Fin de la temporada de la ABAO: Un 'Otello' contra viento y marea y la Orquesta Sinfónica de Kiev
Empeño ·
La soprano Ermonela Jaho y el tenor Jorge de León, bajo la batuta de Francesco Ivan Ciampa, lideran el montajeNada más empezar, la naturaleza estalla como una premonición. No hay compás de espera, solo furia y violencia desatadas. 'Otello' arranca con un maremágnum de ... arpegios y fusas enloquecidas. El rugido no se mitiga ni cuando Otello, general africano de la Armada veneciana y gobernador de Chipre, desembarca en el puerto y aúlla '¡Alegraos! ¡El orgullo musulmán está sepultado en el mar!', rodeado de la muchedumbre que celebra la victoria contra los turcos. Estamos en el siglo XV, con la guerra y el odio como telón de fondo. Es una escena imponente, que se prolonga seis minutos y exige control y resistencia para no salirse de madre. Algo que anoche, pese a los quebraderos de cabeza de hace semanas, se intentó por todos los medios en el Euskalduna.
Era el broche de la temporada de la ABAO y había que echar el resto, pese a que la Orquesta Sinfónica de Kiev no se encuentra en su mejor momento y es imposible ocultarlo. En 2022 huyó de Ucrania y desde el pasado verano tiene su sede en Alemania. Sortea la quiebra como puede y es la única formación que pudo encontrar la ABAO como reemplazo de la Sinfónica de Bilbao. Recordemos que se canceló el compromiso de la BOS por decisión de la propia directiva de la orquesta bilbaína ante el temor de que los músicos se declararan en huelga por el conflicto laboral interno que arrastran desde el año pasado.
La ABAO en ningún momento contempló la posibilidad de anular las funciones y tampoco se planteó limitar el acompañamiento instrumental de una ópera de la enjundia de 'Otello' a un mero piano, como se hizo hace siete años en 'Don Pasquale' por la huelga de Euskadiko Orkestra. Conclusión: la Sinfónica de Kiev hizo lo que pudo y se llegó a buen puerto gracias a la experimentada batuta de Francesco Ivan Ciampa.
En el empeño le siguieron tanto el Coro de Ópera de Bilbao (y los niños de la Sociedad Coral) como un reparto de prestigio, liderado por Ermonela Jaho (Desdémona), Jorge de León (Otello) y Claudio Sgura (Yago). Son colegas bien avenidos, hay química entre ellos y en todo momento se ayudaron mutuamente para sortear los imprevistos y escollos. La más aventajada y cómoda en escena fue la soprano albanesa Ermonela Jaho, que sedujo de principio a fin, pese a que muy probablemente habría llegado todavía más lejos bajo otras circunstancias.
Tradicional y estático
Lo que no impresionó fue el montaje con dirección de escena de Ignacio García, que ya se vio en el Euskalduna hace 10 años, aunque en esta ocasión el vestuario (con anacronismos llamativos como la casaca y botas altas de Otello y el vestido rojo de Desdémona en el tercer acto) fuera de Gabriela Salaverri y no de Lorenzo Caprile. Tradicional y estático, respeta la ambientación de la trama, con una serie de columnas móviles, arcos y escaleras, además de un faro y una cama, que se ajustan a los cánones tradicionales pero no emocionan. En general la dirección actoral pecó de esquemática y estereotipada, aunque se viera que los intérpretes estaban entregados y con la fuerza dramática de la música corriendo por las venas. Con pautas más atinadas en la gestualidad y el movimiento escénico, se habría ganado en dinamismo.
Un acierto muy logrado, eso sí, fue mostrar a Desdémona en primera línea, encabezando a la multitud que espera a Otello en el puerto. Ermonela Jaho aparece de blanco inmaculado, identificada en cuerpo y alma con la noble veneciana destinada a morir estrangulada en la cama. La imagen es potente aunque en ese instante no le corresponda cantar. Aunque no tiene que esperar mucho, porque en el primer acto hay un dúo de amor con Otello ('Ya en la noche densa se extingue todo clamor'), que le permite hacer gala de fuelle, un legato con personalidad y fuerza expresiva. No importa que el centro suene ocasionalmente mate.
