Gabinete Caligari solo vivió una vez
Una exhaustiva biografía de Carlos H. Vázquez repasa la historia de la banda castiza que marcó a fuego el pop y el rock de finales del siglo pasado
Casticismo, camisas de lunares, patillas toreras, post-punk, pop y pasodoble, whisky Four Roses y JB, odas a Soria y al Madrid más de barrio… ... En una sociedad cada día más globalista, desapegada e impersonal, recordar este cóctel ochentero puede parecer anacrónico o extravagante, pero quizás por eso mismo sea más necesario que nunca. Así al menos lo demuestra el éxito de la nueva biografía de Gabinete Caligari, 'Cómo perdimos Madrid' (Editorial Sílex), con una primera edición agotada en un mes y la segunda ya a la venta. A lo largo de 350 páginas, el periodista Carlos H. Vázquez revisita a fondo y apoyado en un sinfín de testimonios la historia de una banda que marcó a fuego el pop español de calidad de finales del siglo pasado y que, quizás debido a no haber regresado nunca, ha sido algo olvidada en los últimos años, a diferencia de contemporáneos como Alaska, Loquillo o Los Secretos.
Formados en 1981 -en la onda oscura de otras bandas cercanas de la época como Parálisis Permanente o Décima Víctima- y capitaneados por Jaime Urrutia, de raíces bilbaínas e hijo del reputado cronista taurino Julio de Urrutia, empezaron con un post-punk de los más particulares y personales que se recuerdan, guiado por la voz grave e inconfundible de Urrutia, que venía de los Ejecutivos Agresivos, 'one hit wonder' del verano del 80 con 'Mari Pili'. Le acompañaban en esta aventura otros dos musicazos, Ferni Presas al bajo y Edi Clavo a la batería.
La puesta de largo en el mítico Rock-Ola fue sonada, con el frontman presentando a la banda como «Somos Gabinete Caligari y somos fascistas». Una provocación clásica del punk que sin embargo persiguió durante años al trío. «Si hubieran salido así hoy en día hubiera sido incluso peor, porque ahora mismo cualquier cosa que se salga del relato general es castigado en público, de manera comercial y con la cancelación», compara el autor de la biografía en conversación con EL CORREO. Un disco compartido con Parálisis Permanente y el EP 'Obediencia' fueron sus primeros pasos en el estudio, antes de sacar con la independiente DRO su primer LP, 'Que Dios reparta suerte' (1983), que se vendió bien y permitió a la banda iniciar por la península su primer tour de galas -así denominaban a las actuaciones en aquel entonces-.
El éxito masivo les llegó poco después, ya con un cambio de tercio en lo musical y con la época a favor, en plena escena efervescente de La Movida. Fue con su siguiente EP, 'Cuatro rosas' (1985), pasando a un pop más elaborado que todavía contenía trazas oscuras. «Cada época musical de Gabinete está muy delimitada. Los primeros EPs con el sonido oscuro, luego el primer disco, 'Que dios reparta suerte', una mezcla entre la nueva época y la anterior, un puente hacia lo que se llamó rock torero y que cuajó en 'Cuatro rosas', donde todavía te puedes encontrar alguna canción más oscura como 'Tango'» , enumera Carlos H. Vázquez. 'Cuatro rosas' llegó al Disco de Oro, convirtiendo a DRO en la primera compañía independiente en ganar uno.
Siguieron en la línea ascendente al año siguiente con el largo 'Al calor del amor de un bar', ya con el nuevo estilo definido, oscilando entre un pop muy personal marca Urrutia -su hermano Alberto escribía muchas de las letras- y géneros tradicionales a los que daban una vuelta, veáse el tema que da nombre al disco, ese himno que sigue cantándose en las noches que acaban cuando despunta el día y hay que buscar dónde desayunar. ¿Pero de dónde venía este cambio tan peculiar en plena modernidad de La Movida? Lo desgrana el autor del libro: «Lo que les pasó es que, cuando estuvieron en la mili, pasaron de frecuentar gente del rock que iba a Londres a por discos a rodearse de muchachos de pueblo y de provincias que escuchaban copla y a Los Chunguitos».
La Movida más castiza
Por otra parte, era la musica tradicional la que los tres habían escuchado en sus casas toda la vida, así que, ni cortos ni perezosos, se lanzaron de lleno a reivindicar y narrar lo cotidiano y lo popular, eso sí, con un barniz de pop de calidad. «Recorren muchas capas de la música española y lo hacen con un componente social: pasan de música más inaccesible para un público general, como puede ser el post punk, y se abren a lo accesible, al pop, al cha-cha-cha, al pasodoble…», añade Vázquez. Esto les llevó no solo al éxito musical y comercial, sino a tener cierto impacto cultural a finales de los 80. Basta decir que los toros se pusieron de moda entre modernos y 'progres', y los dirigentes del PSOE se hicieron asiduos a la temporada de Las Ventas. Se invertían así los papeles y La Movida, que en sus inicios tenía como faro todo lo anglosajón, ansiaba ahora ser castiza.
Una Movida con su cara B, la de las drogas y, en concreto, la lacra de la heroína, que también afectó de lleno a los Gabinete. Y es que su saxofonista, Ulises Montero, estaba enganchado y, tras la exitosa gira del 86, donde pasaron por la Semana Grande de Bilbao -posaron para este diario toreando con capote en Vistalegre y con su estética chulesca en Jardines de Albia-, falleció en diciembre de una sobredosis a la temprana edad de 33 años, una de las primeras víctimas del 'caballo' en la escena. Sus compañeros le dedicaron una canción en el siguiente trabajo, 'Tócala, Uli', que se convirtió en uno de los himnos de la banda.
