La Final Four era posible, solo había que creer
El Baskonia resumió en la serie contra Panathinaikos las bases que le han hecho grande esta temporada: un equipo basado en el ritmo, el equilibrio en el campo y la búsqueda de la mejor opción para el colectivo desde el talento individual
JUANJO BRIZUELA
Jueves, 21 de abril 2016, 06:18
Le costaba coger el sueño cada noche porque no hacía más que pensar en cómo derrotar a Goliat. David estaba cansado de escuchar día tras día, que aquello que se había propuesto era una absoluta quimera. Estaba harto de ser señalado como el iluso que estaba más cerca del foso que de la cumbre. ¿A dónde vas? le decían. Por eso en el silencio de cada noche, mirando seguramente a las estrellas, no renunciaba a imaginar y decirse a sí mismo «voy a derrotar a Goliat». Hasta que David efectivamente tumbó a Goliat, de un golpe certero, cuando nadie daba nada por él.
Vivir el presente es la mejor forma de sentirnos vivos. Cada momento, cada sufrimiento vivido y cada gozo disfrutado es la manera en la que el presente nos sitúa a las personas. Lo que no nos damos cuenta es que esa suma de presentes forman con el paso del tiempo una página más de la historia. De nuestra historia. El OAKA de Atenas se ha convertido en el templo deseado por el Baskonia para mostrar y mostrarse ante la atenta mirada de los dioses del olimpo griego, esos que encumbraron la sabiduría, las artes, la guerra y la inteligencia; como un pequeño reducto de valientes y osados jugadores que miraban fijamente a su rival y tendían su mirada y sus sueños al alto del OAKA. De la misma manera que el pequeño David. Y ambos lo consiguieron. David y nuestro Baskonia.
No existe mejor escenario en el baloncesto europeo y en el deporte en general que Grecia para doctorarse con una entrada privilegiada en la Final Four de Berlín de mediados de mayo. Grecia fue la historia y el presente del deporte, fue y es una de las referencias del basket europeo. Berlín, y Alemania, van camino de querer convertirse en una plaza de primer orden en el futuro del basket profesional. Atenas y Berlín serán a partir de ahora, dos palabras que acompañarán a Baskonia en su historia como club de baloncesto.
Lo vivido tras el memorable triunfo frente al Panathinaikos fue una pieza más de este Lego incomprensible en su inicio, pero bello en la actualidad, de la temporada del Laboral Kutxa Baskonia. Una pieza que no da por acabado aún su resultado final sino que lo deja en la antesala de una obra casi maestra. El partido de resume en un acto de cuatro cuartos lo que este equipo ha mostrado en la mayor parte de esta temporada: un equipo basado especialmente en el ritmo, en el equilibrio en el campo y en la búsqueda de la mejor opción para el colectivo, desde el talento individual. En especial un último cuarto donde fue capaz de golpear certeramente en el Panathinaikos con su juego, su ambición por el triunfo y su esfuerzo inquebrantable a pesar de las adversidades.
El mérito es aún más mayúsculo habida cuenta de la falta de tres titulares que formaban la lista inicial del quinteto de referencia del Baskonia: Shengelia, Causeur y Hanga. Así en vez de amilanar el espíritu y el ánimo del equipo lo que ha provocado es un esfuerzo extra por parte de todo el grupo con las ansias intactas de hambre por ganar, de ambición y por demostrarle al rival en cada posesión que «ésta también la voy a meter y después tú no vas a poder». Cada periodo de 24 segundos que afrontaba el equipo tenía un único objetivo: ganar. Posesión tras posesión, con una lectura tremendamente inteligente de lo más conveniente en cada caso, con una marcha más que el rival a la hora de interpretar el esfuerzo y el ritmo y con una ambición que crecía y crecía con el paso de cada minuto, el Baskonia fue dominando a su rival hasta dejarlo noqueado sin necesitar los 40 minutos de partido. Cada integrante del equipo, de todo el equipo, cuerpo técnico incluido, sumaba todo lo que su talento y trabajo ofrecía, y un poco más. Lo importante de este equipo vuelve a ser que no importa la cantidad de minutos que estés sobre el parqué sino la calidad de cada minuto que pases en él. Incluso si no lo haces, la energía que transmites al resto del colectivo también suma.
