András Schiff entre la calma y la tempestad
Asier Vallejo Ugarte
Domingo, 10 de agosto 2025, 23:51
Lentamente, con su habitual gesto calmo y sereno, András Schiff el viernes en el FIS de Santander caminó hacia el piano para abordar el aria ... de las 'Variaciones Goldberg' de Bach con una sencillez casi revolucionaria en el mundo actual. Era el preludio de un recital del que estaban anunciados los compositores (Bach, Haydn, Mozart, Beethoven o Schubert) pero no las obras, que iría desvelando con una parquedad de palabras pareja a su extrema sobriedad al teclado. Apenas se salió del guion para proclamar a Bach como «el mayor compositor que jamás ha existido», lo que explica su prominencia lo mismo en su larga carrera que en este concierto, un Bach minuciosamente dibujado entre el 'Capriccio BWV 992', el 'Concierto italiano BWV 971' y la 'Fantasía cromática y fuga BWV 903'. Límpido y cristalino, reducido a una esencia mínima.
De Mozart descubrió al público santanderino la mirada mágica y el clasicismo sin brumas de su penúltima sonata, 'K. 570', para más tarde adentrarse en el Haydn inusualmente melancólico de las Variaciones en fa menor, 'Hob. XVII:6'. Toda la música hasta entonces había mostrado trazos claros y rectilíneos, pero aún quedaba Beethoven para abrir de repente un abismo y alzar su voz tan fogosa y arrebatada, que se hizo patente en la 'Sonata nº17 (La tempestad)' a la luz de una interpretación matizada hasta lo indecible. Schiff veía ternura donde otros ven bravura, la mezcla de unas ideas divinas que armonizaban completamente, sin desdeñar la fuerza viva latente en la música. No hay duda de que es uno de los más grandes pianistas vivos que nos quedan, por más que su manera de tocar no encarne las prisas del presente. O justamente por ello. Y en nombre de esa grandeza brindó tres propinas (Chopin, Mendelssohn y Schubert) tan hermosas como consoladoras.
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