García Montero y la RAE
Cuando a uno le han nombrado a dedo por estricta afinidad política, no conviene que dispare verbalmente contra quien ha sido elegido con la libre votación de sus miembros
Tiene su punto de ironía que la Generalitat catalana condecore a García Montero «por fomentar el diálogo entre las culturas españolas», justo cuando el eximio ... poeta acaba de incendiar el Congreso de la lengua en Arequipa, señalando y atacando al director de la RAE o poniendo en solfa la imagen de España en pleno impulso por la colaboración panhispánica allende los mares, esto último un fin compartido por el Instituto Cervantes y la misma RAE. Dígase, eso sí, que la institución que dirige García Montero también tiene como misión la promoción de las lenguas cooficiales, una tarea en la que se afana especialmente el relevante poeta, ya sea por vocación sincera o por encomienda obediente de quien le sostiene políticamente en el cargo, especialmente en lo que al catalán se refiere, algo que probablemente habrá pesado en la distinción que le otorga la Generalitat.
Sea como fuese, no parece que nuestro diálogo intercultural se fomente con el ataque personal al director de la institución que «limpia, fija y da esplendor» a nuestra lengua, a no ser que el insigne poeta entienda que aquella tarea consiste especialmente en avivar los enconos ideológicos, desplazando las divergencias personales del centro a los extremos y logrando con ello un nuevo hito en la actual polarización política. Si esto fuera así, revelando también su indisimulada inquietud ante la prevista sucesión del director de la RAE dentro de un año, parecería que el egregio poeta estuviera relegando la serenidad institucional ante su militancia radical, la razón ante su dependencia política y los buenos modales ante su activismo furibundo.
En cualquier caso, cuando a uno le han nombrado a dedo por estricta afinidad política, una vez que el gobierno Sánchez decretó el deceso del código de buenas prácticas y el concurso de méritos, no conviene que aquel dispare verbalmente contra quien ha sido elegido en otra institución con la libre votación de sus miembros. Más que nada porque la diferencia designativa canta, lo mismo que atufa el sesgo instrumental de quien inicia esta contienda.
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