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La tía de Amets y Sara, en la concentración que ha tenido lugar este sábado en Soto del Barco.

"La muerte de tus hijas es muy dura, pero más aún si las asesina su propio padre"

Bárbara García, la madre de las dos niñas asesinadas en La Arena, agradece el apoyo recibido «en un momento tan difícil y que por mucho tiempo seguira siendo difícil»

OLAYA SUÁREZ / MARCO MENÉNDEZ / ISABEL GÓMEZ

Sábado, 29 de noviembre 2014, 17:02

«La muerte de un hijo es muy dura, pero más aún si te las asesina su propio padre». Son las palabras de Bárbara García, la madre de las dos niñas muertas a manos de su padre en San Juan de La Arena el pasado jueves. Bárbara García, a través de su perfil de Facebook, ha querido agradecer las muestras de apoyo recibidas desde el fatal suceso. «Es un momento difícil y por mucho tiempo seguirá siendo difícil», señala.

Su padre las mató entre las cuatro y las cinco de la tarde. En el piso de San Juan de la Arena, en el que vivía desde que regresó de Bilbao, se suponía que para estar cerca de sus hijas tras separarse de Bárbara, la madre de las criaturas. Ahora Amets y Sara están muertas porque en un acto incomprensible, su padre, José Ignacio Bilbao Aizpirua, conocido como Iñaki, las asesinó a sangre fría con una barra de hierro envuelta en papel de regalo. Este horroroso detalle y algunos datos de la autopsia realizada en el Instituto Anatómico Forense de Oviedo permiten deducir que planificó el crimen.

Ni siquiera para los expertos forenses el caso es fácil. Las niñas fueron asesinadas a golpes con una barra de hierro, una de esas estructuras contundentes que sirven en las obras para armar los encofrados y que Iñaki trató de disimular envolviéndola en papel de regalo. Ni siquiera retiró el envoltorio para golpearlas. Primero fue hacia la mayor. Amets. Nueve años. Una niña de metro y medio, alta para su edad, porque había dado recientemente un buen estirón. La autopsia revela que trató de defenderse a la desesperada. Tenía heridas diversas en los brazos y en las manos.

La secuencia que tratan de definir los investigadores es estremecedora. Su padre la golpeó en la cabeza varias veces con la intención de que la muerte fuera rápida, pero cuando se volvió hacia la pequeña comprobó que se movía y volvió para rematarla. A la pequeña, Sara, de siete años, le arrebató la vida en un solo ataque.

También Sara, sin embargo, puso las manos delante de la cara en un gesto de autoprotección. Se da la circunstancia de que la pequeña había cumplido 7 años el día anterior al de su muerte, el miércoles día 26. Eso podría explicar -según la Guardia Civil, que se ha hecho cargo del caso- el hecho de que envolviera el arma homicida. Quizá trató de disimularla o de esconderla.

Desde el Anatómico Forense partieron ayer muestras de orina y sangre de las pequeñas -también de los restos de su padre- al Instituto de Toxicología con sede en Madrid con el fin de comprobar si presentan algún tipo de sustancia tóxica o médica.

Las tres autopsias se realizaron ayer por la mañana y posteriormente, y por expreso deseo de los familiares de Amets y Sara, los restos de las menores fueron incinerados en la más estricta intimidad y descansaron anoche en el Tanatorio de Pravia. La madre, Bárbara García, muy conocida en Cudillero -de donde es toda su familia- apenas se pudo mover ayer de su habitación.

El jueves, como cada semana, había dejado a sus niñas con su expareja de cuatro a seis de la tarde -tal y como quedó acordado en las medidas paternofiliales decretadas por un juez- sin saber la tragedia que se ceñía sobre sus vidas.

