El Ibilaldia supera el examen de la pandemia
Las ikastolas Ander Deuna de Sopela y Betiko de Leioa hicieron las delicias de 3.000 personas en una edición atípica de la fiestas de las ikastolas vizcaínas
Que el lema de este Ibilaldia sea 'Kalakalata' describe a la perfección lo vivido este domingo en Sopela. Todo un baño de alegría ... y diversión que 'empapó' a las 3.000 personas que inundaron la cita gota a gota. Nada de grandes aglomeraciones como ocurrió en 2005, la última vez que los centros Ander Deuna (Sopela) y Betiko (Leioa) se dieron la mano para organizar la fiesta de las ikastolas de Bizkaia. Entonces congregaron a unas 100.000 almas. Este domingo, pese a que el grupo era mucho menor por culpa de la pandemia y estaba dividido para reducir aún más los contactos, la ilusión fue también desbordante.
Vaya que si lo fue. Sobre todo entre los chavales, los grandes protagonistas de esta cita. Su inmensa sonrisa traspasaba hasta las mascarillas. Había que verles cómo disfrutaban haciendo talo, recuperaban energías en una clase de tai-chi o cuando se sumergían en la cultura saharaui. Este Ibilaldia, quizá el menos 'ibilaldi' porque eliminaba la posibilidad de hacer el recorrido, hizo las delicias de las familias. Los organizadores diseñaron un programa diferente a lo que acostumbra este evento donde reinan los conciertos, pero consiguieron mantener su esencia. A los 1.800 que tomaron los cuatro 'gunes', se les sumó otro millar en los veinticinco puestos artesanales instalados en la plaza del Ayuntamiento.
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Un enérgico irrintzi dio el pistoletazo de salida a la fiesta que aguardaba desde hace tiempo marcada en rojo en el calendario. En el acto inaugural remarcaron el «gran esfuerzo» realizado para hacer realidad este momento. «Por fin llegó el día, aunque la situación nos hace que sea diferente al de otros años», comentaba Josune Bañales, presidenta de la Asociación del Ibilaldia, quien pedía «compromiso para vivir en euskera, hoy y el resto del año». Un objetivo hacia el que caminan las ikastolas que, al igual que para dar forma a este Ibilaldia, durante años se han «adaptado para avanzar y seguir adelante. Siempre trabajando en equipo», remarcaba Jokin Bildarratz, consejero de Educación.
Y a las diez, ahora ya sí, llegaba el momento de la verdad. Sua, Ura, Haizea y Lurra, las cuatro zonas del programa, con una oferta de los más variopinta, abrían sus puertas al primero de los dos turnos de la jornada. «No se ha podido celebrar como nos hubiese gustado, pero a base de creatividad lo hemos adaptado a la época», comentaban Idoia Ugalde, directora del consejo escolar de Ander Deuna, y Koldo Tellitu, presidente de Betiko. Las familias que se habían decantado por Sua, en la propia ikastola Ander Deuna, 'desayunaron' con un espectáculo de pirotecnia de la mano de Deabru Beltzak y mostraron sus habilidades en la danza con Dangiliske.
Todavía con el olor de la pólvora en el ambiente se lanzaron con las coreografías. «Hemos empezado con unos pasos sencillos para que vayan calentando...», bromeaba Eneko Bilbao 'Kilker', el maestro de la ceremonia que dirigió al amplio grupo de cien personas en esta primera clase. Luego subieron el ritmo, para acabar con una coreografía divertida. Por cierto, los pasos estaban adaptados a la pandemia, nada de «mano con mano», ahora es «pie con pie». «Nos hemos decantado por esta zona porque a mi hija le gusta el baile y por los espectáculos de fuego», comentaba Jon Carpente, sin quitar ojo a Aiala, su hija, que se lanzaba sin miedo con el tarantela, un baile típico de Italia.
El regustillo del talo
El sabor a la cita se lo dio el taller de talo que congregó a varios cocinillas en la plaza Urgitxieta de Larrabasterra. Con las manos embadurnadas en harina fueron dándoles con mucha maña esa forma redondeada antes de envolver el chorizo. «Nunca habíamos hecho, es la primera vez y nos gustaría repetir. ¡Ahora a probarlo!», comentaban los pequeños Inhar, Telmo y Kai, de 5 años. «Si lo han hecho hasta mejor que nosotros», confesaban Alazne, Jon, Jaione, Josu, Saioa y Asier, los padres, que aguardaban para hincarle el diente al talo.
Y con ese regustillo completaron las actividades de la zona Lurra con una clase de tai-chi donde se pudo respirar cierta calma. Una hora en la que muchos aprovecharon para recargar las pilas. «Estamos en un momento donde, por culpa de la pandemia, necesitamos más que nunca generarla», comentaba Astri Expósito, que, con el peque Unax, imitaban las posturas del monitor. «Manos en horizontal…», les guiaba.
En la última zona, el parking superior de Barinatxe albergó las dos últimas 'gunes' en las que se instaló la cultura saharaui. Los más pequeños se empaparon de sabiduría a través de juegos típicos y diferentes charlas didácticas. «¿Sabéis preparar un té? Vamos a aprender a hacer uno», animaba Aicheto, a un grupo de chavales. «El primero es amargo, como la vida misma; pero el segundo es dulce, como el amor». Al lado, otros se lanzaban con los juegos típicos del Sahara. Y con la costa como telón de fondo, a las 14.30 horas se puso punto final a este Ibilaldia que ya pone rumbo hacia la ikastola Abusu de Bilbao, que el próximo año tomará el testigo.
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