Persiguiendo monstruos en Lemoiz
Alaitz Leceaga se pasa al thriller en 'La última princesa', una novela con elementos sobrenaturales ambientada en 1992
Brumas, rincones de sombra, mentiras y misterios, la frondosidad del bosque como refugio y como trampa, los secretos familiares sobrevolando generaciones -tanto como el dolor ... infligido y el sufrido-... Alaitz Leceaga (Bilbao, 1982) suele utilizar los mismos ingredientes fundamentales en sus ficciones (el paisaje, la familia y el toque sobrenatural) y prueba de ello son las novelas 'El bosque sabe tu nombre', 'Las hijas de la tierra', 'Hasta donde termina el mar' (con la que ganó el Premio Fernando Lara 2021) y 'Las dos vidas de Mina Índigo'. Ahora, los ha vuelto a usar para su último libro... y sin embargo la cosa es muy distinta a sus predecesoras. En 'La última princesa' (Planeta), que llegaba a las librerías hace solo unos días, se pasa al 'thriller', a la investigación criminal en la que se suceden los hechos a buen ritmo. Y lo hace volviendo la vista hacia la Bizkaia de finales del siglo pasado, un punto de la historia no tan lejano como en otros de sus títulos.
Reduciendo más el área geográfica, 'La última princesa' trascurre en el Lemoiz de 1992. El de una central nuclear recién construida y nunca puesta en funcionamiento. Ese trasfondo es básico en la novela. «Nunca trato el paisaje como un escenario, como el decorado de la acción, sino como un personaje», reconoce la escritora. También que esa característica se acentúa teniendo delante «un paisaje tan potente e impactante como el de Lemoiz». Pero, ¿qué tiene este sitio que se ha convertido en escenario de novela en los últimos años? «Es el contraste. Esa enorme central nuclear abandonada en contraposición con el bosque frondoso, el mar Cantábrico con la plataforma de gas de La Gaviota al fondo». Ese contraste «entre la naturaleza salvaje y lo construido, mastodóntico además, por el ser humano» es «un escenario muy potente para una novela».
En Lemoiz vive la familia de Nora Cortázar, que trabaja en la Interpol realizando perfiles de asesinos en serie (es la jefa del Departamento de Ciencias del Comportamiento). Hace mucho que ella abandonó su casa huyendo de una historia familiar complicada -«las dinámicas familiares en las que hay dolor son muy atractivas para un escritor», señala Leceaga-, pero vuelve para asistir al funeral de su madre y se encuentra de golpe con unos cuantos asesinatos.
Algo maligno
Nadie mejor que ella para investigar, excepto porque en el aire flotan muchos asuntos sin resolver. Por ejemplo, la relación con su progenitor, un asesino en serie famoso. «Ella ha decidido hacer justo lo contrario que su padre, perseguir criminales». Y también la pregunta, que se hace desde muy joven, sobre si no habrá «algo maligno dentro de ella».
Como algo maligno pulula por el bosque, aportando el toque sobrenatural a la trama. «La parte sobrenatural enriquece cualquier historia, le da otra dimensión», apunta la autora. Pero, asegura, esta «no es una historia sobre monstruos, sino sobre cómo perseguirlos».
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