Aproximadamente hacia las cinco y media de la tarde, el cadáver de Iñaki aparecía bajo el viaducto de la Concha de Artedo. Se había precipitado al vacío desde una altura de 110 metros. De inmediato se avisa al entorno de la madre de las niñas y acuden al domicilio paterno con el temor de que pudiera haberles pasado algo. Al llegar a la puerta, en el número 56 de la avenida de los Quebrantos en la localidad de San Juan de La Arena, los malos presagios se cumplieron. Nada más abrir la puerta, los agentes de la Guardia Civil comprobaron con pavor que en el interior yacían los cuerpos de las dos niñas y que en la estancia en la que se encontraban había abundante sangre. Nadie puede explicar lo sucedido y, de hecho, familiares cercanos a la madre aseguraban ayer que nunca pensaron que Bilbao Aizpurua pudiera dañar a las niñas. Menos aún cuando una de las personas que pensó que mejor le conocía, la madre de las pequeñas, solicitó al juez una orden de alejamiento para ella pero quiso expresamente que Amets y Sara no perdieran el contacto con su padre, al que adoraban.

«Este volvió para armármela muy gorda»

«Este volvió para armármela muy gorda». Los peores presagios de Bárbara García Martínez se cumplieron. Sus vecinos de Soto del Barco sabían que la madre que ahora ha perdido a sus dos hijas estaba preocupada los últimos meses, desde que su expareja, Iñaki, había regresado a Asturias para vivir en San Juan de la Arena. Su traslado desde País Vasco de donde era originario y adonde había vuelto tras la separación hace un año tuvo lugar tan sólo un mes y medio después de enterarse de que ella había rehecho su vida con otro hombre. No lo soportó.

Precisamente su actual pareja había encontrado hace días las ruedas de su coche rajadas. Desde el primer momento sospcharon de Iñaki, a quien desde el entorno de Bárbara definen como «una persona muy posesiva que no interiorizó que la relación había roto». El 13 de mayo de 2013, cuando ya habían puesto fin a diez años de convivencia, la mujer lo denunció ante la Guardia Civil por vejaciones y solicitó una orden de alejamiento. El juzgado de Pravia archivó el procedimiento al considerar que no había pruebas suficientes y denegó la medida de protección.

Según explicaron ayer desde el Tribunal Superior de Justicia de Asturias, «la denunciante incidió en su relato en que no ha habido agresión física alguna, ni durante el altercado que hizo mención ni antes, que fueron únicamente insultos en una discusión muy subida de tono, pero no presentaba parte alguno de lesiones, ni consideraba que su pareja fuese un hombre violento, ni con ella ni con las dos hijas que tenían en común, aunque sí manifestó que desde hacía un tiempo las discusiones de este tipo se habían repetido».

La mujer «hizo constar expresamente que no quería que sus hijas cortasen la relación con su padre. Tras la declaración y la valoración de las circunstancias referidas, el juzgado de Pravia, de acuerdo con el ministerio fiscal, acordó el sobreseimiento de dichas diligencias denegando la orden de alejamiento».

Tres meses después de la primera denuncia, Bárbara García presentó otra demanda civil de medidas paterno-filiales ya que, aunque la pareja no estaba casada, se debía regular el régimen de visitas con las dos menores. Se estipuló entonces que el progenitor pasase dos horas por la tarde los martes y los jueves. Las iba a buscar al colegio de Soto del Barco y si no llovía, se los podía ver en el parque que hay justo al lado. «Venía siempre con las niñas y estaba muy pendiente de ellas», comenta un padre del colegio, quien añade: «Ahora ya oyes de todo, pero algunas madres comentaban que últimamente las dos hijas tenían miedo a estar con el padre».

También estableció el juez que el padre debería aportar 75 euros mensuales para la manutención de cada hija. La última denuncia que la madre de las niñas presentó fue por el impago de pensión. Desde la Red de Diálogos Feministas exigen que «los jueces dicten órdenes de protección, que fiscales las soliciten y que éstas se cumplan». El Consejo de Mujeres de Gijón también expresó ayer su «condena por el asesinato» de las dos niñas.

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