«Nos cuesta despedirnos… y solo podemos besarnos»
Con Javi, mi vecino de la infancia, estoy a gusto y siento que puedo ser yo misma, así que hemos quedado para volver a vernos este sábado
Karri Bilbao
Viernes, 20 de junio 2025, 02:02
Cada viernes, Karri Bilbao nos comparte las historias y experiencias que vive con sus amigas. Tras años de convivencia en pareja han regresado a las noches (y tardeos) de la villa.
Es miércoles y recibo un mensaje de Javi a media mañana para quedar al día siguiente, a las seis. Propone pasear desde Uribitarte hacia Olabeaga ... para tomar algo en la zona que recibe el nombre de Noruega. Respondo de inmediato con un sí y un dónde nos vemos. Acudo puntual al lugar de la cita, la escultura de las mujeres que remolcaban embarcaciones a lo largo de la ría con la única ayuda de una cuerda, Las sirgueras. Me gusta el punto de encuentro, la fuerza que transmite la escultura de Dora Salazar, que reivindica la libertad, el empoderamiento y la igualdad.
Llegamos desde puntos opuestos y nos vamos aproximando a la par que se adivina una sonrisa en ambos. El saludo consta de dos besos y un medio abrazo ligero. Hay calidez en su mirada, cariño mutuo. Si estuve nerviosa algún momento antes de vernos, ya no siento nada de eso. ¿Caminamos destino Noruega? Nos reímos y ponemos rumbo a un espacio denominado así por su pasado marítimo y comercial gracias a los buques mercantes que transportaban desde Noruega el bacalao y dejaron huella entre calles estrechas y casitas de colores pintorescas. Es un rincón que evoca un Bilbao vital, lleno de personalidad y fiel reflejo de la fachada que invita a Soñar.
Javi es ingeniero y trabaja en el sector de la exportación. Viaja con frecuencia y se nota por cómo lo cuenta que le apasiona la responsabilidad que ejerce en su empresa desde hace casi una década. Confiesa que durante los últimos años se ha volcado en su trabajo en exceso. Sin duda ha sido su refugio ante un matrimonio que se desmoronaba desde hacía tiempo. Con naturalidad comenta que ha quedado alguna vez con alguna chica, pero que no ha cuajado nada que le haya dejado huella ni merezca la pena relatar. Tampoco ha estado en búsqueda activa de una pareja sino de paz interior y soledad necesaria para lograr equilibrio mental. Por mi parte, le resumo que he tenido alguna historia breve que tuvo sentido en aquel momento y un enamoramiento que, también lo ha tenido, por reconciliarme con el amor y sus efectos. Entonces, estamos libres de ataduras los dos, pienso y se lo digo…
Regresamos al pasado a través de la conversación con una reflexión; miramos hacia adelante sin identificarnos con la tan manida frase de que «cualquier tiempo pasado fue mejor». No es cierta ni pretendemos que lo sea, aunque tenga gracia que lo digamos nosotros, vecinos de infancia que nos hemos citado hoy, décadas después, en un paisaje que rezuma nostalgia… Desandamos el camino y pasamos junto a la grúa Karola, antes al servicio de la industria naval y ahora al del turismo, bella y esbelta, como un cisne orgulloso que dejó atrás al patito feo y se erige majestuosa y a la vista de todo aquel que la quiera admirar.
Seguimos paseando por la zona que albergaba un mar de contenedores, la Campa de los Ingleses, hoy tan urbanizada e impecable. Con este escenario de fondo, me rodea con el brazo la cintura y pregunta si estoy a gusto y si me gustaría volver a quedar este sábado; un plan desde la mañana dado que se pronostica sol radiante. Me apetece mucho, sí.
Nos cuesta despedirnos y enlazamos una frase con otra. Ahora sí que estoy algo nerviosa porque no paro de hablar y es un síntoma…
- Deseo besarte desde que nos vimos en el tributo de Dire Straits, Karri.
- También lo deseo yo, Javi.
Importa poco la gente que nos rodea, si miran o nos ignoran, nos besamos. Con su sabor en mis labios nos decimos agur hasta el sábado.
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