Para entonces, Gabinete Caligari ya habían dado el gran salto a las grandes compañías. Las multinacionales, siempre al acecho en aquella década en la que todavía se despachaban discos a mansalva, pusieron el ojo en el trío madrileño y fue finalmente EMI la que se llevó el gato al agua. «Las discográficas grandes de la época pescaron en los grupos de la nueva ola y La Movida, como Hispavox con Radio Futura o Alaska. Se convirtieron tanto en cifras como en magnitud en bandas mainstream muy importantes. Las discográficas encontraron ahí un buen caladero», rememora Vázquez.
El disco con el que se estrenaron en las grandes ligas fue un clásico instantáneo, 'Camino Soria', que curiosamente estuvo a punto de llamarse 'Camino Cuenca', tal y como se narra en el libro, pero no rimaba igual de bien. Al final, fue la ciudad adoptiva de Bécquer y Machado la homenajeada en una auténtica oda a las esencias de Castilla. La propuesta cuajó hasta el punto de que los Gabinete se forraron, vendiendo alrededor de 300.000 copias del LP, cifras de récord que hoy en día serían imposibles para cualquier artista. Fue seguramente su obra más redonda, con clásicos instantáneos como 'Suite nupcial', 'Tócala, Uli' o 'La sangre de tu tristeza'. Por el camino, y como no sabían muy bien qué hacer con el dinero generado, montaron un bar en el centro de Madrid, el Cuatro Rosas, que se convirtió en epicentro musical, intelectual y del crapuleo de la época.
Fueron los años de mayor popularidad del trío madrileño, que pisó casi todos los pueblos de España, sin apenas momentos de descanso entre interminables giras y grabaciones de álbumes al casi imposible ritmo que las discográficas de la época exigían por contrato. Así, nada más concluir la exitosa gira de 'Camino Soria', ya estaban de nuevo encerrados en el estudio con las canciones que conformaron 'Privado', que vio la luz en 1989 y, con su elegante portada negra (en contraste con la blanca de 'Camino Soria'), supuso el broche de oro a la década y a la carrera comercial del grupo.
Todo ello gracias a un single que sonó aquel año en todas las emisoras de radio. Sí, hablamos de 'La culpa fue del cha-cha-cha'. ¿Un tanto hortera? Puede, pero funcionaba. Esta línea musical ya generaba tensiones en la banda, con Clavo y Presas quejándose porque hubieran preferido regresar al rock más primario de los inicios. Pero las cifras mandaban: otras 300.000 copias despachadas. Y la consecuente gira millonaria, la más espectacular que hizo nunca la banda, que incluía varios músicos de refuerzo e incluso un mecanismo giratorio para la batería.
Caída de popularidad y separación
El siguiente paso fue irse a Londres a producir otro LP, 'Cien mil vueltas', con Phil Manzanera (Roxy Music) a la producción, pero, pese a la innegable calidad de las canciones (más rock y más directas en esta ocasión), nada salió como se esperaba y el disco fue un pinchazo que ya vaticinaba el advenimiento de otra época con otros sonidos. «Ya pegaba fuerte el grunge y mientras tanto en España las bandas de los 80 como Radio Futura se iban separando. Era un cambio de ciclo no solo en los grupos sino también en la industria», señala Vázquez.
En cualquier caso, Gabinete aguantaron hasta el 99, en una espiral descendente sin embargo que les llevó a reducir cachés, tocar menos fechas y cambiar varias veces de discográfica hasta acabar en una subsidiaria de Telecinco que tenía su oficina en un barracón. Dejaron por el camino dos discos más, 'Gabinetíssimo' -descatalogado en formato físico y que ni siquiera está en plataformas- y 'Subid la música', un álbum final sorprendentemente bueno y que dejó una última joyita en forma de vacile a la nueva generación indie que cantaba en inglés: 'Underground'. No vendió nada, pero supuso un cierre a la altura en cuanto a calidad.
¿A qué se debió la disolución del grupo? A un cúmulo de cosas, pero mayormente al cansancio, a los malos rollos, a roces en el reparto de derechos y a una senda decadente -basta decir que en su último concierto compartieron cartel con Fernando Esteso-. «Los motivos de la separación de Gabinete son un clásico: se separan por diferencias en los derechos y en los gustos musicales. La convivencia estaba ya lastrada, cuando llevas años viajando juntos en una furgoneta, todo genera roces», explica el autor del libro. De ahí en adelante, el trío original se separó en dos bandos: Urrutia, con una carrera en solitario de altibajos, y Presas y Clavo, que siguieron tocando juntos sin pretensiones hasta hace poco. Solo han vuelto a posar juntos los tres una vez, con motivo de un libro en 2004. Quién sabe si lo volverán a hacer.
Más allá de los testimonios de los miembros de Gabinete, desfilan por las páginas de 'Cómo perdimos Madrid' no solo músicos y productores como Loquillo, Bunbury, Phil Manzanera o Servando Carballar, sino también rostros de la sociedad de la época como Joaquín Leguina o Federico Jiménez Losantos, que tuvieron relación con la banda en momentos puntuales de su trayectoria. O el reputadísimo fotógrafo Alberto García Alix, que deja una frase que resume bien la historia de Gabinete, parafraseando uno de los himnos de una banda que no volverá: «La vida pasa y solo se vive una vez».
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