«Paseamos por Plentzia cogidos de la mano y Javi me dice que le gustaría que yo fuese esa chica…»
Mi plan de sábado con Javi se convierte en una cita especial, con una conversación sobre el amor, las dudas y las segundas oportunidades
Karri Bilbao
Viernes, 27 de junio 2025, 00:29
Cada viernes, Karri Bilbao nos comparte las historias y experiencias que vive con sus amigas. Tras años de convivencia en pareja han regresado a las noches (y tardeos) de la villa.
Amanezco con una sonrisa radiante y dispuesta a disfrutar junto a Javi de un sábado con luz y calor de verano. Treinta grados a la ... sombra y tormenta a partir de las siete de la tarde, según el pronóstico. Destino Plentzia, quedamos a las once para coger el metro y llegar a una hora que nos permita disfrutar de las terrazas junto a la playa y de la agradable brisa de mar. Llega puntual y rebosante de vitalidad. Viste con unos vaqueros y camiseta marina que le favorecen. Al despertar dudaba si ponerme un vestido claro, corto y sencillo, pero he optado por ataviarme con unos Levi's y un top blanco junto a un bolso de rafia que guarda un chubasquero minúsculo y un paraguas plegable para guarecernos de la lluvia que se prolongará hasta el anochecer.
Al saludarnos nos hemos besado en la mejilla y acariciado la mano con un gesto fruto de la naturalidad. El metro está a rebosar y nos apiñamos como mejor podemos, dos más entre cientos que coinciden en poner rumbo a la villa costera. Resumimos los días sin vernos durante el trayecto, Javi ha pernoctado en Madrid por trabajo y yo he tenido días tranquilos, sin imprevistos que hayan alterado rutina ni preocupado más de la cuenta. Dice que le ha contado a su hermana Marta que nos hemos reencontrado en dos conciertos y citado a solas algún día que otro. Perdí contacto con mi vecina y amiga de infancia durante los años de universidad y no volví a saber nada. Le habrá sorprendido, comento. Javi responde que sí, pero que también le ha alegrado…
Llegamos a la última estación con ansia por salir. Cruzamos el puente peatonal que semeja al Zubizuri en Bilbao y al de Ondarroa, ambos de Calatrava. La ría parece un plato con embarcaciones que lo salpican todo de color allá donde posamos la vista. Decidimos pasear hasta la playa de Gorliz, sin prisa. Cogidos de la mano, caminamos despacio a la par que surge en la conversación que a nuestra edad y en nuestras circunstancias, es complicado congeniar del todo con las personas que van apareciendo. Llegan como aire nuevo que te despierta y refresca, pero se desvanece la ilusión como agua que se evapora. ¿Seremos nosotros el problema? ¿Será así porque esperamos demasiado? ¿No sabemos lo que queremos? La contradicción habita en mí desde que me divorcié, le confieso. Carecer de pareja me ha permitido explorar territorios de mí misma que desconocía; la soledad elegida es un estado de soberanía libre que temo perder si me comprometo de nuevo. Pero para qué negarlo, me encantaría ser feliz junto a un hombre que esté presente en mi vida, aunque no me vea conviviendo, al menos a fecha de hoy…
Javi opina parecido, pero él si busca una pareja para convivir y darse una segunda oportunidad en el amor con vocación de perdurar hasta el final de sus días. Alguien con quien compartir situaciones cotidianas, amistades, familia y un proyecto de vida. De camino al restaurante donde hemos reservado mesa, ubicado en la plaza del Astillero, el Bahía, me abraza y pide un beso que acompaña de un me encantaría que fueras tú esa chica. Su sinceridad me halaga de primeras y no me asusta en absoluto, quizá porque le conozco desde cría. Pero me quedo con una sensación rara. No sé si estamos en el mismo punto y si no se estará precipitando…
Hoy me siento querida, contenta, y es lo que importa.
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