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Begoña Jiménez y Leire Argerey se conocieron mientras estudiaban Diseño de Interiores en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria. Enseguida conectaron y descubrieron que compartían ilusiones e inquietudes, así que no tardaron en imaginarse un futuro juntas. Este mes de abril celebran una década desde que crearon Böho Studio, un estudio de interiorismo ubicado en el corazón de Bilbao, en la calle Elcano, que «fusiona la belleza de la naturaleza con la libertad del estilo bohemio».
Con un enfoque «auténtico y muy personal», estas dos amigas antes que socias combinan materiales naturales, colores cálidos y texturas orgánicas para crear hogares con alma y llenos de carácter. «No seguimos una línea tan minimalista y clásica, nos gusta la caña, los colores alegres, el estilo étnico... acompañados de elementos que nos transportan a la naturaleza. Nos adaptamos siempre a los gustos y las necesidades del cliente, pero manteniendo la esencia boho: un estilo libre, relajado y con mucha personalidad», cuenta Bego.
Uno de sus proyectos más especiales es este caserío en Orozko, de 350 metros cuadrados y tres plantas, que han reformado para un matrimonio y sus dos hijos. En su origen, este baserri restaurado del siglo XVI era un espacio rústico, con luces tenues y matices oscuros. La familia quería conservar su esencia, pero buscaba darle un aire más fresco y actual. «Fue devuelto a la vida por los propietarios, que calcaron al milímetro todos los elementos de la construcción original, desde las tarimas de madera hechas a mano hasta las vigas y los pilares tallados. La primera vez que vimos esta casa nos enamoramos y supimos que iba a ser uno de esos proyectos que no se olvidan», aseguran las interioristas.
Para cumplir el deseo de sus clientes, Bego y Leire optaron por un mobiliario de líneas contemporáneas, textiles y papeles de acabados naturales y toques de color para dar alegría y personalidad al hilo conductor de tonalidades marrones de toda la vivienda. «El resultado es un hogar de ambiente ecléctico donde coexisten lo rústico y lo natural, lo actual y lo bohemio», aseguran.
En la planta baja, con acceso desde el porche principal y la terraza exterior, se encuentra la zona de día: la cocina, un pequeño aseo y un salón-comedor espectacular, convertido en el corazón de la casa. En esta zona, todo el protagonismo recae sobre el paragüero antiguo, las vigas de madera y la piedra vista del muro exterior, testigos centenarios de este caserío lleno de historia. Las interioristas han conservado el carácter de esta estancia optando por materiales naturales y colores cálidos. Eso sí, han aportado un toque de diversión en el rincón de lectura contiguo, donde llama la atención el papel pintado deslavado de la pared del fondo, a juego con los cojines de estampado étnico.
En la primera planta, en la que inicialmente existían cuatro dormitorios, las interioristas han realizado un nueva distribución instalando tres amplios dormitorios. En la habitación de uno de los dos hijos del matrimonio, destaca una cama con dosel bajo un techo inclinado con vigas de madera y un original papel pintado en la pared del cabecero. Además, dispone de un espacio de relax y una zona de estudio.
El dormitorio principal, en tonos tierra y azules, incorpora un gran vestidor en suite con un original armario de castaño macizo como protagonista. «Lo tenían los propietarios y querían conservarlo. Nos encanta dar una segunda vida a los muebles, así que nos pareció una idea genial lacarlo en azul y entelarlo por el interior», explican. En esta estancia, sorprende la lámpara de pie realizada con un tronco de árbol de la firma Dareels.
En esta planta, también hay un dormitorio infantil a dos alturas. «En la parte inferior, hemos creado un gran espacio para jugar, leer y estudiar. Y en el piso superior, una especie de cuevita, con su cama, para soñar toda la noche», cuentan.
La última planta, que se usaba como trastero y zona de juegos para los niños, se ha convertido en una zona multifuncional. «Cuando vimos este espacio y lo poco aprovechado que estaba se nos iluminó la cara», recuerdan las interioristas. Crearon un cuarto de invitados de ensueño que incluye una zona de estar con un sofá de tres plazas, un escritorio para teletrabajar y un baño.
En esta estancia, encontraron un tapiz que los dueños compraron en los zocos de Marrakech y que había quedado olvidado entre cajas y otros enseres. «Nos encanta cuando los clientes abren el baúl de los recuerdos y nos enseñan objetos y reliquias a los que quieren buscarles un lugar especial. La enmarcación nos ayuda a dar valor a objetos, láminas y telares para que luzcan como tesoros en nuestras paredes. Fuimos a la mítica tienda de enmarcación Marcos Mota, que lleva más de 40 años en el número 2 de la calle Felipe Uhagón, donde siempre saben cómo acertar», cuentan.
Bego y Leire han recuperado el alma de este impresionante caserío en las faldas del Gorbea respetando su esencia y construcción original. Y, al mismo tiempo, han creado un refugio sereno y acogedor que transmite calma, creatividad y un toque de eclecticismo cuidadosamente equilibrado. «Esta familia nos llamó en 2018 para que reformásemos la planta baja y años después nos pidieron que realizásemos los otros dos pisos que quedaban. Nos hace mucha ilusión que hayan vuelto a confiar en nosotras para un proyecto tan bonito. Y, además, gracias a ellos nos han salido más proyectos en Orozko», agradecen.
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