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Aunque ya no sorprende que vuelvan a relucir con sus aciertos y actitud en un partido más, Melwin Pantzar y Thijs De Ridder fueron las ... locomotoras del Bilbao Basket en la ida de la final contra el PAOK Salónica. Ninguno de los dos supera los 25 años pero cuentan con la calidad y el tesón suficientes para seguir sumando muchas más actuaciones individuales con nota alta en los próximos años. Pantzar, base que acaba de cumplir esa edad, cogió ayer el timón de la nave vizcaína y estampó su propio sello sobre una hoja de servicios intachable.
Los primeros destellos del sueco fueron muy visibles en su trabajo defensivo. Dimitrios Katsivelis, un exterior con recursos, calidad técnica y autoridad en el PAOK, seguro que recordará a ese joven que le persiguió con saña en aquel partido en Bilbao. El 19 del Surne cerró los caminos al internacional griego y le enseñaba las manos para que tomara precauciones en el bote de la pelota. Además, Pantzar también se caracteriza por arramplar balones de forma misteriosa, como un mago que saca conejos de su sombrero, y ayer se despidió con cuatro balones sustraídos a los griegos.
También exhibe en la cancha la paciencia de un veterano porque casi nunca se precipita ni toma decisiones derivadas de la ansiedad, y eso que el pasado lunes declaraba que tenía ganas de medirse al PAOK ese mismo día. Si no hay circulación fluida ni opciones de pase a un compañero mejor situado, muchas veces le queda en su arsenal esas penetraciones cargadas de potencia física y determinación, porque en esas carreras que cortan la defensa rival hay pocos jugadores en Europa que puedan superarle.
Al nórdico le acompañó ayer en lo más alto del Bilbao Basket un Thijs De Ridder que enseñaba sus garras desde que pisó la cancha. Estaba muy concentrado el ala-pívot belga, una joya de 22 años cumplidos en enero que ya la pasada temporada causó una muy grata impresión por su naturalidad en cada centímetro del parqué. Como siempre, se apuntó a pelear por los balones aéreos y acabó con diez rebotes, el jugador del partido más destacado en esa faceta. Corrió al contragolpe y fue uno de los hombres de negro con más presencia a la hora de proteger sus dominios.
Cuando tocó actuar en el campo contrario, De Ridder pugnó en el uno contra uno y tuvo éxito en varios duelos. Y gracias a su don de la ubicación se metió en el bolsillo un par de balones que el Surne había dado por perdidos debajo del tablero heleno. Únicamente falló uno de sus siete tiros de campo para rubricar 13 puntos y un 19 de valoración. En cambio, hay que reprocharle que sólo convirtiera en puntos uno de sus cinco tiros libres, cuando suele ser fiable desde la línea de castigo. De Ridder sólo estuvo un escalón más bajo que Pantzar, autor de 19 puntos y un balance general de 20. Entre estos dos jóvenes con alma de veterano subieron al marcador del Surne 32 puntos, una más que notable cosecha para un conjunto en el que demasiados jugadores que no encontraron la «inspiración suficiente», como dijo Ponsarnau después del encuentro, desde el perímetro.
Por la senda trazada por el escandinavo y el belga también transitó un Harald Frey más fresco que en recientes compromisos y con la vara de mando en alto para mover a los hombres de negro en terreno griego. El 'uno' noruego recuperó frente al PAOK mucha de su puntería más allá de los 6,75 metros, una cualidad que no ha podido ejecutar con tanta frecuencia en los últimos encuentros de la Liga Endesa.
Los tres mejores contra el PAOK tendrán la ocasión de convertirse en campeones de la Europe Cup en Salónica, donde se necesitará más inspìración por parte de más hombres de negro.
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