La soprano hizo valer su experiencia y calidad, con otros momentos álgidos como la 'Canción del sauce' y el 'Ave María', cargadas de presagios y angustia. Desdémona intuye que la muerte le espera en las manos de Otello y, pese a todo, es capaz de quedarse dormida. Todo un fenómeno de paz espiritual que Ermonela Jaho encarna sin esfuerzo. Aun así, se la notó demasiado cauta. No parecía el animal escénico de otras ocasiones, y es una pena porque hablamos de una historia superlativa y vigente como el primer día. Los dramas de Shakespeare nunca pasan de moda. Locura, celos y racismo son los mimbres que sostienen esta obra maestra.
Crisis de identidad
Otello es un héroe de pies de barro, acomplejado y neurótico, que se derrumba en cuanto le hacen sospechar de la fidelidad de su mujer. Negro (aunque ya no se maquilla a los intérpretes como antaño) y musulmán convertido al cristianismo, ha llegado muy alto en un mundo de blancos sin haber superado las vejaciones y ultrajes del pasado. Vive con miedo y su mayor pavor es perder lo que más ama: Desdémona. La sospecha le hará perder la cabeza y lo más socorrido es recurrir a gimoteos, aullidos o ataques epilépticos. El tenor Jorge de León lo evita a toda costa para ofrecer un retrato lleno de claroscuros.
En su versión se muestra un hombre roto desde el principio, con una grieta interior que va creciendo poco a poco. El cantante canario brilla con detalles de calidad, pese a que a veces no logre dosificar el torrente de su voz, ni el vibrato ni la irregularidad ocasional del legato. El papel de Otello es de una exigencia máxima, porque no solo requiere un caudal sonoro monumental sino también habilidad para el matiz. El artista de Santa Cruz de Tenerife acierta en las intervenciones que muestran más vulnerable a Otello, particularmente en 'Dios, pudiste haberme dado todas las penas de la pobreza y el oprobio...' (que empieza cantando tumbado de espaldas en el suelo, como un animal abatido) y en 'Que ningún hombre me tema porque me vea armado', cuando descubre el engaño del que ha sido víctima y decide acabar con su vida.
Al final siempre surgen las mismas preguntas. ¿Por qué no despejó sus dudas con Desdémona? ¿Tanto le costaba hablar con ella y averiguar la verdad? Pues sí. Es un insensato que prefiere callar y enloquecer, víctima de una advertencia envenenada: «¡Vigilad!». Así se le hace dudar de la honestidad de su mujer y luego basta un pañuelo perdido –regalo de amor de Otello– para desatar todas las pesadillas. El instigador de la tragedia es Yago, un alférez ambicioso que desprecia la raza de Otello y envidia sus triunfos. Para meterse en la piel de un personaje tan sibilino hace falta ser un actor mayúsculo y tener una paleta sonora más variada que la del barítono Claudio Sgura. De timbre algo velado y monótono en la expresión, se echó en falta la truculencia nihilista que da escalofríos cuando se escucha el manifiesto vital de Yago: 'Creo en un Dios cruel'. No obstante, hay que reconocer que se desenvolvió con naturalidad en el canto escurridizo y viscoso con el que envuelve a sus víctimas (y no solo a Otello).
Como era de esperar, Mikeldi Atxalandabaso, un secundario de lujo, fue irreprochable como Cassio, el capitán al que Yago presenta falsamente como amante de Desdémona. La honestidad y temple del militar se reflejaron en la centelleante proyección de la voz del tenor vasco. Una flecha que llega hasta la última fila. Así es también el estilo de Verdi. Directo y claro, también en 'Otello', una ópera moderna, muy libre formalmente. Concisa, conversacional y fluida, rompe la gramática y sintaxis de la música para conseguir el impacto necesario. Anoche se hizo lo posible para hacerle justicia.

20, 23 y 26 de mayo
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Intérpretes. Jorge de León, Ermonela Jaho, Claudio Sgura, Mikeldi Atxalandabaso, Ana Tobella... Más el Coro de Ópera de Bilbao y los niños de la Coral.
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Orquesta. Sinfónica de Kiev, con Francesco Ivan Ciampa.
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Director de escena. Ignacio García.
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