuentos de verdadera grandeza'. Hay un pseudopersonaje al que el autor llama Grandeza y otro Gran Cantidad, comparecen en sus páginas los mandamases de las potencias políticas mundiales, la filósofa Simone Weil y notables escritores. Nada avisa de su condición mixta entre el ensayo y el relato de escaso pulso narrativo, ni del esfuerzo preciso para acompasar la lectura a su grandielocuencia.
«La palabra vencerá a la muerte» es la dedicatoria que escribió Thomas Mann en un ejemplar de 'La montaña mágica' al médico que estaba a cargo de su cuidado cuando ingresó de urgencia en el hospital de Zúrich, en 1955. El médico le preguntó sorprendido por qué la palabra y no los medicamentos y el enfermo, necesitado de descanso, dijo: «En otra ocasión se lo explicaré»; no pudo ser porque el escritor expiró al día siguiente. La novela clásica que cuenta la vida de Hans Castorp en un sanatorio tuberculoso se cierra con una pregunta: «De esta fiesta mundial de la muerte, de este temible ardor febril que incendia el cielo lluvioso del crepúsculo, ¿se elevará algún día el amor?».
Después de dedicar su primer relato ensayístico al gran Thomas Mann, en el segundo, Riemen da voz a Saint-Exupérycon referencias paraliterarias de cómo se gestó el archiconocido Principito -ese libro tantas veces preferido por los que no leen- y a la experiencia de un pediatra y autor de literatura infantil, Janusz Korczak, que confiaba en la educación como sólida brújula moral y pasó a la historia por su heroica muerte. En 1942 asumió la dirección de un orfanato en el gueto de Varsovia, tuvo ocasión de salir de Polonia con papeles falsos, pero no abandonó a los chicos a su cargo: los acompañó a Treblinka sabiendo que les esperaba la muerte. En el tercer relato filosófico la búsqueda de sentido se centra en la lectura como un arte de vivir; el silencio que se requiere para absorber textos poéticos y literarios ya no existe… es un lamento por la pérdida de la lectura focalizada y lenta. Y en el último texto, orientado a ser utópicos en tiempos distópicos, tiene relevancia '1984' de Orwell y se establece un diálogo con la musa de la Historia, Clío.
Las documentadas referencias de los alrededores de la literatura las disfrutará cualquier buen lector, pero será difícil evitar la sensación de mirar sin ser partícipe dada la ambigüedad de un formato que, cuando parece avanzar como relato, cambia las ganas de saber que hacen avanzar las páginas por razones filosóficas con un atrevimiento formal desconcertante. El gran Philip Roth dijo en una entrevista: «la literatura no es un concurso de belleza moral». No lo es, más bien aspira a reflejar la complejidad de la naturaleza humana.
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'El Kremlin de azúcar' Vladimir Sorokin
Distopía y carnaval
Pablo Martínez Zarracina
El alma totalitaria de Rusia encuentra en Vladímir Sorokin un intérprete brillante y original. Exiliado en Berlín desde la invasión de Ucrania, Sorokin reúne en 'El Kremlin de azúcar' quince relatos que devuelven al lector a su mundo travieso y distópico en el que todo resulta al tiempo disparatado y plausible. Lo conocimos en 'El día del opríchnik' (Alfaguara), una novela que nos metía dentro de la cabeza de uno de los funcionarios del Soberano, «fundamento sobre el que se alza la Madre Rusia», y trazaba una genealogía oscura y fantástica entre Iván el Terrible y Vladimir Putin. Ambientado en un 2028 reconocible y al tiempo alucinógeno, 'El Kremlin de azúcar' funciona como un pasadizo lleno de espejos deformantes que se devuelven sombras y reflejos. Las historias de Sorokin están protagonizadas por niños que saludan cada mañana a un retrato del Soberano que cobra vida y les responde mirándoles con sus ojos azules, por enanos que trabajan en la Cámara de Risas del Kremlin, capitanes de la Seguridad del Estado que interrogan a presos de la Lubianka y directores de cine que filman películas en las que el demonio estadounidense intenta corromper con regalos a los hijos de la patria.
Todo sucede en un Moscú en el que se fuman cigarrillos 'Patria', se utilizan robots chinos y «máquinas inteligentes» conectadas a una Red que ofrece respuestas y en el que el Kremlin, hogar del Soberano, está pintado de blanco y no alberga ya el mausoleo del innominado causante de «la Disensión Roja». Sorokin es un escritor satírico dotado de una imaginación original y desbordante. Su parentesco con autores como Swift y Rabelais es por ese lado indiscutible. También lo es por el lado de la penetración crítica, la insolencia contra todo tipo de oficialidad y el gusto por el desafío y la desmesura. En uno de los relatos de este libro un heroico opríchnik visita una «casa de tolerancia» y protagoniza una larga escena llena de excesos que resulta al tiempo rabelasiana, o sea, medieval, y futurista. Esa combinación está en el fondo del retrato que el autor hace de la Rusia de 2028 y recorre unos relatos que presentan la virtud de no parecerse unos a otros y de estar sin embargo constantemente conectados. 'El Kremlin de azúcar' funciona como un mosaico que participa del delirio y la denuncia y tiene otro gran atractivo en la propia escritura de Sorokin. A través de la magnífica traducción de Jorge Ferrer, resuena en estas páginas, a todo volumen, una voz rebosante de expresividad, fuerza, referencias y hallazgos. Lo que esa voz entona es una melodía ferozmente carnavalesca que envuelve una verdad vieja como el hombre y sin embargo de constante actualidad: nada tan ridículo como el poder.
