El misterio de los sueños
Si dejamos de dormir podemos sufrir graves alteraciones… pero soñar es igualmente importante y no hacerlo puede contribuir al aumento de peso, la irritabilidad, los problemas de concentración y la ansiedad
Mauricio-José Schwarz
Sábado, 20 de agosto 2022, 00:53
Pasamos ocho horas al día, una tercera parte de nuestras vidas, durmiendo, en estado inconsciente, para todo efecto indefensos. Un fenómeno extraño que trae aparejado ... uno aún más curioso e inquietante: los sueños o ensoñaciones, alucinaciones visuales, emocionales y sensitivas a las que dedicamos -involuntariamente- dos de esas ocho horas.
La mayoría de los animales duermen, según podemos determinar, incluso algunos tan simples como las medusas, con su primitivo sistema nervioso. Estudios realizados sobre la melatonina, la hormona que nos lleva al sueño cuando se pone el sol y nos rodea la oscuridad, sugieren que el dormir apareció en el panorama evolutivo hace unos 700 millones de años, cuando nuestros ancestros marinos subían a la superficie del océano al amanecer y bajaban durmiendo durante la noche.
Y si dejamos de dormir, podemos sufrir graves alteraciones… incluso algunos animales pueden morir si se les impide hacerlo. La necesidad imperiosa de dormir se evidencia en casos de soldados fatigados capaces de hacerlo incluso durante un bombardeo. Dormir, hasta donde sabemos, permite a nuestro cerebro y cuerpo recuperarse, seleccionar las memorias que debe conservar y las que se deben desechar, realizar y ajustar conexiones entre neuronas.
Soñar es igualmente importante. Si se le impide soñar a una persona, como se ha hecho en experimentos donde durante varios días se despierta a los sujetos cuando empiezan a hacerlo, los efectos van desde el aumento de peso o la irritabilidad, a los problemas de concentración y la ansiedad. No sólo necesitamos dormir, sino también soñar.
Nuestro sueño nocturno comienza con una transición del estado de vigilia al de sueño: nuestros ritmos cardíaco y respiratorio se reducen, nos relajamos y baja nuestra temperatura corporal, hasta que entramos en el sueño ligero. En esta segunda etapa nos relajamos aún más y cesa el movimiento de nuestros ojos, mientras que las ondas de nuestro cerebro muestran un nuevo patrón con breves ráfagas de actividad. La tercera etapa es de sueño profundo, donde resistimos los intentos de despertarnos. La actividad cerebral tiene una actividad lenta conocida como de ondas delta y según los estudios realizados es una etapa crítica para la restauración y crecimiento del cuerpo y la higiene mental, fomentando el pensamiento, la creatividad y la memoria.
La etapa final es la del sueño REM, conocido así por las siglas en inglés de «movimiento rápido de los ojos». En ella, la actividad cerebral aumenta casi hasta los niveles de la vigilia, el tono muscular decae dejándonos prácticamente paralizados salvo por los músculos de los ojos y los responsables de la respiración. Durante el sueño REM es cuando tenemos nuestras ensoñaciones más vívidas, los sueños que a veces recordamos… y también las pesadillas más inquietantes.
Lejos de entender los sueños
Desde los inicios de la historia tenemos evidencias de que los seres humanos han intentado encontrarle significado a esas narrativas peculiares, a veces ilógicas y disparatadas, que ocurren en nuestra mente durante el sueño. Hace 3.000 años, los egipcios contaban con el 'Libro de los sueños', que pretendía desentrañar los mensajes premonitorios que suponían que conllevaban todas las ensoñaciones.
Desde entonces, los seres humanos han tratado de interpretar los sueños de formas caprichosas, hasta llegar a Sigmund Freud, quien creía realmente haber descubierto que los sueños expresaban deseos inconscientes, o a muchos otros practicantes del psicoanálisis… algo que, sin embargo, jamás tuvo ninguna corroboración científica. Aún así, hoy hay muchísimos comerciantes del engaño que viven de vender supuestas interpretaciones de los sueños como profecías, como expresiones de la personalidad, como mensajes del más allá, o como formas de autoayuda que en realidad no ayudan más que al vendedor del libro o curso en cuestión.
La hipótesis de la activación-síntesis postulada por científicos de Harvard en 1977 es una propuesta neurobiológica según la cual nuestros sueños son el ruido de fondo de nuestro tallo cerebral al que la corteza intenta darle sentido. Es como cuando vemos patrones aleatorios en las nubes y les encontramos formas conocidas, o cuando buscamos rostros o imágenes conocidas en una mancha de humedad o el tueste irregular de una rebanada de pan. Es el fenómeno llamado 'pareidolia'.
Ciertamente, los sueños no son totalmente al azar. Cuando un problema nos agobia, podemos soñar con él. Pero, ¿está nuestro cerebro abordando el problema mientras sueña o simplemente está tomando nuestras más vívidas memorias recientes y utilizándolas para tratar de darle lógica a imágenes e historias que se producen al azar? No lo sabemos. Pero tenemos ejemplos de problemas resueltos durante el sueño, como le ocurrió al químico August Kekulé, que al soñar con una serpiente que se mordía la cola resolvió la forma de la molécula de benceno: un anillo de átomos de carbono, cada uno de ellos unido a uno de hidrógeno.
Hay otras hipótesis como la de procesamiento de la información, según la cual los sueños sirven para la reorganización de la memoria en el cerebro, o la que sugiere que los sueños nos permiten afinar nuestros instintos de supervivencia simulando amenazas o situaciones difíciles… e incluso una según la cual el objetivo de los sueños es regular nuestras emociones. No son contradictorias entre ellas y probablemente todas tengan parte de la respuesta a esas historias divertidas, aterradoras, extrañas y enrevesadas historias de nuestras noches de descanso.
La respuesta puede estar oculta detrás de otro misterio: ¿sueñan los animales? Podemos detectar sus ondas cerebrales, podemos ver el movimiento rápido de sus ojos y todos hemos visto a nuestras mascotas agitando las patas durante el sueño y supuesto que están persiguiendo una pelota o a un conejo… pero hasta hoy no tenemos forma de saberlo en realidad. Incluso, recientemente, un grupo de investigadores estudió el comportamiento de arañas saltarinas mientras colgaban de su tela durante la noche, presuntamente durmiendo, y vieron que en ocasiones tenían movimientos de las patas que recuerdan a un perro durmiendo.
Si hasta las arañas sueñan, quizás también esto sirva para que le demos un poco de menos importancia a nuestras aventuras nocturnas en las tierras de la imaginación.
Sueños famosos
Donde la realidad y los sueños se encuentran está el que tuvo la escritora británica Mary Shelley y que fue la base de su novela 'Frankenstein o el moderno Prometeo', el que dio al Beatle Paul McCartney el tema de su exitosísima canción 'Yesterday', o el de Albert Einstein, donde soñó que bajaba por un tobogán hasta casi la velocidad de la luz y que lo llevó a descubrir el principio de la relatividad.
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