«Con Javi todo fluye, hacía mucho tiempo que no me sentía tan a gusto»
Con él, amor platónico de la infancia, me siento en casa y solo pienso en volver a verle...
Karri Bilbao
Viernes, 13 de junio 2025, 01:02
Cada viernes, Karri Bilbao nos comparte las historias y experiencias que vive con sus amigas. Tras años de convivencia en pareja han regresado a las noches (y tardeos) de la villa.
Hoy toca concierto en Bilborock en compañía de Ane y Maite. Hemos quedado antes por Bilbi para ponernos al día y les he contado que ... estoy ilusionada con la posibilidad de reencontrarme con Javi, amor platónico de la infancia, hermano mayor de mi vecina y amiga Marta. Mostramos el QR en la entrada y ya suenan los acordes que elevan el ánimo y las ganas de bailar. Aún a medio llenar, pedimos la bebida y avistamos caras conocidas, pero sin rastro de Javi por el momento. Saludamos con la mirada a la cuadrilla de al lado, conocidos por andar en similares ambientes, a la par que Ane me susurra al oído que huyamos hacia la parte trasera porque no quiere hipotecar la noche con los que considera pesados y aburridos. Dicho y hecho. Nos despedimos de ellos con una sonrisa algo forzada y marchamos hacia el otro extremo justo en el momento en el que entra Javi con un par de amigos.
Con un «aúpa Karri» me da dos besos y dice que, tal y como le anticipé la semana pasada, el concierto en Bilborock es un plan perfecto para el viernes por la noche. Interpreto su asistencia como una declaración de intenciones, busco por eso en su saludo una mirada pícara o un gesto que le delate. Me siento cómoda a su lado y presentamos cuadrillas mutuas dando por hecho que disfrutaremos del concierto en compañía. Pregunta si queremos tomar otra ronda y negamos con la cabeza porque acabamos de pedir la nuestra. Mientras pide, Maite comenta que no está nada mal su amigo Gorka. Hora y media después, finaliza el concierto y Javi propone que continuemos los seis en el Bira.
De camino a la calle Ronda, Javi me cuenta que lo ha pasado mal tras el divorcio, pero que ya levanta cabeza. Casado durante dos décadas, opina que en cuestiones de pareja sucede como con el agua; si no fluye de manera natural, se estanca y putrefacta. Tiene custodia compartida de hijos a punto de entrar en la universidad, casi autónomos. Piensa que lo peor ha pasado ya, pero le ha costado resituarse y encontrar amigos de su entorno con quienes desahogarse y salir en similares circunstancias. Efectivamente, es complicado hallar una red que te sujete al caer cuando no solo te divorcias de tu pareja sino de un estilo de vida que componen amistades construidas en común y planes conjuntos, le doy la razón.
Prolongamos noche yendo al Muelle, en Ripa, y me pregunta si puedo darle mi número de móvil para quedar a tomar un café y hablar algún día de la semana próxima. Claro que sí, le respondo y hago una pérdida para que quede registrado y lo guarde en su agenda. Es hora de irse porque vive en Algorta y ha de coger el último metro. Le digo que también me iré yo a casa porque quiero aprovechar la mañana del sábado y no quiero liarme. Los demás continuarán por la zona, sin prisa.
Salimos sin más compañía que la nuestra y con una sonrisa en los labios. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan a gusto, sin silencios incómodos, miradas huidizas ni palabras vacías. En realidad, lo que sucede es que con Javi me siento bien conmigo misma, soy yo en mi pura esencia. Algo así como sentirme en casa. Con esa sensación placentera nos despedimos felices junto a una caricia en el brazo, un beso cálido en la mejilla y la promesa de escribirnos con intención de vernos la semana siguiente, sin falta.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.