Siéntate en mi banco
Los asientos son los 'nuevos felpudos'. Dan la bienvenida en numerosos bares, restaurantes y comercios de Bilbao. Pero qué difícil es encontrarlos libres a según qué horas
Para la noche y el día. Para barrios pijos y otros con menos glamour. Para disfrutarlos en solitario o en compañía. Para tomar un respiro, ... unas rabas, un vino o un buen gin-tonic. Para entregarse a la lectura o matar el tiempo jugueteando con el móvil. Para dar carrete a conversaciones profundas y otras, claro está, más intrascendentes. Para cotillear. O para lo que algunas parejas crean oportuno, mientras esperan una ración de sushi para llevar a casa. Para eso y muchas más cosas se crearon los bancos. No hablamos de aquellos donde gestionan y descansan nuestros dineros. Sino los que permiten acomodar nuestras posaderas o tomar el sol en este marzo más primaveral que otoñal. Los bancos son el 'nuevo felpudo'. Nos dan la bienvenida en muchos bares, restaurantes y comercios de Bilbao.
Mientras esperan el sushi
En Fugu, un sushi take away&delivery –es lo que tiene este Bilbao tan cosmopolita también en su vertiente gastronómica– lo vieron claro desde un principio. A las puertas de esta tienda de alimentación, en el 8 de Licenciado Poza, colocaron un sencillo asiento para hacer más llevadera la espera, mientras los clientes salivan pensando en makis, nigiris, sashimis o uramakis con nombres muy de andar por casa: Indautxu, Arrigunaga, Azkorri, Bolue, Txomintxu...
Por allí suelen caer habitualmente Xabier Balledor y Faustine. «Es que Bilbao es muy pequeño», proclaman. Y ella, una joven risueña de Francia, «del norte, de Normandía», para más señas. Y el banco en cuestión, cotizadísimo. «Llevo 11 años aquí, pero casi soy más de Bilbao que de Normandía», afirma. Parece sincera. También cuando reconocen que, de haber pedido solo sushis para cenar –«los hacen súper ricos»–, habrían tenido que esperar solamente entre 10 y 15 minutos. «Pero esta vez hemos pedido bastante comida».
Tampoco parecen tener mucha prisa en llegar a casa ni que les haya caído la noche sin darse cuenta. Se les ve muy a gusto fumando, ambos con un botellín de Sapporo en las manos –la cerveza japonesa más conocida y demandada en la villa– y la compañía de su perro, plácidamente repantigado en las aceras. «No hemos podido poner mesas porque no teníamos espacio, pero con estos bancos evitas tener de pie a la gente en la calle esperando los platos. Y los clientes lo agradecen», explica, en un más que aceptable castellano, Vasy, un cocinero de Ucrania con mucho arte preparando ensaladas de algas wakame con salsa de sésamo. «Estos bancos cuestan mucho menos que si tuviesen que pagar por las licencias de las terrazas y al final a todo el mundo le gusta salir al exterior», reconoce Faustine.
De madera, hierro, plástico resistente
De madera, hierro, plástico resistente... Indistintamente de los materiales con que están hechos, la capital vizcaína vive una invasión. Los bancos son los nuevos reyes del mobiliario urbano. Están en todos los sitios. Igual que las pizarras, que han saltado de las aulas a la calle. A veces parece como si rivalizaran por el reducido espacio de que disponen de lo pegados que están. Reciben a la entrada del Morrocotuda de Heros, que sirve cervezas artesanas y chorizo del pueblo, del café La Barmacia de la calle Villarías, del restaurante Monteverdi de Ercilla, del Singular de Lersundi, del Stop and Go de Askao, junto a la estación del metro de San Nicolás...
En algunos, como en El Farol, de la calle Amistad, que recuerda a las viejas tascas de toda la vida, llevan la friolera de 33 años. Vamos, que no los sacaron ayer, precisamente, por primera vez. «Lo hemos tenido toda la vida. Desde el primer día que abrimos, ahí está», afirma el propietario de este típico bar de poteo y menús económicos que recuerda más al Bilbao que se fue que al que se asoma al futuro. «Mucha gente se sienta a fumar en el banco. Incluso lloviendo te encuentras ahí a los clientes», explica el dueño de esta establecimiento, famoso también por sus champiñones y la tortilla de patata. Banquito al que no le falta de nada, con su coqueto cojín.
Hay que andar rápido
Porque esa es otra. Son piezas codiciadas. Casi imprescindibles. Hay que andar rápido si se quiere dar con ellos. Les pasa lo mismo que a los periódicos, que hay que cazarlos al vuelo en las barras de los bares. Hay clientes que se lanzan a por ellos y ya no los sueltan. «Tenemos el banquito –emplea el diminutivo– desde que abrimos la tienda, hace ahora 5 años. Y la gente lo usa muchísimo. Para fumar, comer, tomar café... De todo un poco, muy variado», detalla la joven Saioa Mozuelos, empleada en el Nostrum de Pozas, negocio situado enfrente de la Cámara de Comercio y especializado en productos gourmet y cocina casera para llevar o tomar allí mismo. «Subrayo lo de banquito porque es solo para dos personas», aclara.
Se ven en todos los colores: marrones, negros, verdes, rojos, azules, en tonos cobres... Y permanecen a la puerta de establecimientos de todo tipo. Con los bancos pasa como con todo. Los hay elegantes y sencillos, simplemente funcionales. Bajitos, más altos, con dos o cuatro patas, para dejar colgadas las piernas o pisar bien firme el suelo, rectangulares o algo más cuadrados... Imagínenselos de todas las formas.
Parecen hechos en serie. Como los del Kubrick, punto de encuentro de hipsters y gente moderna, en la confluencia de Villarías y Muelle de Ripa. Jacqueline Herrera, camarera de Barbate que tiene fama de preparar los mejores cafés de la zona, reconoce que la función de los bancos no es otra que los clientes puedan salir a fumar fuera, aunque mucha gente los aproveche para descansar y tostarse al sol.
En cuanto llega el buen tiempo, en el Kubrick, de inevitables reminiscencias cinematográficas, se viven los lunes al sol... y los martes, los miércoles, los jueves... «El buen tiempo os dura muy poco aquí y pillar un sitio cómodo disfrutando de espectaculares vistas a la ría es algo que no tiene precio». Gracias, sobre todo, a los bancos, la última moda sobre la que descansa este Bilbao de postal.
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