Iraizoz y su peor momento en San Mamés: «Me sentí fuera de la familia Athletic»
El actual entrenador del Gernika repasa en una entrevista su paso por el club rojiblanco
Gorka Iraizoz dejó el fútbol justo antes de irrumpir la pandemia, tras tres años en el Girona donde comenzó a sembrarse el superproyecto que alcanzó su máximo esplendor el año pasado, cuando el conjunto catalán clasificó para la Champions League. En el 2017 abandonó el Athletic después de una década defendiendo la portería de San Mamés con muchas luces y alguna que otra sombra, como por ejemplo el día que Marcelo Bielsa le sentó en el banquillo tras recibir una goleada.
Ahora, una década después, Iraizoz recuerda aquel episodio en una entrevista a Relevo. «Fue duro. En ese momento estaba centrado en mí y en lo que me estaba ocurriendo. En poder aprender a convivir con ello. Era una situación muy dolorosa. Creo que esa situación que había en el ambiente, con tanto estrés y tanta carga emocional, con tanta exigencia, le cayó a Raúl y la tuvo que recoger él en un espacio muy corto. Creo que demasiado pronto para él. Raúl era un gran portero, lo sigue demostrando en Miranda, pero tuvo que lidiar con algo que no le correspondía. Y en ese sentido, yo estaba lidiando otro momento en el que tenía que estar a disposición del equipo y a su disposición también», recuerda.
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Para el ahora entrenador del Gernika, aquel 'banquillazo' ante el Málaga y la Real Sociedad en 2011 fue el momento «más difícil» de su carrera futbolísitca. «Emocionalmente y psicológicamente posiblemente esta sea la más complicada. He perdido un montón de finales, pero al final es un partido y con el tiempo se ve diferente, pero aquello fue muy, muy duro porque para mí personalmente fue sentirme fuera de mi familia. Para mí el Athletic es mi familia y jugar era la forma con la que yo contribuía. Cuando me ocurre en San Mamés todo aquello me sentí fuera de la familia. Y eso fue muy duro, muy duro», revela.
Iraizoz es uno de esos jugadores que tuvieron que ganarse el pan para volver a casa. Ingresó en Lezama siendo un chaval, procedente de la Txantrea, pero pronto tuvo que salir fuera para hacerse un hueco en Primera División. Fichó por el Espanyol y tras dos años en la primera plantilla se hizo con la portería perica.
Fue el portero que llevó al Espanyol a su primera y única final de la UEFA, y aunque la perdió, aquello le valió para regresar al Athletic: «Fue un momento de alegría cuando ya se cerró todo, pero claro, llegar al Athletic, siendo la primera vez que se pagaba un dineral por un portero, en la situación que se venía arrastrando los años anteriores en Bilbao…»
La carrera de Iraizoz también se basó en el trabajo psicológico que hizo él mismo. «Muchas veces, pensamos que la lucha es con alguien de fuera y la lucha es con uno mismo internamente», señala. Contrató a un 'coach emocional' y este le cambió la perspectiva de su carrera: «Me hizo conectar con mi verdadero ser, de por qué jugar fútbol, de por qué estar a disposición del equipo, estar ayudando al equipo en todo momento, desde ese sentir de familia que yo tengo por el Athletic».