La obra de Beethoven fue como un manantial para los compositores románticos, pero era a la vez una sombra que se cernía sobre ellos y ... moldeaba el destino de sus obras. Brahms se sentía especialmente intimidado al escuchar «los pasos de un gigante como él a nuestra espalda» y rara vez se apartó de la línea que le venía marcada, como se revela desde los primeros compases de su Concierto para violín (1878), compuesto precisamente en la misma tonalidad que el de Beethoven. Esa introducción impetuosa pero sutil, que mezcla lo efusivo con lo delicado, daba ya una idea de la claridad que Markus Stenz ofrecería a lo largo de la velada y de la atmósfera marcadamente romántica que describiría junto a la BOS.
Como suele pasar, la orquesta se crece con los maestros que son al mismo tiempo claros y profundos. Frank Peter Zimmermann hizo su entrada con una vehemencia casi violenta, aunque su interpretación derivaría enseguida hacia lo lírico, como si buscase cierta contención expresiva, sin interceder demasiado, evitando deliberadamente los aspavientos como muestra de la tradición clásica de la que procede. Se pueden preferir interpretaciones más ardientes, más volcadas en el fuego interno de la obra, pero mejor no se puede tocar.
Tras la pausa vino la 'Heroica' (1803) de Beethoven, la más larga, ambiciosa y compleja de todas las sinfonías compuestas hasta entonces, lo que reforzó la solidez del programa y dio una nueva oportunidad a Stenz de combinar en sus manos tensión y sensibilidad a partes casi iguales, el carácter marcial de esa música tan vigorosa con una belleza que se eleva hasta lo sublime.
Frente a una BOS equilibrada en todas sus secciones, al magnífico nivel del 'Tristán e Isolda' de enero y de la 'Cuarta' de Brahms en abril, el alemán impuso tempi relativamente ligeros sin ceder en densidad, favoreció la transparencia de texturas sin que el sonido de conjunto perdiera consistencia, dio intensidad a los silencios y un gran júbilo al cierre de la sinfonía, como si coincidiera con Jan Swafford en ver en ella a «toda la humanidad alborozada en una revolución triunfante, con una alegría que arrasa todo lo demás».
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