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Tatuarse el nombre de la pareja, una palabra escrita en otro idioma para que suene más 'cool' o «un pene» a raíz de un reto que surgió en una noche de fiesta entre amigos. En un primer momento parecía buena idea, pero con el paso del tiempo ese novio se ha convertido en ex, resulta que el traductor te la ha jugado y la palabra está mal escrita y la idea de inyectarse tinta tras una juerga es la peor decisión de todas. En ese instante el arrepentimiento llama a la puerta y un pensamiento recurrente invade la cabeza: eliminarlo.
Marcarse la piel con tinta y aguja es común, pero lo cierto es que también resulta habitual arrepentirse de ello. Cada vez más. Expertos del sector indican que se trata de una tendencia al alza. «Más o menos el 50% de la población tiene tatuajes, y un 25% de ese público está pensando en quitárselos. Aproximadamente entre un 10 y 20% llega a hacerlo definitivamente», desliza Cristian Cortés, que recientemente ha puesto en marcha 'Skip Removal', un negocio únicamente centrado en eliminación de tatuajes.
Tatuarse está de moda. Por su estudio han desfilado desde chavales de 16 años que acuden con sus madres y se estrenan por primera vez hasta abuelas que buscan hacerse un diseño minimalista. «Cualquier persona los lleva: funcionarios, policías, trabajadores de ayuntamientos… Antes se asociaba a la rebeldía y a un estilo más rockero, pero ya no es así», cuenta el emprendedor, que ha vivido en primera línea la evolución del 'tattoo'. «Se ha hecho muy popular y por ello han surgido nuevos tatuadores, pero cometen más errores que los experimentados». El problema, incide, es que «mucha gente se lanza a abrir sin experiencia, formación y herramientas necesarias». Además, los clientes buscan una opción más económica y el resultado no siempre es bueno. «Luego tienen que buscar un sitio para poder quitárselo», advierte Cortés.
Según el experto, hay tres razones principales por las que los clientes acuden al estudio para borrar sus tatuajes. Una es para aclarar el dibujo con el objetivo de modernizarlo, porque el diseño de hace años «no encaja» con la línea que se lleva ahora. Es el caso de los tribales. Hace más de diez años eran lo más, pero ahora han pasado de moda y muchos no se identifican ni con el trazo ni con la forma. En otros casos los clientes deciden hacerse un 'cover up', es decir, desvanecen el diseño para elaborar otro encima sin llegar a la eliminación completa.
Y la última razón: «Muchos también se lo quitan porque lo que llevan ya no les representa y se lo hicieron porque fue un impulso juvenil», añade el experto. En este sentido, asegura que son muchas las personas que les escriben de madrugada porque se han tatuado «de fiesta y se lo quieren eliminar ya». «Estas situaciones suelen surgir a raíz de retos que se hacen entre amigos ebrios». Todo empieza con un: 'Si pierdes jugando a las cartas...'
A pesar de llevar poco tiempo con el negocio, Cortés ya ha puesto su láser a trabajar con varias personas arrepentidas. Andrea Palacios ha sido una de ellas. Tiene el brazo entero tatuado y le hacen falta un par de sesiones para que el diseño se pueda tapar por completo. El dibujo muestra el retrato de una mujer con una rosa y está rodeado de una especie de tribal. «Pensaba que el tatuador iba a hacer un buen trabajo, pero no fue así. Al principio me gustaba, porque era más joven, pero ya no. De momento no sé lo que me voy a hacer. Es meramente estético y estoy abierta a ideas», desliza.
Estefanía Velasquez también ha desfilado por el estudio para quitarse un tatuaje del brazo. Tiene dibujada una mujer con una venda puesta en los ojos que hace referencia a la idea de 'justicia ciega'. «Cuando me lo hice no tenía muchos conocimientos sobre el tipo de línea. Me parece muy grueso para lo que me gusta y no me representa». Se lo hizo a los dieciséis, pero ha sido hace dos meses cuando realmente ha decidido borrarlo.
«Al principio mi idea fue taparlo con otro, pero era más difícil, así que decidí eliminarlo por completo», añade esta joven de 23 años, que ha acudido a la consulta para realizarse la primera sesión láser. «En un futuro me gustaría hacerme otro, pero quiero esperar para ver cómo reacciona mi piel». El tratamiento a láser resulta «rápido y eficaz», y es por ello que cada vez más clientes se animan a probarlo.
