Una agonía con final feliz

A veces, todos los planes de un entrenador saltan por los aires y el fútbol muestra su lado más travieso de juego impredecible. Ayer fue uno de esos días gloriosos de locura. Se supone que afectado todavía por el susto de la semana pasada, Gaizka Garitano quiso enviar el mensaje más contundente posible con su once inicial. La afición y los jugadores del Tenerife tuvieron que sentirse muy agradecidos. Por la deferencia, se entiende. Y es que el Athletic no sólo les trataba con respeto sino con la estricta prudencia que reserva a los grandes, a los rivales con más colmillo. Tres centrales y toda la tropa de titulares con la única excepción de Capa, cuyo lugar ocupó Lekue. Pues bien, toda la seriedad que transmitió el Athleti con su alineación y planteamiento quedó en agua de borrajas en un arranque de partido de pesadilla.

Todo comenzó, pasado el minuto de juego, con un pase horizontal de Yeray al que es muy complicado encontrarle un calificativo exacto. ¿Absurdo? ¿Temerario? ¿Infantil? ¿Grotesco? ¿Idiota? El caso es el Tenerife recuperó el balón y Moore pudo enfilar en ventaja hacia la portería rival. No pudo llegar. Al delantero estadounidense le pasó por encima algo parecido a un tren de mercancías. El problema fue que se trataba de Herrerín, que salió tarde y mal y se estrelló contra el jugador del Tenerife. González Fuertes no lo dudó: roja directa. Pese a todo, consultó el VAR, con el que se reafirmó en su opinión.

Ezkieta salió para sustituir a Herrerín. El sacrificado fue Núñez. El Tenerife sacó finalmente la falta que provocó la expulsión y llegó entonces el segundo tiro en el pie del Athletic. Ahora que los árbitros pitan hasta las manos más involuntarias que uno pueda imaginarse, a Williams no se le ocurrió otra cosa que ponerse de perfil y sacar el codo para protegerse del lanzamiento. Pues bien, nuevo chivatazo del VAR y penalti. Joselu lo ejecutó con maestría. Apenas habían pasado cinco minutos, entre una cosa y otra, y el Athletic se había caído a un pozo muy profundo. En inferioridad y por detrás en el marcador, el equipo de Garitano hizo lo único que podía hacer: tirar de carácter.

Su actitud, unido a la escasa calidad y a la mentalidad especulativa del Tenerife , permitieron a los rojiblancos empatar en el minuto 17, tras un cabezazo de Raúl García que rebotó en el pecho de Williams. Fue un gol importante por lo que suponía, pero lo cierto es que el Athletic apenas pudo celebrarlo. Tres minutos después, un fallo de entendimiento entre Iñigo Martínez y Berchiche provocó un despeje fatal que acabó cayéndole a Joselu, sólo al borde del área pequeña, en situación perfecta para fusilar a Ezkieta. El golpe del 2-1 obligó a los rojiblancos a hacer de tripas corazón. Había que volver a remar, a contracoriente, con todos los elementos en contra.

La insustancialidad de los chicharreros permitía tener esperanzas, pero había que hacer un despliegue física extraordinario para remontar. Los pupilos de Garitano se apuntaron a esa dura ascensión por la cara Norte. Algunos, con una especial dedicación. Con las pilas cargadas, Lekue estuvo impresionante. Fue un acto de justicia poética que su absurdo penalti en el descuento no le costara al equipo la eliminación. También Berchiche se pegó una paliza por su banda. El Athletic merecía el empate y lo acabó logrando ya en la segunda parte, en el minuto 54. Un grave error de un defensa tinerfeño en una entrega permitió a Williams lanzarse como un rayo hacia la portería de Ortolá. Hubo que contener el aliento en el mano a mano -no lleva una buena racha cara a puerta el delantero bilbaíno-, pero esta vez finalizó a la perfección.

El partido volvía a igualarse y así continuó durante toda la segunda parte, con alternativas, idas y vueltas y alguna que otra ocasión, tampoco muchas. La más clara fue la de Joselu en el minuto 79, con un taconazo. Ezkieta la sacó con un paradón. Ya en la prórroga, a poco de empezar, al Athletic le llegó la mejor noticia posible, exhausto como estaba. El Tenerife se quedó con uno menos por la expulsión de Dani Gómez. El juego de los dos equipos se espesó y los penaltis se adivinaron en el horizonte. Llegaron, efectivcamente, con toda su carga de dramatismo, pero antes hubo que vivir el 3-2 del Tenerife de penalti en el minuto 105 y el empate inolvidable de Berchiche en el 118, cuando el partido ya parecía una cruel pesadilla para los rojiblancos. Pues no, hay razones para seguir soñando. Cada vez más. Miras al cielo, observas los astros y no tardas en creer que algo está sucediendo ahí arriba.