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A sus increíbles 95 años, Héctor Alterio sigue cogiendo aviones y subiéndose a los escenarios. Mañana estará en el teatro Campos con 'Una pequeña historia', ... una obra escrita y dirigida por su mujer, Ángela Bacaicoa, en la que hace memoria de una vida que volvió a empezar justo hace medio siglo, cuando el actor y su familia se quedaron en España para escapar de la dictadura argentina.
Acompañado al piano de Juan Esteban Cuacci, el protagonista de 'La historia oficial' y 'El hijo de la novia' recita tangos, recupera los versos de León Felipe con los que se ganaba la vida recorriendo la España de la Transición y se ve a sí mismo de niño, hijo de inmigrantes italianos, en el barrio porteño de Chacarita. Historia viva del cine y el teatro argentino y español, que, promete, seguirá al pie del cañón hasta que el cuerpo y la memoria aguanten.
–¿Cómo se contempla la vida a los 95 años?
–Ja, ja. Vaya pregunta. Si yo puedo reaccionar a esa pregunta es que la cosa va bien. Digamos que sigo adelante.
–¿Qué tal está de salud?
–Tengo 95 años. Eso trae como consecuencia desequilibrios, añoranzas, inestabilidad. Pero lo llevo muy bien, no soy ningún genio.
–¿Cuál ha sido su mejor edad?
–Depende desde qué ángulo contemple mi vida. Si hablamos de salud pienso mucho en los 17-18 años, cuando empieza todo y te enfrentas a las acontecimientos de la vida de cualquier ser humano. Un despertar sorpresivo a cosas que no me esperaba, una fiesta permanente. Entonces estaban mis padres y mis hermanos vivos. Aceptaba todos los trabajos, hoy dudo de que lo hiciese.
–¿Su familia no le dice que se quede en casa y evite este trajín?
–La única que queda en casa es mi mujer, mis hijos ya se fueron, Ernesto y Malena tienen sus respectivas familias. Mi mujer es psicoanalista, por lo que sus respuestas son realmente importantes. Tampoco me ocurre tanto lo de viajar, no creas.
–Mario Pardo, de 80 años, me decía el otro día que un actor no se jubila.
–Je, je. ¿Jubilar implica no trabajar más y recibir el sueldo? No lo entiendo. Es algo que no me preocupa, solo me aterra no poder memorizar el texto. Ahora me cuesta más que veinte años atrás.
–¿Piensa en la farmacia de Buenos Aires que limpiaba cuando se tuvo que poner a trabajar con 11 años al morir su padre?
–Sí. Recuerdo que una vez estaba barriendo y alguien me distrajo. Golpeé con el mango de la escoba un frasco gigante de colonia Atkinsons en un expositor. Estalló en mil pedazos y la farmacia estuvo perfumada durante meses.
–¿Cuándo se sintió actor por primera vez?
–Es muy linda esa pregunta. No hubo un momento concreto, todo es más vago. Con 14 o 15 años veía las caras de mis amigos cuando me escuchaban y me sentía protagonista. Lograba que prestaran atención a lo que hacía, se entretenían y divertían. Eso me hacía sentirme bien, con cierto poder.
–En 1974 llega al Festival de San Sebastián para presentar 'La tregua' y ya no regresa a Argentina.
–Recibí un mensaje de Buenos Aires diciendo que no podía moverme de España, que la Triple A me tenía en su lista negra. Si regresaba estaba muerto. Siempre me viene una imagen inalterable: mi mujer con mi hija Malena en sus brazos, apenas un bebé, y Ernestito cogido de sus faldas en el aeropuerto de Barajas. Mirándome todos expectantes, emocionados, antes de abrazarnos. Esa fotografía la tengo inalterable.
–¿Se siente argentino o español?
–No me siento nada. Ni una cosa ni la otra. O las dos cosas juntas. Quizás hubo un momento en que me preocupara, pero lo superé después de tantos años. Ya ni me acuerdo. Cuando me preguntan ahora por el exilio o el destierro no sé qué contestar. Mi estado de ánimo no se entorpece por esas situaciones. Estoy al final de mi carrera, y no me preocupa ni mi carrera.
–No sé si preguntarle por Milei.
–Je, je. Me divierte. Veo su cara y la actitud que tiene y me llama la atención. Más allá de eso, no vivo en Argentina. Lamento mucho que no se resuelva de alguna manera, pero se resolverá. La vida tiene estas cosas. Pasará, como todo.
–Tiene dos hijos que han resultado actores estupendos. ¿Ve sus películas con ánimo crítico?
–Algo de eso hay, pero no le doy mucha importancia. Me entretengo mucho con el trabajo de mis hijos y con eso me basta. Sé que no paran de trabajar y que les va bien. Lo que me interesa es su salud y su estado de ánimo, lo demás se resuelve solo.
–¿Lo peor de ser viejo es echar de menos a los amigos que ya no están? Juan Diego, Pilar Miró...
–Sí. La vida es el patrón, te quita y te da. Y yo estoy supeditado a la vida. Sigo aprendiendo algo nuevo cada mañana, sobre todo a no pisar donde he resbalado.
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