Unos diarios 'anticomplacientes'
Eduardo Laporte
Viernes, 29 de agosto 2025, 22:49
Está la autocomplacencia, esa capacidad para ponerse a uno mismo medallitas, merecidas o no, y luego la anticomplacencia, neologismo que la RAE no recoge pero ... que ayuda a definir el tono que impregna los diarios de Rosa Chacel. Porque fue anticomplaciente con los demás pero también con ella misma, como señala Elena Medel en el prólogo de la compilación de toda la obra íntima que ha publicado Seix Barral en un solo tomo de 1.107 páginas. Una actitud en lucha que se mantiene en el ciclo diarístico escrito originalmente bajo nombre de 'Alcancía' (forma arcaica de llamar a la hucha), pero también, como apunta la poeta Medel, en sus novelas, ensayos, poemas y memorias. A menudo leemos críticas a su propia obra, «porque mis cosas se dice que son demasiado profundas».
Basta leer unas pocas entradas para comprobar que la escritora no coge la pluma para bailar el agua a nadie, por muy poderoso que sea, lo que puede tener sus consecuencias. Sus comentarios eran «temibles» como recordaría la escritora feminista Felicidad Orquín: «Nosotros [Juan Eduardo Zúñiga y ella] acabamos distanciándonos de Rosa porque tenía una lengua terrible». Y recuerda unos dardos a Antonio Machado que supusieron el fin de su amistad.
En los 'Diarios', despliega esa lengua con personajes tan venerados como Miguel Delibes en momentos, además, delicados, pues en 1975, fecha de la entrada, andaba inmerso en el duelo por la muerte de su esposa. Así, leemos el 26 de enero de aquel año: «Ayer, recepción de Delibes; el discurso, una tanda de lugares comunes, pero conmovedor, porque el pobre está hecho migas». Dos páginas antes, le ha enviado un par de 'recados' al escritor italiano Alberto Moravia, al que tilda de «poco atractivo, poco interesante» y «más bien antipático».
No hay que leer estas páginas como un ajuste de cuentas, sino más bien como un derroche de naturalidad. Chacel se relaja y escribe más para sí que para los demás, lejos de la densidad y tensión estilística de sus obras narrativas; algo que comparte con Virginia Woolf, cuya voz en diarios y novelas también es llamativamente distinta. Los 'Diarios' de Chacel permiten también acercarnos al día a día de una exiliada. Como esa golondrina que ve pasar, «hace mil años, en Buenos Aires», desde la ventana de una amiga; fue tal su asombro que su amiga la definió como «la expresión más radiante» que había visto nunca. Eran tiempos mortecinos pero aquella visión tuvo algo de salvífico, como en la canción de Silvio Rodríguez dedicada a la gaviota, «blancura de lirio y vals del equilibrio». Como si Chacel, con esas pequeñas revelaciones, se aceptara un poco más, a ella y al mundo.
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