«Javi quiere que me quede a dormir y no tengo plan al día siguiente, pero...»
Una cita de verano entre pintxos, nostalgia y caricias, con un «te quiero» inesperado y la decisión de escucharme
Karri Bilbao
Viernes, 11 de julio 2025, 00:12
Un «te quiero» inesperado por parte de Javi me deja sin palabras. Es agradable escucharlo, pero no me sale de manera natural corresponderle con la ... misma declaración de amor y ni siquiera con un «yo a ti también». Tampoco él me lo pide y, por su mirada, no parece quedar a la espera de que lo haga. Propone que cenemos algo ligero en su casa o, si lo prefiero, salir por la zona de Algorta que aún permanecerá abierta para comer algún que otro pintxo. Tras la tormenta, el ambiente ha refrescado y la temperatura es agradable. El bullicio del centro se escucha amortiguado tras las ventanas a medio abrir. Es noche de verano que invita a disfrutar, por eso le digo a Javi que vayamos a dar una vuelta y que, después, volveré a Bilbao en metro, aunque sea de madrugada, aprovechando que ahora circula durante toda la noche. Le decepciona que no me quede a dormir y me excuso diciéndole que la próxima vez, sin más explicación. No tengo un plan para el día siguiente y así se lo digo, pero hoy quiero dormir en mi cama. No insiste y salimos a la calle tras una ducha rápida.
Ponemos rumbo al Kaixo para comer un pintxo de tortilla recién hecha. Caldosa y tan rica como siempre. Continuamos hacia el Eskarra y allí coincidimos con Manu, un amigo de su cuadrilla de toda la vida que me presenta a Amaia, su mujer. Sacamos ronda y, al terminar, salimos los cuatro destino al Burdinola que, tras el cierre del Manhattan y la sensación de orfandad que sentimos los de nuestra generación, ha tomado el relevo con música y ambiente más o menos parecido, estamos de acuerdo, aunque no deje de ser un consuelo, la verdad. El excelente repertorio que seleccionaba el antiguo dueño del Manhattan será difícil de superar. Nostálgicos del local, entre risas bromeamos con la posibilidad de lanzar una opa y hacernos con la propiedad para recuperarlo por el bien de la humanidad.
Ya son casi las dos y se hace tarde para volver. Nos despedimos de Manu y Amaia con la intención de quedar una próxima vez. De camino al metro, Javi me rodea con el brazo y pide un beso de despedida. Le digo que no hace falta que me lo pida mientras me acerco a sus labios. Junto al fosterito repite que le gustaría que durmiera con él para amanecer juntos y desayunar el domingo, sin prisa. Sonrío y le digo que otro día. Dice que me echará de menos y que le escriba cuando llegue a casa.
En apenas cinco minutos de espera llega el metro y encuentro un asiento libre junto a la ventana. Alrededor, una cuadrilla de veinteañeras resume el sábado entre carcajadas. Continuarán noche por Pozas. Verlas me transporta a aquellos años de edades parecidas, cuando el futuro estaba por escribir, como un folio en blanco. En San Mamés se apean llevándose la alegría y dejando el vagón en silencio. Continúo trayecto hasta mi estación y, ya en la calle, gente que viene y va me hace sentir segura, aunque camine sola hasta mi portal. Giro la cerradura, me desvisto y desmaquillo al tiempo que recibo un mensaje de WhatsApp de Javi. Y le respondo que sí, que he llegado sana y salva junto a un emoticono de una carita con corazón. De inmediato contesta con dos caritas y corazones dobles. Me acuesto serena. Mañana llamaré a Nahia para quedar por la Plaza Nueva y contarnos cómo nos ha ido el sábado…
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