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La muerte de Mario Vargas Llosa ha removido la atención de lectores y opinión pública sobre el conjunto de una obra narrativa y crítica (su ... libro sobre García Márquez es un ensayo, riguroso diálogo intelectual), y se ha insinuado tímidamente si el laureado novelista peruano escribió poesía en algún trecho de su andadura. Aunque de joven leyó y escribió poesía, apenas publicó algunos poemas sueltos en revistas, contagiado por el entusiasmo por la lírica de Neruda, que llegó a aprender de memoria, sobre todo algunos poemas de 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada'. Contaba Vargas Llosa que este libro le interesó mucho más cuando su madre le prohibió su lectura en su juventud. Cierto es que el novelista hispano peruano tuvo alrededor una nómina de colegas poetas que podían haberle arrastrado por ese camino, sin descuidar por ello el narrativo, pero su poesía no tiene asiento destacado en el conjunto de su obra.
Con la estela de otro ilustre peruano, César Vallejo, la nómina de poetas de este origen fue importante, porque la mayoría actuaron y residieron en Europa, con una vocación diplomática y política que sobresale, teniendo la ciudad de París como residencia, inspiración y aspiración. Es el caso de Leopoldo Chariarse, Emilio Adolfo Westphalen, Javier Sologuren, Jorge Eielsson, César Moro, Martín Adán, José María Eguren, o Alejandro Deustua. Perú aporta a esa tribuna de la lírica otros autores con quienes Vargas Llosa estuvo especialmente relacionado, caso de Ciro Alegría, José M. Arguedas o Manuel Scorza, novelista a su vez como sus compatriotas peruanos. Scorza, que falleció trágicamente en un accidente de aviación de 1985 en Barajas, editó alguna revista literaria universitaria, en la que publicó algún poema de Vargas Llosa. Del mismo modo, los poetas chilenos, el referido Neruda, y argentinos, como Borges, de educación y referencias también muy agarradas a Europa, no sólo por razones personales.
Pero el Nobel peruano no descuidó la poesía de los demás. En una conferencia pronunciada en 2005 en Madrid se refirió una vez más al valor de la lírica, como motivación y acento de todo discurso literario que pretenda ahondar en la condición humana, y habló de «los otros poetas» que había encontrado en el camino, tanto en América como en Europa. La conferencia se publicó como opúsculo, prologado por Luis Antonio de Villena, en el programa promovido por la Fundación Loewe.
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