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En Lekeitio se ha impuesto la ley del silencio. La gestión municipal de los aparcamientos, que ha recibido esta semana un varapalo del Tribunal Superior ... de Justicia del País Vasco, es para vecinos y visitantes de los municipios limítrofes un tema tabú. «Es un asunto complicado, pero las cosas se han hecho mal; y ahora con esa sentencia... ¡Cualquiera dice nada!», se explica una vendedora «de Lekeitio de toda la vida». «Aquí –argumenta– pasan dos cosas, que gobierna Bildu y que en un sitio pequeño como éste nos conocemos todos, no solo los del pueblo, sino también los de las localidades vecinas», explica la comerciante, que como la mayoría de los participantes en este reportaje prefiere guardar su nombre en el anonimato. «Luego todo se sabe...».
– «¿Pero por qué todo este silencio?», plantea el periodista.
– «Porque este alcalde no quiere turistas. Pero si le quitas el turismo a Lekeitio, ¿de qué vamos a vivir?»
El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco ha tumbado esta semana un decreto municipal del pasado verano, que regulaba el aparcamiento en el interior de la villa turística. Las escasas plazas que existen en la localidad, de poco más de 7.000 habitantes y diseñada para una vida peatonal, se reservan para los vecinos, que según la famosa orden local viven con «miedo» a mover sus coches ante el riesgo de que luego no encuentren plaza libre para estacionarlos. Un lío. El Consistorio pensó que había que primar a los locales, que para eso pagan impuestos, pero a los titulares de segundas viviendas, la medida no les hizo la menor gracia. Pagan las mismas tasas que los empadronados, pero les mandaron con la música de sus vehículos a las afueras.
En las salidas de la villa se han dispuesto varios aparcamientos, que cuestan a razón de 12 euros el día y 90 para toda la temporada estival. Ahora, en Semana Santa no hay tasazo, pero los visitantes asiduos tampoco están contentos. «Fíjate en las señales que hay por el pueblo. Pone aparcamiento gratuito y tienen un código QR», explica Javi, que se aloja estos días en casa de un amigo. Si no lees el QR, que no tienes por qué hacerlo, no te enteras que efectivamente es gratis... ¡pero sólo para los de Lekeitio».
Una de esas personas que está quemada se llama Amaia «y no te digo más, que ya te he dicho mucho». Su segunda residencia en Lekeitio es la casa de sus padres, es decir la que le vio nacer, así que ella se considera de las de la villa «de toda la vida». Por suerte, la vivienda tiene garaje, pero no con espacio para guardar todos los vehículos de la familia. «Mi hijo trabaja en Ondarroa, pero como tampoco hay línea de autobuses entre los dos municipios tiene que arreglarse como puede», explica. «Es complicado, entiendo que todos los coches no pueden entrar dentro, pero... no sé... No te ayudo mucho, ¿verdad?», se apiada la mujer.
Muy cerca de ella, camina Fidell, una mujer que reside en Markina, pero casi podría decirse que es lekeitiarra. En la localidad costera hace compras, resuelve sus gestiones, está con sus amigas. Esta mañana de sábado camina cargada de bolsas hasta uno de los aparcamientos disuasorios situados en la salida hacia Gernika y Bilbao. Como siempre. «Esto no está bien organizado. Los que hacemos aquí la vida estamos castigados por el Ayuntamiento», se queja.
Lorea y Javi son un matrimonio de Huarte, una localidad vecina a Pamplona, que se ha venido a Lea Artibai a pasar la Semana Santa con sus dos niñas, Nahia y Lea. Querían que esta última conociera el río que la bautizó y que da nombre a la comarca. «Es la primera vez que venimos, pero sabíamos de los problemas de aparcamiento por el dueño del piso que hemos alquilado. Nos dijo que no sabía si en Semana Santa se podía aparcar en el pueblo, pero que anduviésemos con cuidado, que las multas ascendían a 200 euros». «Esto es superbonito», añaden emocionadas las pequeñas.
A Arancha Aparicio la vida le llevó a Madrid, pero hoy se ha venido a Lekeitio con su cuadrilla de Zaragoza de toda la vida. «Espera un poco», dicen al periodista, que hemos venido tres coches y han ido a aparcar...» Un cuarto de hora después llega desesperado Antonio Ruiz, uno de los conductores. «¡Pero qué es esto! Estaba ya desesperado», protesta el conductor, mientras pasea por el puerto.
¿Qué se puede hacer en Lekeitio? «Yo lo tengo claro», explica otra comerciante, por supuesto desde el anonimato. «¿Tanto cuesta coger un terreno comunal en los municipios de al lado, en Mendexa, por ejemplo, y poner un servicio de lanzadera de autobuses para los turistas?¡Pero si son dos o tres meses al año! Que si dejan de venir, nos quedamos sin nada en Lekeitio, hombre», se lamenta la mujer.
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