La nueva vida de Sandra y Roberto al otro lado de la barra
Los responsables del restaurante Aizari de Ledesma, que bajó la persiana el pasado mes de abril, disfrutan de Aste Nagusia por primera vez alejados de los fogones
Sandra Aurtenetxe llegó el otro día al Hotel Carlton con unas alpargatas azules que llamaban la atención –y con cierta prisa–. En las tiras estaba estampada la baldosa de Bilbao. Se las regaló una amiga, motivo porque el que las luce con mucha ilusión. «¡Me he encontrado con todo el mundo antes de llegar!», desliza con una sonrisa. Le acompañaba su pareja, Roberto Burgo. En Bilbao todo el mundo les conoce. No es de extrañar, porque han estado durante 27 años al frente de Aizari, un restaurante de toda la vida que preparaba comida casera, de la de siempre, donde se podía deleitar el paladar con propuestas como langostinos al horno, chuletillas de cordero y platos de cuchara, como marmitako y patatas. También han conquistado a los bilbaínos con merluza con begihandis.
La pareja ha vivido las fiestas de Bilbao entre fogones durante mucho tiempo. Sin embargo, este es el primer año que las disfrutan sin el delantal puesto, porque el pasado mes de abril bajaron la persiana. «¡A mí todavía se me hace raro!», cuenta Sandra. Esta es la historia de dos bilbaínos de pura cepa que, por primera vez, viven Aste Nagusia alejados de los fogones, con tiempo libre y, sobre todo, con ganas de disfrutar de la madre de todas las fiestas. Roberto lleva toda la vida dedicándose a la hostelería. Se puso a trabajar con apenas 15 años. Lo ha disfrutado mucho, pero tampoco le ha costado acosumbrarse a la rutina de ahora. «Lo llevo fenomenal, y ahora que es verano y son fiestas, todavía mejor», asegura. «¡Le mando a muchos recados!», añade su mujer entre risas.
Descubrir las fiestas
Sandra y Roberto han compartido muchos momentos juntos en el bar Aizari. En la época de la pandemia, ella empezó a echarle un cable en la cocina. «Siempre me ha encantado. Soy muy de txoko. Se me da mejor cocinar para muchos que para dos. Me ponía a preparar platos con mi tablet y mi vinito. Los sábados también cocinábamos a puerta cerraba y echábamos la partida después», recuerda Sandra.
Porque el Aizari era precisamente eso, un restaurante de amigos, un txoko para disfrutar con la cuadrilla, un sitio para tomarse un vino rodeado de caras conocidas, pasar un rato agradable y sentirse como en casa. «Fíjate, algunos clientes han venido a nuestra boda», cuenta la pareja. «Ahora estoy volviendo a descubrir las fiestas. Es algo nuevo, porque antes solo salíamos el sábado, y ahora tengo todos los días libres. ¡Igual hasta pasamos demasiado tiempo juntos!», bromea Roberto. Aste Nagusia es un momento de reencuentro para ellos. Muchos clientes les paran por la calle y les recuerdan momentos vividos en el bar Aizari o les preguntan a ver qué tal va todo.
Sandra y Roberto difrutan estos días festivos a través de planes con amigos. El primer sábado de fiestas, por ejemplo, hacen una comida con la cuadrilla de toda la vida. «Nuestro plan favorito es tomar el aperitivo en la Cigarrería con un pintxito, ir a comer y después jugar a cartas. Ahora estamos aprovechando para relacionarnos más y dedicar más tiempo a la gente», dicen. Todavía recuerdan cuando en el Aizari las cuadrillas reservaban mesa de un año para otro. Aguardaban a sus comensales con la mesa engalanada con manteles y servilletas ilustrados con la baldosa de Bilbao. Aún los conservan. Han conocido a «muy buena gente» y, de cierta manera, siguen conectados a su 'txoko'. «En casa he puesto gas en vez de placa de inducción para poder utilizar las cazuelas del restaurante, ja, ja». Ahora, el punto de encuentro con sus clientes –o mejor dicho, amigos–, son los poteos y la calle.