Músicos ucranianos al rescate de la ABAO
Tienen entre 24 y 35 años, alegría de estar en este mundo y hambre de futuro como casi todos los jóvenes. «Vivimos el momento y ... cada concierto como si fuera el último. Así no dispersamos la energía y estamos a lo que hay que estar», explica Kateryna Demianchuk, mientras entra en el hotel Palacio de Oriol de Santurtzi, cargada de bolsas con mucha fruta y verdura «que es lo más sano para el desayuno». No solo es violinista de la Orquesta Sinfónica de Kiev, sino también una mujer muy pragmática.
En el jardín del hotel, le esperan Dmytro Pashynskyi y Viktor Hlybochanu, sentados en un banco, a la sombra de unas palmeras. El primero es el clarinetista principal y el segundo lidera a los violines de la orquesta. Se les ve más relajados que el 6 de mayo, cuando llegaron a Bilbao en autobús desde Monheim am Rhein, la ciudad alemana donde viven desde el pasado verano, para meterse entre pecho y espalda 'Otello', una ópera de Verdi que nunca habían tocado ni soñado hacerlo. «Nuestro punto fuerte no es el repertorio italiano, pero en esta vida hay que atreverse. Si te arriesgas, aprendes algo. Si te quedas en casa, no aprendes nada», reflexiona Kateryna con lógica aplastante.
Función de 'Otello'
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Intérprete Jorge de León, Ermonela Jaho, Claudio Sgura, Mikeldi Atxalandabaso, Anna Tobella... Más el Coro de Ópera de Bilbao y niños de la Coral.
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Orquesta Sinfónica de Kiev, bajo la dirección de Francesco Ivan Ciampa.
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Director de escena Ignacio García.
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Producción ABAO, con patrocinio de Kutxabank.
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Dónde y cuándo Euskalduna, hoy a las 19.30 horas.
Esta tarde, a las 19.30 horas, se despedirán del público del Palacio Euskalduna. Fueron el reemplazo providencial de la Sinfónica de Bilbao y salvaron la temporada de ópera, después de que la propia directiva de la orquesta vasca cancelara su compromiso con la ABAO ante el temor de que los músicos se declararan en huelga por un conflicto laboral interno que arrastran desde el año pasado. En poco tiempo se contactó con más de 50 orquestas y la única disponible era la formación ucraniana. «Nadie dudó en hacer las maletas y venir aunque, la verdad, no hayamos estado finos. Solo tuvimos tres días de ensayos, pero nos hemos aplicado muchísimo. Y por supuesto que todavía hace falta pulir algunas cosas; siempre se puede mejorar. Hemos tenido tres funciones y está claro que la mejor será la de hoy», certifica Viktor, con el puño cerrado y una sonrisa.
Es natural de Hertza, una localidad muy cercana a Rumanía. Domina cuatro lenguas (ucraniano, ruso, inglés, rumano) y se hace entender en alemán. Hace tres años que dejó su país junto a sus compañeros de la Sinfónica de Kiev y se ha conjurado con ellos «para no bajar los brazos, seguir trabajando y ser feliz en la medida de lo posible». Estos días ha recorrido los alrededores del hotel y «algo de Bilbao», una experiencia que le ha llevado a sacar una conclusión bastante curiosa: «Creo que aquí hay muchos ricos, hay edificios magníficos, la gente viste muy bien y se nota que se preocupan mucho por su físico». Algo que en su opinión no es tan habitual en Alemania, donde la orquesta lleva casi tres años en calidad de 'embajadora de la cultura ucraniana'.
Dmytro es el único que antes de la invasión ya tocaba en la Sinfónica de Kiev. Desde el principio ha ocupado la plaza de clarinetista, pero también toca el saxo, la flauta y la sopilka, un instrumento de viento popular ucraniano que puede llegar a imitar el canto de los pájaros y el zumbido de los insectos. «Soy un hombre que ama la naturaleza. El mar y el verde son mi elemento. Aquí estoy a gusto, sobre todo cuando pido pintxos con pulpo. Qué ricos...», suspira con los ojos entrecerrados. Habla muy bajito y pausado, como si temiera perturbar el equilibrio universal. Parece que fue ayer cuando su rutina y tranquilidad estalló en mil pedazos.

Vicepresidenta del Bundestag
El 24 de febrero de 2022 se cancelaron los ensayos de la Sinfónica de Kiev y el Ministerio de Cultura les aclaró que solo podrían salir bajo invitación de una entidad extranjera. Y afortunadamente lo consiguieron: entre abril y junio, la agencia alemana KD Schmid impulsó una gira con paradas en Varsovia, Dresde, Leipzig, Hamburgo... Llegaron a tocar en el Museo del Prado, con motivo de la cumbre de la OTAN que se celebró en Madrid. «Luego, terminado el tour, se dio la posibilidad de quedarnos en la ciudad de Gera, en la antigua Alemania del Este», apunta Viktor, que se llevó a su mujer, Lilita, enrolada como pianista de la Sinfónica de Kiev, y a su hijo, de ocho años.
El apoyo de la entonces vicepresidenta del Bundestag y política de Los Verdes, Katrin Göring-Eckardt, fue decisivo para que 130 personas (75 músicos y sus familiares) consiguieran un hogar temporal lejos de las bombas y las trincheras. En Gera vivieron dos años y guardan buenos y malos recuerdos. El auge de la ultraderecha y cercanía a los postulados de Putin, «que no eran de la mayoría pero sí de alguna gente», les hizo cada vez más complicada la integración. Ahora viven en Monheim am Rhein, entre Düsseldorf y Colonia. Es una ciudad pequeña, sin pasado soviético, donde las casas tienen jardines llenos de flores.
«Allí somos la única orquesta y nos hemos vuelto muy populares. Además, algo importante: estamos contratados por una institución cultural. Tenemos un salario y pagamos impuestos», subraya Kateryna, hija de arquitectos y hermana de economista . Ella misma estuvo a punto de estudiar Empresariales pero apostó por la música y no se arrepiente. «Ahora estoy arropada por la orquesta. Toda mi familia está en Ucrania y he perdido a un tío en la guerra. No tengo ni idea de lo que nos depara el futuro. Se supone que estaremos en Monheim hasta agosto de 2026. Luego, ya veremos».
Mientras tanto, no dejan de trabajar y abrirse al mundo. «Ojalá que la próxima vez que volvamos sea para ofrecer música de nuestro país», murmura Viktor, con la advertencia de que pasará mucho tiempo antes de que vuelvan a interpretar a Chaikovski o Shostakovich. «No tenemos nada contra la cultura rusa, no la odiamos, pero ya es hora de que se conozca nuestra música». Un buen ejemplo es Evgeny Stankovich, un compositor que siempre ha reivindicado la memoria histórica de Ucrania, sobre todo los episodios trágicos como las hambrunas impuestas por Stalin y las masacres de judíos en tiempos del nazismo. «¿El sueño que tenemos? Que se haga justicia y ser libres. Queremos tener derecho a acertar. O a equivocarnos».
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