Al Karpenter e Intensidades Ortega: la vanguardia musical sigue explorando
Los nuevos álbumes de estas dos formaciones buscan caminos ajenos a lo convencional, que a unos los llevan a «canciones destartaladas» y a los otros, a «oscuridades intimistas»
Se suele utilizar el término 'vanguardia' para referirnos a las músicas que no se conforman con lo trillado y prueban nuevas formas de expresión, pero ... quizá sería mejor hablar de periferia, de márgenes, de una maraña de corrientes estilísticas que fluyen e interactúan sin integrarse en los cauces más comerciales. Es una creatividad viva y rebelde que adopta múltiples formas: Al Karpenter e Intensidades Ortega, los dos proyectos vizcaínos que nos ocupan, no tienen mucho que ver en el plano sonoro (¡a veces parecen incluso opuestos!), pero comparten esa inquietud de la búsqueda. Y comparten también que sus dos nuevos álbumes (el cuarto de Al, el debut de Intensidades) son discos especiales, de esos que generan ondas sísmicas de interés en la comunidad atraída por estas cosas y, ojalá, más allá.

Al Karpenter comenzó como proyecto en solitario del guitarrista y vocalista baracaldés Álvaro Matilla, un activista de las músicas distintas que traslada sus enfoques personalísimos por todo tipo de escenarios, y se amplió con Mattin, uno de los puntales de la escena ruidista bilbaína, que lleva mucho tiempo probando nuevas fórmulas más allá de la electrónica abrupta (un buen ejemplo es su banda Billy Bao) y reside actualmente en Berlín. Finalmente, la formación derivó en cuarteto con la incorporación de la facción madrileño-cántabra de Marta Sainz y Enrique Zaccagnini, al bajo y la percusión. Parecen un grupo de rock y, en cierto modo, lo son, aunque ellos mismos discrepan sobre si lo que hacen ahora mismo encaja en esa etiqueta. «Para mí no es rock», descarta Marta. «A mí sí me sigue pareciendo rock, aunque no sea a la manera convencional. Yo pillo la guitarra, le doy y miro a ver qué sale, sin reglas preestablecidas», apunta Álvaro. Y Mattin contextualiza: «La revista 'The Wire' nos describió como 'post-genre punk' (punk posgénero) y creo que refleja bastante bien nuestra actitud, sin ningún complejo con los géneros ni con los sonidos y con un espíritu contestatario respecto a las convenciones. Venimos del ruido y hacemos canciones destartaladas, que no tienen ni centro, ni estribillo, ni ganas de venderte la moto».
«Genocidio en 'streaming'»
'Greatest Heads', su impactante cuarto álbum, saldrá en julio editado por Hegoa y Night School Records, pero han adelantado dos temas que sirven como presentación idónea para orientar al oyente o para desorientarlo definitivamente: 'We Are All Karpenters' tiene algo de blues contaminado de free jazz y zarandeado en un túnel de viento, o quizá en un túnel del tiempo, y 'Mundo Chabola' es un recitado sobre un ritmo próximo al reguetón, pero sacudido por interferencias, envuelto en intromisiones sonoras que son la tónica de todo el disco. Los planos de sonido acostumbrados quedan abolidos, las referencias se alteran, y hay texturas ásperas o flashes de sintetizador que se agigantan como tsunamis. El rock de partida, ya de por sí irregular y mutante, es sometido a posproducción por Mattin. «Con esa 'mélange' consigue algo maravilloso», elogia Marta. «Hoy el concepto de rock supera una estructura musical determinada: los hallazgos sonoros de PiL, Captain Beefheart, Throbbing Gristle, Sunn O))) y otros permitieron evolucionar hacia terrenos más creativos», propone Enrique.
El núcleo conceptual del disco es una cita del filósofo Theodor Adorno: «Escribir un poema después de Auschwitz es un acto de barbarie». Al Karpenter se cuestionan qué música se puede hacer ante un genocidio. ¿Los horrores del mundo condicionan su actividad creativa? «Estamos viviendo un genocidio en 'streaming'. Esto nos afecta profundamente, y también a nuestra manera de hacer música, en el sentido de que hay una rabia y una urgencia que amplifican nuestra impotencia y nos hacen sentir al borde del colapso. Creo que esta tensión se percibe en el disco. Las canciones también están a punto de quebrarse, reflejando –o, por lo menos apuntando– algunas de las contradicciones del momento histórico que estamos viviendo, como la impunidad de Israel, la complicidad de Europa, el creciente fascismo y la corrupción generalizada», desarrolla Mattin.
Después del frenesí y el estimulante pandemonio de Al Karpenter, escuchar el debut de Intensidades Ortega es como entrar en una habitación oscura y misteriosa. El dúo de Savina Lafita y Ander Cisneros consigue sonar exuberante y desnudo a la vez, en canciones que se demoran y serpentean, que se mueven entre la sensualidad y el ritual, con la voz de Savina alzándose clara sobre unas bases de percusión y electrónica. ¿En qué categoría lo encuadramos? «Nos cuesta definirlo, aunque hemos dado con el término 'oscuridades intimistas', que resume y engloba una serie de estilos y referencias como trip hop, folk, electrónica, dream pop, cine, experimental y... músicas oscuras. Todavía somos jóvenes como banda y estamos explorando dentro de lo que nos permiten nuestros instrumentos y capacidades. Ante todo, buscamos un sonido honesto y orgánico que parta de la emoción, y a menudo fantaseamos con desarrollar otras bandas paralelas para dar rienda suelta a cosas que han surgido en los ensayos». Su etiqueta no anda desencaminada, porque son canciones que transmiten una sensación inequívoca de intimidad, de turbadora proximidad física entre penumbras. «Yo canto desde la emoción», apunta Savina. «Y siempre dejamos espacio para lo fortuito», añade Ander, que ha pasado por formaciones tan atípicas como Bongo Krappul (exótica) o Tashakor (música afgana).

