Athletic 1-0 Oviedo
Un Athletic necesitado hace caja ante el colistaLos rojiblancos suman tres puntos de oro en un partido de bajos vuelos que decidió Nico Williams con un golazo espectacular en el minuto 25
Jon Agiriano
Domingo, 9 de noviembre 2025, 17:30
Si el partido contra el Oviedo supone un punto de inflexión para el Athletic, que fue el deseo expreso de Valverde el sábado en su ... rueda de prensa, el tiempo lo dirá. Por el momento, los rojiblancos se tendrán que conformar con celebrar por todo lo alto los tres puntos que sumaron ante un colista que demostró en Bilbao por qué lo es. Lo cierto es que los asturianos, débiles, confusos y con una idea de juego que durante la segunda parte entró en el terreno de lo inexplicable, fueron un rival ideal para que hiciera caja este Athletic tan justito de todo menos de capacidad de sacrificio. De no estarlo, este domingo hubieran pasado por encima de su rival con un marcador muy holgado, y no con una victoria por la mínima lograda con una genialidad de Nico Williams en el minuto 25.
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Athletic
Unai Simón; Gorosabel, Vivian, Laporte, Yuri; Galarreta (Rego, min.72), Jauregizar; Berenguer (Vesga, min.84), Selton (Unai Gómez, min.64), Nico Williams (Navarro, min.72); y Guruzeta (Nico Serrano, min.84).
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Real Oviedo
Aarón; Nacho Vidal, Costas, Carmo, Javi López; Colombatto (Álex Forés, min.85), Dendoncker (Sibo, min.85); Viñas, Reina (Pablo Agudín, min.72), Chaira (Hassan, min.53); Rondón (Ilic, min.72).
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Goles: 1-0: min.25, Nico Williams.
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Árbitro: César Soto, del Comité Riojano. Mostró tarjetas amarillas a Galarreta por parte local y al visitante Aarón.
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Incidencias: 47.209 espectadores en el estadio de San Mamés.
Lo del punto de inflexión, por tanto, se verá a la vuelta del parón liguero, donde al Athletic le espera un calendario de vértigo. Hasta entonces, sin embargo, los de Valverde podrán al menos gozar de un cierta tranquilidad y no sufrir la angustia que hubiera causado algo que no fuera la victoria. El partido, además, dejó algunos detalles bonitos que dieron de qué hablar a los aficionados. El primero, por supuesto, la perla que fue el gol de Nico, y luego el del debut de Selton en San Mamés. Las gradas, sobre todo el sector más juvenil, corearon su nombre cuando Valverde le sustituyó pasada la hora. La escena recordó a la que se vivió la temporada pasada con Maroan. Eso sí, por razones distintas. En Maroan vieron un elefante africano, una fuerza de la naturaleza, y en Selton un chaval con talento y un atrevimiento pinturero que tuvo su gracia. Digamos que se agradeció en una campaña tan árida como ésta, donde los rojiblancos no están desde luego para rabonas y filigranas.
El partido, de hecho, tuvo un comienzo preocupante para la tropa de Valverde. En el primer minuto, Ilias obligó a Unai Simón a despejar a córner con problemas un peligroso centro desde la izquierda. El equipo de Carrión parecía bastante afilado. Otro rival respondón, se dijeron a sí mismos muchos aficionados rojiblancos. Los temores, sin embargo, no llegaron tan lejos esta vez y el partido entró en una fase de brumas, en un doble quiero y no puedo. Se llegó así al minuto 25. El Athletic dominaba, pero su mayor posesión sólo le servía para forzar algunos córners, no para crear ocasiones cristalinas como la que en dos acciones aisladas habían tenido Berenguer y Guruzeta. De las bandas llegaba muy poca cosa y eso siempre es un síntoma nefasto para el equipo de Valverde. En las gradas, por supuesto, se observaba a Nico Williams con una mezcla de melancolía, resignación y enfado. Su impacto en el juego era mínimo, tan alejado de su potencial que resultaba inevitable pensar en los efectos nocivos de su pubalgia y en los plazos de su recuperación.
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Pues bien, al internacional rojiblanco le llegó un balón a sus pies cerca de la línea de banda. Estaba bien vigilado, como es habitual, de manera que pocos esperaban algo de la jugada. La gran mayoría, un pase atrás intrascendente, o en el mejor de los casos, un buen centro al área. Las estrellas, sin embargo, pueden brillar de repente, hasta en los días más oscuros, e iluminarlo todo a su alrededor con un fulgor misterioso que tiene algo de cósmico. Es lo que hizo Nico superando a su marcador y otros dos rivales que le salieron al paso y descerrajando un zurdazo brutal que se coló tras tocar en el larguero. Aarón Escandell ni vio el balón hasta que tuvo que sacarlo de la portería.
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Gol anulado
El Athletic había hecho lo más difícil. Tenía el partido donde quería. Era el momento de dictar sentencia. Sin embargo, un error defensivo que terminó con un balón colándose por debajo de las piernas de Unai Simón cambió el decorado. El VARtardó tres minutos en anular el gol por un fuera de juego milimétrico, de esos que ahora se pitan desatendiendo el viejo espíritu del fútbol. A los de Valverde les vino de maravilla y suspiraron aliviados, pero el susto no se les quitó del cuerpo y hasta el descanso el choque se igualó. De hecho, la última jugada de la primera parte fue un paradón de Simón a Dendoncker.
Había incertidumbre en la reanudación. El Oviedo se había retirado a vestuarios con la sensación de qué podía hacer daño y el Athletic, apretado por la necesidad de los tres puntos, no las tenía todas consigo. El partido, sin embargo, se inclinó muy pronto en favor de los leones, que apretaron las tuercas de la presión y comenzaron a llegar con peligro a la portería de Aarón. Esto fue una constante hasta el final. Hasta media docena de oportunidades claras fabricó el Athletic y todas, unas tras otra, comenzando por una de Guruzeta en el minuto 55, las fue desperdiciando. El que se llevó la palma en lo que a desperdicio se refiere fue Berenguer. Tan activo como siempre, especialmente afilado tras el descanso, cuando no tardó en cambiar la banda con Nico y ponerse por la izquierda, donde se siente italiano y musical, el navarro pudo golear él solo. Esta temporada, sin embargo, está gafado.
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Los errores en ataque no le causaron esta vez mayor trauma al equipo de Valverde gracias a la actitud del Oviedo. Los carbayones sólo asustaron en una bonita jugada que acabó en un tiro fuera de Rondón y en un balón largo que Simón despejó de cabeza fuera de su área. Eso fue todo. Bueno, no. El resto del tiempo los pupilos de Carrión se dedicaron a pasarse la pelota una y otra vez en su área o en sus cercanías sin ser capaces de progresar y cometiendo numerosas pérdidas. Fue algo asombroso, una especie de harakiki pero sin ninguna épica, lento y absurdo, como quien decide morirse abriendo la llave del gas. Algo así.
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