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Txema tenía claro que no quería un funeral al uso. La tristeza y la solemnidad propias de una despedida tradicional a un ser querido no ... casaban con su forma de ver la vida ni con su personalidad. Vizcaíno, de 61 años, falleció el pasado fin de semana por la ELA, enfermedad que le detectaron hace menos de un año, y antes de morir dejó escrito cómo debía celebrarse su sepelio, concebido no como un mero acto de despedida sino como un homenaje a su vida.
Jose María García, Txema para los suyos, deseaba que la bandera de Ferrari, Iron Maiden y unas birras resumieran su paso por la existencia terrestre. Y así fue. Un grupo de familiares y amigos le despidieron este pasado miércoles en una de las salas del tanatorio Funeraria Bilbaína, en Bilbao, de una forma diferente: heavy metal a todo volumen, cervezas y con su ataúd adornado con la bandera de la mítica escudería italiana que tanto le entusiasmaba.
«Se hizo como quería él, todo muy original, como él era», relata Paco de la Fuente, uno de sus grandes amigos. Txema, que también era «poco religioso», estaba a punto de cumplir 62 años -en el mes de junio- y trabajaba como agente comercial en Castro, donde residía junto a su segunda esposa, Begoña. Durante la ceremonia, ella y sus dos hijas, Jasone y Ainhoa, estuvieron arropadas por el resto de allegados que protagonizaron un momento alegre, pero lleno de emotividad, rodeando a su féretro ataviados con camisetas de Iron Maiden, brindando con botellines de cerveza y recordando los buenos momentos vividos junto a él. «Por su recuerdo», lanzó uno de los presentes.
Su hermano, un primo, varios amigos de la infancia, compañeros de oficina... Al ritmo de 'Fear of the dark', una de sus canciones favoritas de Iron Maiden, todos quisieron rendirle un bonito tributo de la forma que le hubiera gustado. La emoción les embriagaba y algunos no pudieron evitar las lágrimas, pero cumplieron con el deseo de su amigo. Otros asistentes también se unieron a la 'ronda' de cervezas y hubo abrazos, vítores, aplausos... Todo por Txema.
Él había decidido en vida gran parte de su funeral. «La música y la bandera de Ferrari lo tenía claro. Nunca tuvo uno, ni de segunda mano, pero tenía pasión por todo lo relacionado con Ferrari», destaca Paco. Se conformaba con pasear por el municipio cántabro con su Porsche rojo, que él mismo tapizó y puso a su gusto. «Era muy manitas. Lo tenía no para hacer grandes viajes sino para pasear por la zona. Le encantaba».
Lo mismo con el rock duro y el heavy metal. «Ha ido a conciertos de Iron Maiden, Deep Purple...». A Txema le apasionaba la música, disfrutar de ella escuchándola y también tocándola. Hace poco, antes de que la ELA descargara en él toda su furia, se había comprado una guitarra e iba a clases en una academia de Castro. «Desgracidamente, no estuvo mucho tiempo. La mano le fallaba y no podía tocarla bien», apunta su amigo íntimo.
Sus últimos días los pasó en el Hospital de Basurto rodeado de sus seres queridos. Txema, que firmó un documento de donación de órganos, era consciente de la deriva que había tomado su vida a causa de su enfermedad y pidió que le sedaran. «No tenía calidad de vida y siempre decía que quería morir sin sufrir».
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