El discreto retorno de Dolores Aguirre
corrida de Toros | luis bolivar, damián castaño y román ·
Áspera, parada y de pobre nota general en la muleta, una corrida por debajo de las expectativas. Damián Castaño, firme, se entrega con el toro de más tensión y genioSe esperaba un encierro de Dolores Aguirre con sus vicios y sus virtudes. Una corrida ofensiva y agresiva. Seriamente armada, que no fue el caso, y temperamental, que tampoco. De muy dispares hechuras, en contra de una antigua costumbre de la casa: corridas parejas y reconocibles por la seriedad del escaparate y su remate. Los seis toros del envío fueron bien distintos. Los dos cinqueños, primero y quinto del sorteo, montaron por encima de los cuatro restantes. Por cuajo fue el primero el más reconocible dentro de la línea fijada en la ganadería. El quinto, de llamativa alzada, no tanto. Los toros colorados son rareza en el encaste de línea Atanasio y raro por colorado fue el tercero de esta corrida del regreso de Dolores a Bilbao al cabo de veinte años. Rara la pinta y rara la traza del toro, muy alto y más largo que ninguno.
Estrecho y corto, en el tipo primitivo de la ganadería estuvo el segundo, que arreó de partida con el rabo enhiesto, signo de fiereza. Corto de cuello, el cuarto, chorreado en morcillo -una pinta casi descatalogada-, fue una auténtica mole. Y el sexto, de nombre fiable en las reatas de la ganadería, un Cigarrero, no hizo honor a la familia. Fue, además, el más pobre de cara de los seis, y eso sin que la corrida fuera descarada.
Primero, tercero y quinto fueron aplaudidos de salida. Los dos primeros, en el arrastre también. El segundo, el más liviano, fue el de mejor juego. Frío y abanto de partida como casi todos, tomó corrido y por su cuenta un primer puyazo y se escupió del segundo. Roberto Jarocho lo lidió con verdadero primor. La cara alta y con genio, tomó engaño por la mano derecha, protestando primero, más entregado después. Toro de tensión porque, con su dosis de fiereza, las embestidas por la mano diestra, la única de las dos que tuvo trato, fueron de emoción.
Fuga a tablas
Le pudo al toro Damián Castaño, que diez años después de la alternativa se estrenaba en Bilbao. Poderle fue entenderlo y calibrarlo, atreverse a ganar el pitón contrario con el pisotón, recurso infalible cuando un toro está incierto, y, sobre todas las cosas, templar viajes y ligar hasta cuatro tandas sin perderle al toro pasos. Faena jaleada y seguida con atención. Entre tanda y tanda tocó tomar aire. Las salidas distraídas del toro cuando no estaba empapado en el engaño se acabaron resolviendo con varios intentos de fuga a las tablas. Damián pinchó dos veces antes de cobrar una estocada.
Casi todos los toros bufaron muy sonoramente. El colorado combinó bufidos y ronquidos que en la acústica tan lograda de Vista Alegre estremecen. Casi todos echaron las manos por delante al tomar engaño. El hermoso primero, castigadísimo en dos muy severos puyazos, lo hizo en la muleta en viajes cortos y revoltosos que pusieron a Luis Bolívar a la defensiva porque el toro fue, además, probón. Solo en una última tanda en redondo el torero colombiano cuajó una tanda, único logro de una sufrida porfía. El colorado tercero, que galopó y descolgó de partida, fue el toro de más fiar: vino de largo y se abría. Hasta que empezó a apagarse. Román se dejó ver de lejos hasta dos veces para aprovechar la inercia del toro. Muletazos bien tirados pero despegados. Y faena a menos, recibida con cierta distancia porque pesaba entonces el fragor de la pelea de Castaño con el toro recién arrastrado.
La segunda parte de la corrida tuvo menos interés que la primera. El cuarto, un Bilbatero de reata ilustre, encelado con el caballo, esperó en banderillas y, la cara por las nubes, embistió rebrincado antes de pararse sin más. Al segundo intento, Bolívar cobró una buena estocada. El quinto apenas se empleó en el caballo, se frenó y solo pegó topetazos y cabezazos en la muleta. Castaño lo tumbó de una estocada al paso y descabello.
Al sexto lo picó muy bien Santiago Chocolate. Román quiso lucirlo en varas y lo puso de largo para un tercer puyazo que fue un mero picotazo. Al picotazo vino el toro en galopito. Pero en la muleta pintaron bastos: se defendió el toro cabeceando y resistiéndose. Estuvo certero y breve Román con la espada.