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Hace unos meses, un joven italiano llamado Fabio Mariuzzo recorrió en bici los 2.000 kilómetros que separan Tresviso de Euskadi. Representante de la Asociación ... Italiana de Familiares Afectados por Insomnio Familiar Fatal (AFIFF), su epopeya trataba de reconstruir la ruta que siguió hacia el año 1300 el antecesor que portaba la mutación del cromosoma 20 que hace que una veintena de familias alavesas sufran esta rara enfermedad. Esta, la de las enfermedades raras, es una de las áreas en las que trabaja el CIC Biogune, un centro que persigue «romper los límites del conocimiento», en palabras de Jesús Jiménez Barbero, director científico de una institución que fue inaugurada un mes de enero de 2005 y que ayer celebró su vigésimo aniversario.
Para ello cuentan con un laboratorio apartado de las instalaciones principales. Es de nivel 3 –el máximo es 4–, el exigido para estudiar enfermedades priónicas como la del insomnio mortal. Se producen cuando unas proteínas se pliegan mal y provocan con ello un daño irreversible en el sistema nervioso hasta causar la muerte. La más conocida es el Creutzfeldt-Jakob.
La porfiria es otra de esas patologías raras que enfrentan los expertos del centro ubicado en el Parque Tecnológico de Bizkaia. Solo un centenar de personas en todo el mundo padecen esta deficiencia congénita de una enzima relacionada con la producción de glóbulos rojos que desfigura la cara y puede provocar la pérdida de órganos y cartílagos. El investigador Óscar Millet descubrió que una pomada utilizada contra los hongos que salen en las uñas resultaba efectiva contra una de sus variedades. De allí nació una empresa, Atlas Molecular Farma, y un medicamento que podría llegar al mercado en 2027.
«Hace 20 años, cuando llegué, no existía ni siquiera el edificio en el que estamos hoy», recordó José María Mato, director del CIC Biogune desde su nacimiento. Su origen se remonta al año 2000. Entonces, el Gobierno vasco decidió poner en marcha una serie de centros para generar conocimiento. Aquella estrategia se llamó Biobasque 2010. En aquel momento Euskadi era una «magnífica desolación», según Fernando Cossio, director científico de Ikerbasque, citando las palabras que Buzz Aldrin, el segundo astronauta en pisar la Luna, utilizó para describir el satélite terrestre hace más de 50 años.
Dos décadas después, el panorama es bien diferente. Desde entonces, por el centro, que ha servido de modelo para el resto de CICs (CIC Nanogune, CIC Biomagune y CIC Energigune), han pasado más de 500 investigadores de 35 países distintos que han publicado más de 2.200 artículos en revistas internacionales, ha obtenido 60 patentes, se han realizado más de 170 tesis doctorales y se han creado seis empresas. «Teníamos dos objetivos. Uno, no imitar a otros centros, sino convertirnos en uno que 20 años después otros quisieran imitar. El otro, no especializarnos en una sola área para poder atraer a biólogos, matemáticos, químicos…», señaló Mato. Por ello, entre los alrededor de 240 científicos en plantilla se encuentran especialistas en cáncer como Arkaitz Carracedo, cuyo equipo tratan de desentrañar los secretos de estas células rebeldes; y en enfermedades metabólicas.
La jornada sirvió también para hacer un análisis de la situación actual de la ciencia en Euskadi. La comunidad cuenta con 22.800 investigadores que sacan a la luz alrededor de 8.000 publicaciones al año. Gracias a su trabajo llegaron al territorio 160 millones de euros en 2023, «lo que sitúa a Euskadi como la comunidad autónoma con más retorno de fondos europeos por habitante», destacó Cossío. En cuanto a la financiación, «el ecosistema emprendedor vasco no tiene nada que envidiar a lugares como Boston o Dubai», subrayó Laureano Simón, CEO y fundador de Oncomatryx.
El evento se cerró con otra mesa redonda en la que se abordaron los retos de la ciencia desde la perspectiva de los investigadores jóvenes y con la intervención del consejero de Ciencia, Universidades e Innovación.
En el análisis del estado de la investigación en Euskadi no todo son buenas noticias. «No podemos ser como Mary Poppins, no podemos ser prácticamente perfectos en todo, pero sí podemos elegir en qué debemos y podemos ser mejores. Una de estas áreas es la biomédica», aseguró Fernando Cossío. Otro problema es el de la falta de vocaciones. «Los jóvenes no consideran atractivas las carreras biomédicas. Estamos obligados a ir a los colegios para atraer a las nuevas generaciones», subrayó Laureano Simón, que dejó otro aspecto a mejorar: «Hacemos las cosas muy bien pero nos vendemos muy mal. Cuando vienen aquí representantes de grandes farmacéuticas y ven lo que hemos montado, se preguntan por qué no lo contamos».
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