Cristián Cortés percibió ese interés en su estudio de tatuajes. Muchos de los clientes que entraban al local preguntaban directamente por la eliminación. Han acudido padres con hijos porque se quieren presentar a alguna oposición y tienen diseños relacionados con ideologías que no encajan con ciertos puestos. «Cuando empecé no estaban tan en auge como ahora. Había pocos tatuadores. Ahora hay más competencia, pero la calidad ha bajado», asegura. Por ello, muchos clientes no están satisfechos.
Fue en ese momento cuando Cristian decidió crear un negocio exclusivamente centrado en el servicio de borrado. El precio de la eliminación oscila entre los 70 y los 350 euros; depende del tamaño del tatuaje y también del color, porque el tratamiento no exige el mismo trabajo en todos los casos. «Los rojos o azules se quitan bastante bien, pero otros son más complicados», asegura.
Muchos tatuajes esconden un significado: iniciales de los hijos, una fecha importante, una frase que refleja un modo de pensar o de vivir... Sin embargo, a veces se trata de una cuestión puramente estética. «No tengo ni idea de por qué me lo hice. Me dijeron: ¿Quieres tatuarte? Y yo dije que sí», así de claro responde Juan David, cliente de 27 años, cuando se le pregunta por el significado de su símbolo en la mano. Se trata de un dibujo lineal situado en la parte inferior del dedo pulgar.
Él también ha acudido al estudio para eliminarlo. «No simboliza nada. Puede ser bonito, pero de cara al trabajo no queda bien. Decidí quitármelo por un tema laboral; no veo profesional que se vea al estrechar la mano». Se lo hizo a los 21 años y se arrepiente desde hace uno. Finalmente ha dado el paso. «Me lo voy a quitar por completo», relata. También tiene dibujos en el brazo y la pierna, pero no se arrepiente porque considera que los puede tapar más fácilmente y, en caso de cansarse, puede «cubrirlos con otro diseño».
-¿El caso más curioso que hayan visto?
-Una vez vino una pareja. La chica tenía el nombre de su ex tatuado en la parte de abajo de la espalda y a su chico no le agradaba verlo, así que vino incitada por él para que se lo quitáramos.
El proceso de borrado de tatuajes se lleva a cabo a través de una máquina láser. La persona encargada de realizar el tratamiento tiene que estar formada en eliminación de tatuajes y haber realizado un curso higiénico sanitario homologado. El aparato cuenta con tres aspectos importantes: la longitud de onda, la potencia, el ancho del punto y la velocidad de cada disparo. «La velocidad puede ser desde un disparo por segundo hasta 20 o 30. El ancho del punto va desde un milímetro hasta diez. En el caso de la potencia, se mide en julios por centímetros cuadrados», explica Cristian Cortés. Eso sí, cada caso es distinto y pueden variar las cifras. «También depende de los colores del tatuaje».
Las máquinas que utiliza también sirven para hacer otros tratamientos estéticos, como fotorejuvenicimiento y un tratamiento con carbón que se llama 'Peeling Hollywood'. Antes de ponerse manos a la obra, el experto regula los cuatro valores y empieza a disparar sobre la tinta. Se escuchan pequeños chispazos. Los arrepentidos definen el dolor como llevadero –aunque algunos no pueden evitar apretar los labios–. «Es similar al que sientes cuando te haces un tatuaje», aseguran los que ya se han estrenado con la primera sesión.
Un minuto de duración
Para eliminar un dibujo de cinco centímetros, por ejemplo, se tarda alrededor de un minuto. «Se emplea más tiempo en el proceso previo: se explica el procedimiento al cliente, firma el consentimiento...», indica. Después, se sientan en una camilla y se colocan unas gafas especiales por precaución. «Utilizamos una máquina de picosegundos que fragmenta la tinta en muchas partículas, y eso hace que el cuerpo las elimine de forma más fácil, ya sea a través de la orina o mediante las glándulas linfáticas». Cuando termina la sesión, los clientes deben echarse una crema regeneradora y esperar dos meses para la siguiente.
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