¿Hay algún referente con el que no les hayan comparado y que vean claro? «Dead Can Dance, aunque de forma tímida. Creo recordar que nunca nos lo han dicho y me flipan», aporta Ander. «Yo reconozco referentes como Diamanda Galás, Beth Gibbons y, desde que la conocí recientemente, Keeley Forsyth. Algunas sí nos las han mencionado, lo que es un piropazo, pero no nos han dicho nada de Mecano: no es que sean referente, pero siempre bromeamos con que se nos ha colado una Ana Torroja en algún tema, ja, ja... Y nos comparan con propuestas que no seguíamos, como Current 93 o Coil», agradece Savina. El disco de Intensidades Ortega, publicado en vinilo y casete por el sello Eclectic Reactions, se titula 'Deseo' y lleva una portada de la que hay que hablar, una bella y sugerente ilustración de Itziar Markiegi (a su vez incansable creadora de música, bajo su alias Jana Jan y en otras mil configuraciones). Curiosamente, era una lámina que la pareja tenía en su sala de estar y que la autora ha desarrollado ahora para todo el 'artwork'.
«Hay en ella mucha organicidad, intensidad y erotismo y conecta con la música. El disco lleva el nombre de uno de los temas, 'Deseo', pero otros también hablan de la erótica entendida como encuentro o relación, pero también como impulso o motor. Hay placer y dolor en la imagen y también los hay en las letras. Creo que en la portada aparece el llanto y el gozo que intentamos transmitir en la música. Y, además –sonríe Savina–, ¡ha conseguido que nuestro disco se convierta en objeto de deseo!».
«Ojalá la escena llegara a más gente»

Tanto Al Karpenter como Intensidades Ortega son buenos conocedores de la escena local más aventurada. ¿Cómo ven el panorama vizcaíno? «Está saliendo peña joven con muchas ganas. En el colectivo Espora estamos al loro, montando conciertos y, como sello, sacando referencias en cedé», comenta Álvaro Matilla, que cita espacios como Kampai, Sarean, La Kobra o La Fabrikka, en Larrondo, donde presentarán el nuevo álbum el 9 de julio junto a Txaranga Urretabizkaia y Neskachas. «También espacios como La Kelo o Sastraka están abiertos a movidas como estas nuestras», añade. Mattin, por su parte, se detiene en artistas como Jana Jan, Enrique Hurtado, Miriam Petralanda, Kakofunk o Jorge de la Visitación, además de ensalzar la labor del fanzine 'Uhin' y los sellos Eclectic Reactions y Crystal Mine. Y concluye con un reconocimiento al recientemente fallecido Miguel A. García , Xedh, que aparece como invitado en dos temas del disco de Al Karpenter. «Era un catalizador nato», dice. Intensidades Ortega, por su parte, están muy vinculados a Donations Project, espacio autogestionado y solidario de Rekalde que acaba de abrir un paréntesis en sus actividades. «Es un descanso merecido, puesto que impulsar algo así implica mucha lucha e implicación personal. ¡Es un referente!», plantean. «Hay muchas propuestas interesantes en nuestro contexto: colectivos como Nada Eterna, Espora Espazioa, las sesiones de improvisación de TXO! o nuestro sello, Eclectic Reactions. Quizá lo que falta son recursos para sostenerlas y llevarlas adelante. Siempre pasan cosas que se quedan en los márgenes: ojalá llegaran a más gente, porque son estímulo para la creatividad y para la vida».
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