Nos dejamos llevar fácilmente por el carácter, la intensidad y la ambición, esos aspectos intangibles tan importantes individualmente pero sobre todo de mayor valor colectivo. Pero si al carácter no le unes la relación de los jugadores con un balón, un espacio y un tiempo, el juego en definitiva, es difícil encontrar una receta tan deliciosa. Este equipo juega. Y juega mucho. Su bagaje de recursos es amplio a pesar de haber dispuesto sólo 8 hombres en este tramo. La versatilidad es una de las esencias en la confección de la plantilla pero sobre todo en su rendimiento. Jugar en varios puestos ha sido una virtud que ha partido de la necesidad. Pero menuda virtud. Con los dos bases en el campo, Adams y James, Laboral Kutxa Baskonia mostró una capacidad que resultaba enormemente difícil de parar para el equipo contrario. Si no es Adams, era James. Si uno atacaba, el otro respondía en defensa. No importaba quién subiera el balón sino que éste estuviera en el campo contrario lo antes posible. Bertans de 3 o de 4 siguió siendo una amenaza exterior constante. Más si lo hacía desde el 4. Bouroussis sentó cátedra desde lo alto del escenario co-dirigiendo una obra y marcando el terreno en cada momento que pasaba. Una asistencia aquí (hasta 6 el martes), un rebote por allá, una falta recibida tras otra, ahora un triple, luego un tapón, después un gancho. Si esto tiene un nombre éste es dominio. Cada jugador aportó en su medida y cada jugador respondió cuando las condiciones más difíciles se pusieron: Corbacho, Planinic en el tercer partido, Blazic y Tillie en los primeros.
Rendimiento en el triple
Si percutes muchas veces al rival posiblemente lo acabes derrotando. Pero si lo haces en el punto clave, no le das ni la más mínima opción. En el baloncesto actual, los equipos que están dominando lo hacen desde su rendimiento en el triple. Obvio: un triple vale más que una canasta de dos. Laboral Kutxa Baskonia no es un equipo meramente triplista. Pero sí es cierto que su amenaza desde esta posición es muy patente y más si Adams y James, los bases, son protagonistas en este sentido. Jugadores de ritmo, permítanme, jetas, caballos desbocados, pero jugadorazos que son capaces de dinamitar un partido desde diferentes registros. Lo llevan haciendo en partidos anteriores pero el martes fue una de sus obras más perfecta, especialmente Adams. Aunque no los únicos. Lo importante es comprobar que el Baskonia sumó consecutivamente: un triple de Adams, un 2+1 de Adams, un triple de Corbacho, otro triple de Adams, una canasta de dos de Adams, un nuevo triple de Adams, un triple de Bouroussis y un triple de James. Sumemos los puntos y su rendimiento y dará como resultado el pase a Berlín.
Si algo podemos aprender de la legendaria lección de David, es la palabra creer. Creer que es posible. Creer en tus fortalezas. Creer que puedes derrotar al rival no con sus armas sino con aquellas que te hace a ti ser poderoso, aunque no lo sepan. Creer en ti y en los que creen en ti. Si alguien cree en este sentido es el grupo, el equipo. Liderado por un Perasovic que es capaz de alinear a todos los integrantes del equipo en una misión: derrotar al siguiente rival. No importa su nombre, no importa su pedigrí ni su tamaño ni su dimensión. Sólo importa lo que eres capaz de hacer con un balón, 5 compañeros, un aro y 40 minutos. Así pues, debemos seguir creyendo en que es posible. Berlín es posible. ¿Verdad, David?