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'Proleterka' Fleur Jaeggy
Lo que se hunde y lo que flota
Elena Sierra
'Proleterka' es el nombre del barco en el que la narradora y su padre -y un grupo de amigos de este, personas que la hija no tiene ningún interés en conocer- hacen un viaje. El único que hacen juntos, ya que la separación de sus progenitores, siendo ella muy niña, llevó a que apenas se vieran. Tampoco es que viera mucho a su madre, la verdad, cosas de la alta burguesía. Ese es el primer choque en esta novelita de Fleur Jaeggy: del nombre del barco que remite al proletariado a los usos y costumbres de quienes tienen, o tuvieron, dinero. Son lo que queda de otra época, la narradora y los suyos; otras personas están en alza, ellos de capa caída. Todo en su familia es pasado, o al menos ella no ve futuro: las empresas perdidas, los familiares y amigos perdidos, la posición perdida, el país perdido, el afecto perdido...
Hubo una estructura y ya no, parece querer decirnos la autora. Por eso, la novela tiene estructura, pero no. Va de un tiempo pasado a otro, en fragmentos muy cortos, para retratar la vida de esta gente... o solo de esta narradora, que vive aislada, observando, rompiendo algunas normas de los de su clase. Poco vamos a saber de ella, más allá de la aparente frialdad con la que cuenta. Es el resultado de la ruptura de una familia y un mundo. Quedan fotos y papeles, un piano, pocos recuerdos. Y una gran mentira, también. En fin, grietas y polvo. Desasosiego. 'Proleterka' es una de las novelas de Jaeggy que Tusquets está reeditanto este año, todas cortas y complejas.
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'La casa de los artesanos' Frédéric Laffont
La meca del buen gusto
Abraham de Amézaga
No se trata de un libro de moda. ¿De una firma de lujo? Unos dirán que sí, aunque sus fundadores y generaciones venideras la denominarán «casa de objetos». Estamos ante una obra sobre hombres y mujeres, sobre artesanos, familias o «tribus» que desde hace casi dos siglos están detrás del paradigma de lo bello y funcional «chez» Hermès. Y sobre todo en una dirección, el 24 del Faubourg Saint-Honoré parisiense, templo en el que desde 1880 transcurre la aventura; donde la inmersión da comienzo desde el exterior, con sus espectaculares escaparates que mudan cada tres meses, y hasta escuchamos música. Dentro, los resultados de oficios o «métiers», que sobrepasan la quincena, llegan en mil formas, tamaños y colores a sus afortunados adquisidores, dentro de cajas naranjas. Allí, en ese templo del buen gusto que hasta tiene un museo, que no lo es para sus impulsores, quizá por aquello de que más se parece a caverna de Alí Babá, pero en su versión caballos -el primer cliente de la «maison»- y universo del viaje, Laffont ha «vivido» meses para poder escribir 'La casa de los artesanos' -Au 24 Faubourg Saint-Honoré, en su título original, editado por L'Iconoclaste-. Lo ha observado todo y ha entrevistado a un buen número de sus protagonistas, cual detective. Nos llega una traducción al español impecable, de Lydia Vázquez, escritora, catedrática de Filología Francesa y desde recientes fechas Caballera de las Artes y las Letras de Francia.
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'Canción segunda' Fabio Morábito
Segundas oportunidades
Jon Kortazar
El autor de 'Canción segunda', Fabio Morábito (1955), es un reconocido poeta que reside en Ciudad de México. La contraportada del libro explica el título a través de un motivo de uno de los poemas, que remarca que la canción segunda es aquella que entra en los créditos de una película cuando son tan largos que acaba la canción principal. Esta música es más humilde y ocupa el lugar de los reservas, de aquellos que relevan a los titulares: «Pero el desfile en la pantalla continúa/ y entonces entras tú al relevo,/ canción segunda,/ mientras se prenden las luces» (15). Sin embargo, merece la pena detenerse en el primer poema, donde el protagonista, el hermano menor, sigue en la mar la estela del mayor y consigue: «ir a donde era hondo». Esa resulta la función simbólica de la segunda oportunidad: «llegar más hondo» en la comprensión de una realidad a la que la voz del poeta mira con extrañeza, ironía, y con unas gotas de asombro.
Las cinco secciones de libro comienzan con poemas que se unen en torno a un tema: El cine, el viaje y las ciudades, la vida cotidiana, la religión y el agnosticismo, los aviones… pero pronto el discurso se desenvuelve en la observación de la realidad y en la búsqueda de un sentido de las cosas en una poesía del contraste y del ingenio que puede resumirse en esta cita: «Nadie comprueba la verdad de un epitafio, / ese horóscopo invertido/ que predice lo vivido y no el futuro».
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