Una fiebre que dura ya 20 años en Bilbao
PattiSmith, Bad Bunny, C. Tangana... La sala bilbaína cumple el próximo mes dos décadas. Sigue revolucionando la noche con grandes conciertos y sesiones de DJ's
La lista es larga, muy larga. Patti Smith, Jackson Browne, The Sonics, Bad Bunny, J Balvin, Paulina Rubio, C. Tangana... han desfilado por Santana 27 ... desde 2004. Y en las cabinas de la Fever, que echó a andar un año más tarde, han pinchado los Dj's más grandes de la escena nacional e internacional:Steve Aoki, Richie Hawtin, Jeff Mills y hasta Peter Hook y Andy Rourke, bajistas de New Order y Joe Division, y The Smiths, respectivamente. Veinte años dan para mucho y la fórmula, lejos de agotarse, se mantiene vigente. La fiebre continúa en Bolueta. El concepto de club y sala de conciertos ha terminado «fusionándose lógicamente», según admiten Adrián Medrano y José Vicente López, que, junto a Javier Franco –empresarios y pichadiscos los tres– fundaron la Fever. O 'el' Fever. Que se la llama de ambas maneras.
El modelo sigue sin dar síntomas de agotamiento. Saltan a la vista los números. Entre 160.000 y 200.000 clientes pasan cada año por este club, con capacidad para 1.500 personas. Un fenómeno que revolucionó hace dos décadas la noche vizcaína con el traslado del ocio nocturno al extrarradio bilbaíno. En este tiempo las han visto de todos los colores. Si tras la crisis de 2008 el sector parecía que podía tocar fondo, acuciado en gran medida por una política municipal de horarios restrictiva que vaciaba las calles de la ciudad a partir de la una y media de la madrugada, frente a los 'canallas' y estupendos 80 del siglo pasado. La pandemia estuvo a punto de suponer su puntilla. Sin embargo, la «mayor sala del norte de España» ha sobrevivido a todo tipo de contratiempos, aunque la hayan obligado a «reinventarse» continuamente.
Era para bailes de salón
«Hacíamos cosas que nadie hacía. Hemos cuidado mucho todos los aspectos. La promoción, la cartelería, el trato al público....», se felicita Adrián. Pero ¿dónde radica la clave del éxito cuando tantas y tantas discotecas de Bilbao han desaparecido en este periodo? «Todo ha ido cayendo –Mazarredo, Galerías Urquijo, la Non– y aquí seguimos nosotros». Aquí van algunos apuntes que explican su éxito y longevidad. «La principal es darle muchas vueltas a las cosas y estar siempre en la vanguardia».
Santana 27 arrancó con el pie cambiado al concebirse originariamente como un lugar «para bailes de salón». Esa fue la idea de Eduardo Etxebarria, dueño del edificio, pero pronto se vio que aquella idea no daría para mucho. De ahí que al cabo de doce meses cambiara el rumbo y se transformara en una sala de conciertos, por un lado, y en discoteca, por otro. Los promotores de la Fever pusieron patas arriba el proyecto. Replicaron el modelo de la sala barcelonesa Razzmatazz y reivindicaron la cultura de los clubes londinenses.
Se trataba de implantar en un mismo espacio diferentes «estilos musicales para distintos públicos». Pese a las buenas intenciones, no las tenían todas consigo. «Por ahí se hacían apuestas de que solo íbamos a durar dos o tres meses», reconocen. «Cuando vinimos aquí esto no lo hacía nadie. A partir del cuarto sábado se corrió la voz y la gente tiró las puertas. No estábamos preparados para aquellas avalanchas», recuerda José Vicente López.
Afortunadamente los peores augurios quedaron sepultados rápidamente con un cóctel que combinó la organización de grandes conciertos, como los de Megadeth o Europe, con sesiones de DJ's y también la presencia de grupos en directo en los que han dado cabida a todo tipo de géneros. Desde el hard techno al drum and bass pasando por «el clásico Dub Fever, de música jamaicana», detalla López.
Y, por supuesto, una explosión de sonidos electrónicos. Sin olvidar los aires hip hop e indies. La estrategia se ha mantenido invariable a lo largo de estas dos décadas: ofrecer lo que el público demandaba «en cada momento». Tanto, que pese a sus reticencias, no les quedó más remedio que pasar también por el aro del reguetón. «No queríamos pero hubo que reestructurarse». En esta búsqueda por desmarcarse de la competencia, las cuatro salas de la Fever se distinguen por colores en función de la música que se programa en cada una de ellas. La Pink (especializada en tecnopop, electropop y trash pop), la Golden (indie, pop-rock y «éxitos de todos los tiempos»), la Black (música negra a base de hip hop, soul, reggae y funk) y la Blue (electro-house, minimal techno y neo-trance). En Bolueta ha habido cabida para todos los ritmos y espectadores, porque, como recuerda Medrano, es «el doble de grande de la discoteca más grande de Bilbao».
«Hemos vivido años brutales»
Pese a empezar «poquito a poquito», vivieron «unos años brutales» hasta 2010, en que se registró un «cambio de tornas» que «nos obligó a replantearnos las cosas». Justifican gran parte del éxito en su empeño por acercarse a las últimas tendencias: empezaron a colaborar con el Festival Internacional de Benicàssim «cuando era lo más» y reforzaron los lazos con los clubes más importantes de Europa. «Nosotros íbamos a pinchar a las mejores salas europeas y los DJ's de grandes ciudades venían aquí. Creamos un concepto nuevo», insisten. «Traíamos a músicos de grupos importantes, pero a pinchar porque entonces se puso de moda, y a superestrellas de la electrónica», dice Medrano. Uno de los grandes aciertos ha sido su carácter visionario y adelantarse a lo que estaba por llegar. A muchos artistas los contrataron cuando eran poco conocidos, aunque después no los pudieron traer, como a Don Diablo, en el Top 1 mundial de los DJ's, porque «costaban mucho dinero».
El sector ha virado de tal forma que la Fever alquila ahora las salas de conciertos, «pero nunca las barras porque es donde está el negocio. Hay artistas que venden muchas entradas pero luego su público no consume nada. y al revés». Por supuesto, el 8 de noviembre, coincidiendo con la celebración del 20 aniversario, serán los amos de la pista y de las barras, tras asegurar la contratación de Ángel Stanich.
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