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45 años tiene Tomás Garrincha. Bueno, 45 o puede que unos pocos menos de diez, según. Es lo que tiene ser un personaje de ficción ... y aparecer en librerías cada dos años, más o menos; que uno lleva una vida de hombre ya maduro, que incluso dice que está 'jubilado', y sin embargo es un chaval. Juan Infante acaba de publicar 'Garrincha y su Beretta' (Alrevés), la quinta entrega de la saga a la que el abogado y escritor bilbaíno, colaborador de la newsletter de El CORREO 'La carta noir', dio comienzo con 'Atrapado'.
Por entonces, en aquella primera novela del personaje, este delincuente que no puede evitar caer simpático -son muchos los lectores que escriben o comentan al autor sus opiniones de Garrincha, «un canalla que se carga a los canallas»- había decidido «jubilarse». Avisó a la policía y a los malos, pero su retiro duró muy poco, tan poco como comenzar a avanzar en la lectura de aquel título. «Tiene cierto imán para complicarse la vida, al conocer tan bien los bajos fondos es normal que la gente recurra a él». En aquella ocasión, quien le llamaba era un capo cuya hija había sido secuestrada.
Dice Infante que consiguió llevarla de vuelta a casa «salva, pero no sé si sana, porque la chica...». Y así la chica, que muy sana de lo suyo no estaba, le dio para armar la segunda entrega de las aventuras de Garrincha, 'El precio del silencio'. «Del secuestro pasaba al chantaje, y ahí estaba él para averiguar quién y para pararle los pies». Después llegaría 'Sospechosos', un 'whodunit', es decir, 'quién lo ha hecho', en el que «una familia de postín con problemas económicos y asuntos turbios» recurría al exhampón para resolver un asesinato en el Club La Bilbaína.
- ¿Pero por qué a él, que lo quiere dejar?
- Bueno, la Policía puede resolver estos temas pero el problema es que suele haber otras cosas por detrás que los implicados no quieren que se sepan. Y a los personajes les da tranquilidad que haya alguien como Garrincha, que investiga como un detective privado pero que no está sujeto a las normas de estos, y por lo tanto puede hacer lo que quiera, que conoce el hampa muy bien y que, además, no es un sicario, no cobra por matar sino por defender lo que él llama causas justas. Resuelve con cierta justicia. No es un malvado, no es un amoral; no es el policía, el detective o el forense, pero no es el personaje malvado de las tramas.
Pese a ese retiro tan cacareado, a Garrincha todavía le han buscado para resolver una de espías y servicios secretos ('El gángster de Olabeaga', el barrio donde vive y pesca «sin pescar nunca nada, pero obteniendo tranquilidad y sosiego») y, ahora, en la quinta entrega, para desentrañar el misterio tras la quema de una fábrica perteneciente a los Garay, una familia muy conocida de Bilbao. «Hay ahí un cúmulo de intereses muy sórdidos», avanza el escritor, que prefiere no contar mucho más sobre los líos en los que el exgánster se va a meter esta vez. Solo anuncia que encuentra una nueva compañera de investigaciones, una periodista muy joven que va a acabar sabiendo casi tanto como él de los bajos fondos y hasta escribiendo una novela 'true crime'. De 'true crime', por cierto, las de Garrincha tienen poco, avisa Infante. «Yo cuento ficción, esto no sería posible en el mundo real: ya le habrían pegado dos tiros».
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