«Soy un chico de Irala que de pequeño, desde que vio a John Wayne, soñó con ser actor»
«Todo lo que me ha pasado desde que hice el 'casting' de 'Maixabel' ha sido un suma y sigue maravilloso que me ha llevado a ganar un Goya»
«Aquí estoy, ¡eh, ama! Aquí estamos», dijo un muy emocionado Urko Olazabal (Bilbao, 1978) el sábado por la noche en el escenario del Palau ... de les Arts de Valencia. Acababa de ganar el Goya al mejor actor de reparto por su interpretación en 'Maixabel' del etarra Luis Carrasco, uno de los asesinos de Juan Mari Jáuregui. «Llegar aquí, pues, no es fácil, y hemos llegado», constató un intérprete cuya vida vuelve a dar un giro. Nada más volver a Bilbao ayer a media tarde, sus amigos se lo llevaron de 'cacharros'. «Había dicho a una coleguilla que me fuera a buscar al aeropuerto y, en vez de llevarme para Muskiz, me ha traído a Miribilla. Ahora mismo, mis amigos han secuestrado al 'cabezón' y están haciéndose fotos con él. ¡No les importo yo! ¡Les importa el premio!».
- Ha pasado de no salirle trabajo como actor y caer en la bancarrota como director a ganar un Goya y un Feroz. ¿Cómo se siente?
- Creo que no he asimilado todo lo que me está pasando. En cuanto he visto a todos mis amigos aquí, me ha entrado una llorera y he tenido que aguantar porque sabía que me ibas a llamar y no quería entrar en emoción pura. Porque, una vez que empiezo a llorar, no paro en siete días. Qué más puede pedir un actor que era un desconocido que la unanimidad que ha habido sobre mi trabajo y que estar en el punto de mira de todos.
- Era el favorito de los medios, de los críticos y de los tres compañeros que competían con usted por el Goya. ¿Cómo lo llevó?
- Con las nominaciones el premio ya estaba en casa. Haber hecho 'Maixabel' ya era un premio. Todo lo que me ha pasado desde que hice el 'casting' ha sido un suma y sigue maravilloso que me ha llevado a ganar hasta un Goya. He entrado en los auditorios feliz, contento, sabiendo que el trabajo que habíamos hecho es muy potente y muy bonito. La presión la empecé a notar cuando la gente me daba por favorito. No quería defraudar a mis amigos y a mi familia, pero no estaba en mi mano.
- Me da la impresión de que lo pasó peor el sábado en el escenario que delante de la cámara de Iciar Bollaín.
- Conozco mis emociones y mis reacciones, e intento trabajar con eso delante de la cámara. Sé apartar el nerviosismo para trabajar el personaje. ¿Qué ocurre? Que, cuando te pones delante del micrófono, dices 'gabon' y ves el auditorio lleno con lo mejor del cine español, te entran los nervios por no decir nada que no quieras decir. Vivir esto es algo único. Me siento un privilegiado.
- Seguro que hubo mucha gente que en su casa se preguntaba quién es Urko Olazabal, de dónde ha salido. ¿Que les diría?
- Soy un chico de Irala que de pequeño, desde que vio a John Wayne, soñó con ser actor. Un chico que poco a poco ha ido aprendiendo a trabajar en el cine, a vivir el cine. Y al que, después de varios baches en la vida, cuando menos se lo esperaba, cuando ya tenía la vida solucionada, le aparece esto. Ha llegado a lo que estaba persiguiendo desde niño. Es lo más maravilloso que le puede pasar a alguien.
- El camino no ha sido fácil. Superó un cáncer, se arruinó como director, pero no se rindió, siguió ahí.
- Sí, seguí. Fueron mi mujer, mis amigos y mi familia los que me ayudaron a quitarme de la cabeza el hecho de dejarlo. Me dijeron que llevaba muchos años en ello, que me iban a apoyar, que nunca me iba faltar trabajo... Tengo la suerte de que mis amigos están bien establecidos y siempre iba a tener trabajo.
- ¿Qué va a hacer a partir de ahora?
- Me apetece un montón seguir dando clases de interpretación en la escuela Bizie de Bilbao. Eso no lo voy a dejar. Pero me apetece hacer cine, trabajar personajes, llenarme de ellos y, sobre todo, aprender mucho de cada reto artístico, porque eso es lo que también me va a hacer evolucionar como persona.
Teatro y cine
- Usted iba para actor de teatro.
- Sí. Empecé en la BAI, la escuela de teatro de Barakaldo. Allí aprendí durante cuatro años en los que convertí la vehemencia de mi juventud en sensibilidad. Domaron el temperamento fuerte que tenía. Hacía cortos para salir yo. La vanidad del joven actor... Me metí a hacer teatro porque quería ser actor de cine y, al final, acerté. El teatro fue mi forma de aprender a buscar el lado emocional de los personajes. Para ser actor de cine, creo que es imprescindible pasar por el teatro.
- Supongo que ahora se le amontonan las ofertas.
- Sí, tengo unas cuantas. Ahora hay que mirarlas. Lo que más me interesa es el reto artístico, aprender de los personajes, sacar personajes diferentes que me supongan un desafío porque, si no, no me parece divertido.
«Fueron mi mujer, mis amigos y mi familia los que me ayudaron a quitarme de la cabeza dejarlo»
- Ha interpretado a dos etarras, en 'Maixabel' y 'El instante decisivo', y a una víctima, en 'Patria'. ¿Diría que sí a otro proyecto en torno a la historia de ETA o le apetece pasar esa página?
- Ahora mismo me gustaría hacer otras cosas, pero, si de repente hubiera otra película que pudiera seguir abriendo los ojos y cerrando las heridas del llamado conflicto vasco, la haría. Si por medio del arte podemos acabar de un plumazo con todo lo que se ha sufrido en este país con la violencia de ETA, sería algo maravilloso.
- ¿Se ve haciendo comedia?
- La gente dice que sí, pero yo no me veo tan gracioso. (Risas). Nunca se sabe. Antes te he hablado de retos y verme haciendo reír a la gente es uno. ¡Por qué no!
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