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Jon Agiriano
Sábado, 12 de noviembre 2016, 01:30
Un año. Es el tiempo que ha necesitado Jurgen Klopp para poner al Liverpool en órbita. Ya la pasada temporada se notó su mano. Partido a partido, los 'reds' fueron recobrando el color. Fue un proceso concienzudo de regeneración. Primero se trataron la depresión. Cuando recuperaron el ánimo perdido, levantaron la tapa de la alcantarilla y salieron a la superficie. A partir de ahí, comenzaron a andar y, poco a poco, a correr, hasta dejar en el camino pistas muy claras del equipo que querían llegar a ser. Digamos que el Liverpool que la pasada temporada perdió las finales de la Carling Cup y de la Europa League ante el Sevilla era un esbozo. El cuadro definitivo estaba por pintarse. Pues bien, la obra ya está terminada. Puede que queden algunos pequeños retoques sutiles a los artistas siempre les queda algo por mejorar, pero lo que está viendo Anfield Road en este último mes se parece mucho a la versión definitiva del Liverpool de Klopp, un equipo vertiginoso, intenso e insaciable al que sus rivales tendrán que lanzarle aceite hirviendo desde las almenas si quieren impedirle su asalto a la Premier.
A uno siempre le han tirado los 'reds', la verdad. Admiré mucho al equipo de Bob Paisley, campeón de Europa de 1977. Muchísimo. Como admirábamos entonces, siendo niños, a los grandes equipos extranjeros a los que no podíamos ver jugar o sólo veíamos una vez al año en una gran final. Y es que no hay mejor tierra de cultivo de la admiración que el desconocimiento. De aquel Liverpool de Keegan, Hansen, Souness, Phil Neal, Sammy Lee, Dalglish, Heighway y compañía me gustaba todo. ¡Hasta el bigote de Terry McDermott! De ahí que, ahora que la Premier se ha convertido en un campeonato casi doméstico para todos nosotros, uno lamente más que nunca la larga sequía del Liverpool, los 25 años que lleva sin ganar el título de Liga, y que me deprima como un mirlo melancólico al recordar el resbalón de Steven Gerard hace dos años en aquel partido infausto contra el Chelsea.
Con Klopp recuperé la esperanza. Siempre le he considerado una especie de Bielsa en versión más lúdica y menos trascendental y obsesiva. Me cautivó su trabajo en el Borussia de Dortmund y me rendí definitivamente a su causa cuando leí una larga entrevista que concedió al 'El País' en febrero de 2013. En ella, hizo declaraciones como la siguiente. «No me interesaría tener a Xavi, Messi y Cristiano en el mismo equipo... Ser mejor de todas todas es como si me pongo a jugar al tenis contra una niña de tres años y estoy al otro lado y remato con fuerza, y la niña está ahí de pie con la raqueta... No es divertido. Pero si al otro lado hay un hombre y jugamos al ping-pong, si gano está bien y, si no gano, probablemente me haya divertido. Para los aficionados es como una droga. Yo no solo quiero ganar, ¡también quiero sentir!»
La hinchada de Anfield Road está ganando y sintiendo. Cada día canta más feliz el 'Youll never walk alone'. Su equipo no sólo es líder de la Premier sino una máquina de diversión futbolística y de goles. Lleva treinta, cuatro más que el Chelsea, el segundo equipo más realizador y uno de sus rivales más temibles. Hasta 10 jugadores de Klopp han marcado en el campeonato nacional: Sadio Mané (6 goles) y Philippe Coutinho (5), Roberto Firmino (5), James Milner (4), Adam Lallana (3), Emre Can (2), Lovren (2), Henderson, Matip y Wijnaldum (1). Por no hablar de que Daniel Sturridge y Divock Origi, que llevan cuatro goles cada uno en otras competiciones.
Lo principal, pese a todo, es que la tropa del Merseyside muestra una personalidad apabullante. Klopp ha impuesto su clásico 4-3-3, que a veces puede mutar en 4-2-3-1. Todo gira en torno a Henderson, el futbolista que más pases da de la Premier. A su lado, es fijo Lallana y se turnan Emre Can y Wijnaldum. Arriba, Coutinho se está saliendo por la derecha. Si continúa así, puede ser elegido el futbolista del año en Inglaterra. Sadio Mané entra por la izquierda y Firminio ejerce de falso nueve. La defensa es la línea más floja Clyne, Matip, Lovren y Milner son los habituales, pero mantiene el tipo en un equipo que juega volcado al ataque y asume muchos riesgos. Los dos últimos encuentros del Liverpool el 2-4 en Selhurst Park ante el Cristal Palace y el 6-1 en Anfield ante el Watford han causado impresión. Fueron dos de esos partidos vertiginosos que, cuando terminan, te obligan a quitarte el sombrero y sacudirte el polvo de la aventura, como Indiana Jones. Un auténtico placer.
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