Más discotecas, por favor
Muchos de los asistentes a los grandes congresos médicos del Euskalduna se quejan casi siempre de que tras la cena se ven obligados a regresar a sus hoteles
El pasado viernes la noche bilbaína sumó una discoteca más. El estreno de Velvet dejó más que contentos a sus responsables. Propiedad de los dueños ... de la sala Moma, llenó sus instalaciones de General Concha y consiguió su primer objetivo: atraer al público y llamar la atención. El toque de corneta de Oscar del Hoyo, un maestro de las relaciones públicas, surtió efecto.
Se vieron las primeras colas y triunfaron las ganas de diversión en el centro de la capital vizcaína, de ofrecer una imagen distinta y de impulsar un ocio nocturno que busca volver a ser lo que fue. Y en sacudirse, todo hay que decirlo, la mala fama de una ciudad triste y sin posibilidades en un momento en que llegan más turistas que nunca.
¿Moraleja? La villa debe vibrar de día y de noche. Justo lo que pretendía Luis Ángel Rodríguez, uno de los socios que está detrás de este club y de la sala de Rodríguez Arias. Él tiene las cosas claras: la capital vizcaína se queda corta de oferta. Entiende que el centro de la ciudad ha dado el primer paso y que la gente joven ha respondido más que de sobra a las expectativas creadas. El futuro, ya se verá. No pinta nada mal, en principio, con las entradas a 15 euros.
En realidad, casi todas las salas de fiestas de la villa hicieron grandes cajas. Viven momentos de gloria. Funcionó el Buda, por supuesto la Back-Stage, que sigue amplificando su eco, y también la Rock Star de la Gran Vía, con mogollón de patrullas policiales en el exterior. A la cita también se apuntó Bombón Club, en Galerías Isalo.
Legiones de seguidores
Todas funcionaron. El Crystal, el Moma y la Sala Santana, de Bolueta, cuentan con legiones de seguidores. Fuera del centro, en la periferia, la Sonora de Erandio, con su música electrónica, sigue siendo una apuesta casi segura. Todas las noches. Su dueño, Diego Maestre, sigue repitiendo cada día el milagro de los peces y panes. Hay que reconocerle las cosas: este empresario es un artista.
Velvet, con más zonas reservadas y un enfoque claramente más selecto, busca atraer a un público en busca de copas tranquilas y seguras para todo tipo de público. Es una sala enfocada a gente adulta y con música divertida, de otras épocas, defienden. Se desmarca de las tendencias dominadas por el trap o el reguetón y apuesta por una experiencia musical más cuidada y selecta dirigida al público adulto.
Es, en realidad, a lo que aspira casi todo el ocio nocturno, un ambiente reposado que calme a un vecindario que se solivianta a las primeras de cambio y que ve enemigos cada vez que escucha sobre la apertura de una nueva discoteca en sus inmediaciones.
Las discotecas parecen tenerlo claro. Ya que el tardeo va sobre ruedas, tampoco quieren descuidar el que hasta hace no mucho ha sido su principal base de negocio con jóvenes de hasta 30 años, que son ahora los que frecuentan la madrugada. Los más jóvenes, sin mucho dinero en los bolsillos, se divierten de botellón en botellón. No les queda otra.
Sin embargo, Bilbao quiere volver a marcar impronta con las salas de fiestas de toda la vida. Hay grandes empresarios de la noche, discretos y reservados pero con mucha pasta en los bolsillos, que siguen dispuestos a financiar grandes proyectos. Piensan en Madrid, que se ha convertido en una de las ciudades más apasionantes de Europa, abierta a los negocios de día, y estimulante de noche.
Madrid nos queda lejos, pero ojalá podamos imitarles. Muchos de los asistentes a los grandes congresos médicos del Euskalduna se quejan casi siempre de que tras la cena se ven obligados a regresar a sus hoteles. Ojalá Bilbao refuerce su oferta de noche. Uno no se imagina las discotecas que podrían llenarse la semana que viene con motivo de la final de la Europa League, que atraerá a 80.000 aficionados ingleses.
La ciudad lo agradecerá, pero, eso sí, seamos claros. Hay un gran negocio por miedo, siempre que se garantice la conciliación de los intereses empresariales y vecinales. Y, si es así, más discotecas, por favor.
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