«El 20% de la población padece un gran sufrimiento y es invisible para la mayoría»

- Entró a dirigir Cáritas en una crisis y se va en otra.

- Sí. Ha sido una característica de estos últimos años, crisis encadenadas que sobre todo afectan muchísimo a las personas más vulnerables. Hemos necesitado adaptarnos a todos estos cambios.

- ¿Y cuáles han sido esos cambios?

- Fundamentalmente el tipo de respuestas que necesitan las personas. Por ejemplo, no nos planteábamos nunca que podríamos llegar a cubrir la brecha digital, y nos hemos dado cuenta en pandemia de que la tecnología ha sido una herramienta de primera necesidad para muchas familias.

- Habla de familias. ¿Son el perfil tipo?

- El retrato robot tiene cara de mujer con menores a su cargo. Las familias con niños o con personas migrantes tienen más dificultades para salir adelante.

- La última crisis también ha llevado hasta las entidades sociales a personas con trabajo que no llegan a fin de mes.

- Sí. Hay dos grandes llaves para salir de la vulnerabilidad: la vivienda y el empleo. El empleo debiera de tener capacidad de protección. Si una persona tiene un empleo, debiera tener garantizados unos mínimos económicos. Tiene que ser digno, decente y garantizar las condiciones de vida.

- Mencionaba también la vivienda.

- Estamos en una gran crisis habitacional. El acceso a la vivienda es prohibitivo, pero también su sostenimiento. Tenemos casos de personas que no aparecen en los umbrales de pobreza, con nóminas de 1.000 euros, que tienen que pagar el primer día de mes 700 de vivienda o más, suministros aparte. Eso no son condiciones de vida. No está garantizado el derecho a la vivienda.

- ¿Cómo está Bizkaia?

- El 80% de la población no tiene grandes dificultades, lo que hace que no sean conscientes de que hay un 20% que sí las tienen. El porcentaje de la población que tiene una situación de gran sufrimiento no es visible para la gran mayoría. Pero el 20% de la población en Bizkaia son más de 200.000 personas.

- ¿Hay más pobreza ahora que en la anterior crisis?

- Hay problemas graves de desigualdad social y de pobreza. Hablamos de que van bien el PIB, las tasas del paro... Frente a esos indicadores relativamente positivos, está la desigualdad. Parece que esto es el mundo de color rosa, y no es así.

- Si todo mejora menos la tasa de pobreza, ¿es porque es crónica?

- Claro. Nosotros lo llamamos la espiral de la pobreza o las vidas atrapadas, que son personas que no consiguen salir de un circuito de desigualdad. Tienen dificultad de acceso a la vivienda, lo que implica que también pueden tener problemas de acceso al padrón, a la regularización administrativa y al empleo, luego no tienen tampoco protección económica o acceso a una nómina.

- ¿A cuántas personas atienden?

- Unas 13.000 familias de media.

- Durante el covid incrementaron el presupuesto de ayudas directas de un millón a cuatro. ¿Han vuelto a la normalidad?

- Seguimos, no lo hemos reducido. Hay dos caras de la moneda. La primera es que hay situaciones que parecen puntuales y luego no lo son. Y la otra es el enorme apoyo que tenemos de las administraciones y de la sociedad, de los socios y donantes. Es muy importante la confianza que genera esta entidad, porque si hacemos un llamamiento, tenemos una respuesta.

- ¿Hay suficientes voluntarios?

- Se mantienen unos niveles muy altos, rondando los 2.000. Son personas que durante muchos años están de manera comprometida y gratuita dedicando tiempo, dinero, conocimiento y experiencia, volcándolo en muchas horas para otras personas que no conocen. Me parece una cosa extraordinaria.

- ¿Estamos mejor o peor que cuando empezó en Cáritas?

- Estamos distinto. Yo no podría decir que estamos mejor. Hay un número importante de personas que lo están pasando mal porque nuestro modelo de vida, nuestro modelo económico, arrasa; arrasa y no tiene en cuenta las vidas ajenas, las vidas más débiles.

- ¿Alguna espinita?

- Muchas, porque mientras hay soluciones para algunas dificultades, surgen nuevas. Me he dado cuenta en este tiempo de la importancia que tienen las políticas sociales. No me explico la abstención, que el 40% de la gente no entienda la importancia extrema que tienen los políticos en los que delegamos; no somos conscientes de que al elegirlos nos la jugamos.

- ¿Por qué se va?

- Creo que es muy sano para organizaciones de esta dimensión que haya ciclos de liderazgo. Los relevos se tienen que producir cuando las cosas en una organización están bien. Entonces creo que es muy sano que se pueda producir un cambio de chip. Es hora de afrontar otro reto.

- Será secretario general de la diócesis en un momento en el que la fe va cuesta abajo.

- La Iglesia tiene por delante el reto de generar confianza, de comunicar con alegría un mensaje de felicidad. También el de mejorar la imagen, deteriorada por errores graves. Se ha mantenido un diálogo en igualdad con la sociedad y está el reto de volver a ser referente en valores, en propuestas, porque tenemos mucho que aportar. Ahora parece que los referentes pasan a ser los líderes musicales, deportivos, pero hacen falta referentes estables para que el conjunto de valores que se propone sea coherente.

- ¿Y cree que la Iglesia puede volver a serlo?

- Tiene que situarse en el papel que le toca jugar. Venimos de unas épocas en las que ha sido un referente sobredimensionado y tiene que ocupar posiblemente un papel de una entidad minoritaria, pero significativa. Esta nueva situación nos va a hacer más pequeños, pero también más coherentes, más fidedignos, más creíbles.