«María dice que en Bilbao no se liga. En Madrid sale con tres a la vez»
Descubrimos que somos unas novatas en esto de la soltería tardía. Y no solo eso: también confirmamos el mito de que, en el botxo, somos «más paraditos»…
Karri Bilbao
Viernes, 8 de agosto 2025, 00:58
Lidia ha comprado tres candados para simbolizar la amistad y reafirmar que nuestra relación perdurará contra viento y marea. Lo ha hecho con la intención ... de materializar el vínculo de empoderamiento femenino y amistad que nos une y protege, como una red flexible en la que caer y sostenerse en el día a día. Después de tocar a los leones alados del puente de La Merced, decidimos buscar un huequito donde colocar los candados con nuestros nombres. Pero, de camino, Nahia se topa con María, una antigua compañera de Osakidetza que ahora ejerce su especialidad en Madrid. Divorciada desde hace tres años, nos cuenta que pasará la semana en Bilbao para visitar a su familia antes de marcharse de vacaciones a Kenia.
Tras las presentaciones mutuas y un cruce de frases convencional, Nahia le pregunta a María si sale con alguien, a lo que responde que se está citando con dos a la vez… y un tercero que acaba de conocer a través de conocidos comunes. La conversación da para mucho y decidimos cambiar de rumbo para seguirla camino a El Puertito, en Ledesma. María detalla las características de uno y de otro, las circunstancias que la han llevado a simultanear las citas; en Madrid, todo funciona de manera diferente, dice. Los círculos son mucho más amplios y las posibilidades de conocer gente interesante se multiplican sobremanera.
Lidia, Nahia y yo escuchamos con atención cada frase y, tras despedirla, nos miramos con cara de asombro e idéntica conclusión por unanimidad: somos unas principiantes de manual en esto de la soltería tardía… ¿Será porque vivimos en Bilbao? No hay duda de que la ciudad y sus alrededores marcan la diferencia. El mito de que en Euskadi no se liga queda patente si lo comparamos con Madrid. Pero, ¿cuánto hay también de costumbre adquirida, religión mediante, sobre la libertad sexual de la mujer? ¿Cuánto de sentimiento de culpa heredado como pecado original y de esa supuesta buena reputación a conservar…?
Con esta reflexión de fondo, caemos en la cuenta de que llevamos los candados encima y aún no hemos decidido dónde colocarlos. Nos reímos de nuestra actitud adolescente mientras caminamos hacia la zona de Heros, que los jueves siempre tiene el mejor ambiente. La fuente de los leones, en la plaza Jado, le da una idea a Lidia: actualizar la leyenda de los leones alados del puente de La Merced a los tiempos que corren. Las esculturas con leones tamaño XL reflejan infinitamente mejor la personalidad de los bilbaínos que los del puente de La Merced, eso es evidente. Tocarlos -dice Lidia, como si fuera un conjuro- traerá consigo la fuerza necesaria para decir adiós, sin recaídas ni melancolías, a los amores pasados, y dar la bienvenida a los que estén por venir… sean uno, dos o cientos. Sin embargo, en el intento por palparlos -más lejos de lo que creíamos a simple vista- optamos por rozar los dedos en el agua, a modo de bautismo simbólico, dándonos por satisfechas entre carcajadas y miradas de complicidad mutua.
Con el conjuro a modo de akelarre precipitado -y, para qué engañarnos, algo chapucero-, decidimos colgar los candados por la zona de Uribitarte, que para algo es el Nuevo Bilbao y nos reconocemos en el paralelismo. Vámonos hacia allá pues, decidimos sin titubear las tres…
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión