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Es posible que, cuando se supo en Maguncia que el vecino Johannes Gutenberg acababa de inventar la imprenta, alguien dijera que estaba creciendo la lista ... de las cosas que las máquinas pueden hacer bien. Es justamente lo que se ha dicho ahora a propósito de la IA. También se diría algo muy parecido cuando Jethro Tull ideó la sembradora de tracción equina, que alarmaba a los trabajadores; recelaban que serían menos necesarios y perderían su empleo. Es probable que Tull argumentara que se trataba de compaginar, no de sustituir; también eso se dice ahora al hablar de la IA. Tull, por cierto, no sabía que su nombre se haría muy famoso no por sus méritos, sino porque fue adoptado tres siglos más tarde por un grupo de rock inglés.
Es lo que tiene el futuro, que da sorpresas porque no se le conoce de antemano. Entre esas sorpresas siempre hay sitio para una pizca de desdén; lo que ayer era un escándalo de modernidad se vuelve hoy un artefacto. No todos los inventos envejecen igual, desde luego. La guillotina, en sus años de esplendor, se llevó por delante a sus principales impulsores, y luego perdió presencia. La diferencia es que los inventos de antaño los traía al mundo la inteligencia natural, que ahora chirría un poco no por obsoleta -no lo está de momento- sino por arbitraria. No hay consenso sobre la estulticia natural, pero haberla hayla, y se la nota.
La IA, en cambio, se sale de los límites a los que estamos acostumbrados; las palabras que la explican y la impulsan surgen de la inteligencia de toda la vida. Hay algo curioso en el debate, y es que si algo define a nuestro tiempo es la búsqueda de la emoción impactante como motor social. La revolución de las redes ha empobrecido el ágora -la parlamentaria también, ciertamente- por legitimar la prevalencia del impulso emocional sobre la razón. La IA sale a la palestra justo cuando las redes sociales buscan esquivar la reflexión y formar tribus gregarias y manipulables. Homero quiso sin duda emocionar a los otros cuando Héctor se quita el casco para no asustar a su hijo en el Canto VI de la Ilíada, pero Homero tenía cierta exclusividad y el mundo era más joven. Hoy todos quieren emocionar a todos, y justo cuando la emoción se globaliza aparece la IA en escena. En fin, feliz cuesta de enero.
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