Mariana Enríquez: «Los que ejercen el mal de alguna manera no son monstruos sino jefes»
La escritora argentina presentó en Bilbao la reedición de su novela 'Cómo desaparecer completamente'
Gaspar Escobar
Domingo, 21 de septiembre 2025, 01:14
Hace más de dos décadas la escritora Mariana Enríquez publicó 'Cómo desaparecer completamente', su segunda novela, ambientada en el Buenos Aires de comienzos de los ... 2000. Una ciudad atravesada por las profundas y desestabilizadoras crisis económicas que golpeaban a Argentina. En ese escenario, la historia trata sobre Matías Kovac, un adolescente de la periferia urbana que sueña con huir hacia Barcelona y escapar de una familia destruida y de un barrio sumido en la degradación. Ahora, bajo la edición de Anagrama, la autora bonaerense, una de las voces más destacadas de la literatura latinoamericana contemporánea, vuelve a relanzar la novela y acudió a presentarla a Azkuna Zentroa el pasado jueves.
– ¿Qué significa para usted reencontrarse con esta novela en este momento de su trayectoria?
– No la había leído en todo este tiempo y me di cuenta que la recordaba mucho más de lo que pensaba. La escribí en un momento muy difícil y muy complicado mío y del país, la crisis de 2001. Me asombró porque es bastante más oscura, bastante más sórdida y más turbia que muchas cosas de las que escribo.
– ¿Cómo era la Mariana Enríquez de entonces?
– Primero no sabía si era escritora. En ese momento era periodista de rock. Buena parte la escribí en Lanus, en la casa de mi madre. Me había mudado de La Plata porque no podía pagar más el alquiler. Era un desastre. Supongo que estaba muy deprimida. No tenía ninguna 'vida de escritora', en ningún sentido.
– ¿Ha retocado el texto?
– Yo creo que no hay que tocar los libros nunca. Otros escritores tendrán opiniones y justificaciones de por qué lo hacen. Yo no le veo sentido porque la persona que escribió eso lo escribió en un momento determinado, por motivos determinados.
– Su estilo suele asociarse con lo fantástico, lo gótico, lo terrorífico. ¿Cómo fue escribir esta novela realista, pero donde también hay oscuridad, quizá más social, más material?
– Es que yo no escribía fantástico en esa época, comencé después de esta novela, que no tiene nada de fantástico, pero tiene todos los elementos que después voy a usar. Con esta novela me di cuenta de que ese era el material que tenía que usar para después pasar a lo fantástico.
– La novela retrata fenómenos muy presentes en sectores populares y periurbanos de América Latina, como el auge de las iglesias evangélicas, el recrudecimiento de la violencia y el avance del narcotráfico.
– Yo conté lo que estaba pasando en donde yo vivía. A veces puede parecer que no hay tanto escritor de clase media, al menos cultural; porque la clase media en Latinoamérica es dudosa. Pero llamémoslo de clase media cultural, con padres profesionales, yo universitaria y todo lo demás, que tenga contacto con un ambiente bien narco, callejero. Pero yo sí lo tenía, tenía amigos que vendían drogas, no tenía que inventar nada. Eran los hermanos de mis amigos. Entraban a las casas y tenían la pelota de cocaína. No es una mirada sociológica. Ese barrio es mi barrio, donde vivía en ese momento con mi madre, que todavía vive allí y que ahora está un poco mejor.
– ¿Ve algún paralelismo con la Argentina actual?
– Con la Argentina actual no. Porque el 2001 fue un cambio de paradigma muy fuerte. Durante los años 90, bajo el gobierno de Menem, ese sistema de paridad del dólar y el peso creo una especie de burbuja financiera que le permitía al país tener una vida diferente. Ganar dinero en dólares. Un modelo neoliberal que ahora, aunque lo quiera reproducir Milei, no puede, porque es una cosa realmente muy particular. No están dadas las condiciones para eso. Pero Menem sí lo hizo, era un modelo muy injusto, pero que permitió cierta estabilidad ilusoria. Pero para poder sostener ese desequilibrio se empezó a tomar deuda de una manera grotesca. Entonces llega un momento, que es lo que pasa en el 2001, que para seguir pagando deuda en dólares, se confiscan los depósitos de la gente. El Estado le roba el dinero ahorrado en dólares a la población para poder pagar deuda, y le miente además, le dice que es una cosa pasajera. El 'corralito', para sacar dinero, y que después eventualmente iba a estar todo bien, cosa que nunca sucede. Es una cosa muy difícil de reproducir. Uno puede estar enojado con Milei de aquí a la eternidad, pero Milei no está haciendo eso porque son condiciones históricas distintas, no tiene que ver con lo intencional.
– Matías, sumido en la soledad, consume la televisión como compañía. ¿Las redes sociales cumplen hoy ese papel?
– Es lo mismo, no había redes sociales, entonces era el 'zapping'. Pero es exactamente lo mismo. La gran diferencia es que la televisión era totalmente unívoca. La tele te decía algo y ya, pero vos no podías participar. Claramente a Matías hoy le pasarían otras cosas.
– ¿Cómo piensan los monstruos en esta novela en particular? ¿Son los cuerpos dañados? ¿Son quienes ejercen la violencia y el abandono?
– Para mí, siempre los monstruos son los dañados. Los que ejercen el mal de alguna manera no son monstruos sino jefes. Gente que impone el poder sobre los cuerpos, pero que no son monstruos. El monstruo es el que sufre la otredad. Mi concepto de monstruo es el de Víctor Frankenstein: el hombre poderoso, de la ciencia, el poder discursivo, patriarcal, técnico, etcétera que produce algo, que domina y luego abandona. Para mí el monstruo siempre tiene una connotación positiva. Por supuesto que después, como el monstruo de Frankenstein, puede reaccionar y ser cruel, vengarse, pero nunca es el que acciona para el mal, es el que reacciona.
– Piensa volver en algún momento al estilo realista.
– Puede ser, depende de la historia. Si a mí se me aparece una historia que exija realismo, sí, probablemente sí. Pero en general no se me ocurren. Pero eso nunca se sabe.
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